Furia de titanes

Denver Nuggets y Minnesota Timberwolves cerraban el Día de Navidad de 2025 en un partido de esos que le gustan mucho a la gente. Entre dos de esos equipos que optan al anillo de forma más o menos obvia o desmayada, pero que compiten hasta las últimas consecuencias sea de una forma o de otra. Peleando contra viento y marea, pasando por encima de todo y de todos y dándole una intensidad al juego que permite a la NBA seguir presumiendo de ser la mejor liga del mundo. Y, para redondear la situación en la Mile High de Colorado se verían las caras dos de las estrellas más importantes de la actualidad en la competición norteamericana: Nikola Jokic y Anthony Edwads. Dos competidores natos, uno con las vitrinas llenas de trofeos y otro con la intención de conseguir lo mismo de cara al futuro. Y dos hombres que no dejan indiferentes a nadie. Ni en la pista ni fuera de ella.

Con el Ball Arena de testigo del cierre de una jornada que siempre da mucho que hablar, los Nuggets llegaban al desafío con dos derrotas en los últimos tres partidos, pero también cinco victorias consecutivas previas a esa racha, con Jokic, su triple-doble de promedio, su capacidad de resiliencia y la búsqueda de un histórico cuarto MVP de denominadores comunes. En el caso de los Timberwoves, la racha era mejor: tres victorias consecutivas y cinco en los últimos seis partidos, liderados por un Edwards celestial, que justifica sus ínfulas de grandeza y sus salidas de tono con un juego apasionante, de esos de antes, en los que no renuncia a la defensa ni a la media distancia en ataque para convertirse además en un líder espiritual que envalentona el Target Center cuando juega como local y silencia gradas ajenas cuando lo hace de visitante. Un jugador de los de siempre. Y de los de antes.

Al final y no sin esfuerzo, el gigante serbio sobrevivió al aullido de los lobos, que forzaron la prórroga gracias a un triple desde la esquina de un Anthony Edwards inconmensurable, pero remaron para morir en la orilla por obra y gracia de un Jokic celestial: 56 puntos, 16 rebotes y 15 asistencias, además de 2 tapones, con un 15 de 21 en tiros de campo, 4 de 6 en triples y 22 de 23 en tiros libres, la variable más protestada por unos Wolves que se quejaron mucho de los árbitros, acabaron con Edwards y Rudy Gobert expulsados y muchas veces tuvieron razón, aunque otras fueron demasiado al límite. Jokic, que anotó 31 tantos entre el último cuarto y la prórroga, con 18 en los cinco minutos finales (récords histórico), estuvo acompañado de su eterno compañero de faenas, un Jamal Murray espectacular: 35 y 10 pases a canasta, con 9 de 18 en triples. Con eso, inclinaron la balanza, Y sudaron para ello.

Los Wolves nunca se rindieron, pero se quedaron con la miel en los labios y acabaron demasiado desesperados contra el mundo entero. Edwards anotó 44 puntos, con 14 de 25 en tiros de campo, 5 de 14 en triples y 11 de 13 en tiros libres, providencial en algunos momentos y demasiado precipitado en otros. Julius Randle le ayudó (32), pero no fue suficiente y al final jugaron de forma anárquica y a la desesperada un partido para los anales, con sabor a playoffs: balones divididos, polémica, tiros sobre la bocina, actuaciones para la historia, prórroga... Una furia de titanes que se llevaron unos Nuggets que emergen en el averno para dar una alegría a su público y demostrar que están aquí para que no les pase lo de hace dos años, cuando perdieron en casa y en el séptimo partido de las semifinales de Conferencia... ante los de Minnesota. “Los Timberwolves y los Nuggets simplemente no pueden jugar un partido de baloncesto normal. Nunca”. Son palabras de Justin Russo, especializado en NBA. Y son absolutamente precisas. Eso seguro.

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