El Rey emerge en la locura

Partidazo en el Crypto Arena. Lakers y Clippers protagonizaron el derbi de Los Ángeles, uno que no dejó indiferente a nadie, resuelto en la prórroga (130-125), con polémica y LeBron James como epicentro del mundo. Así es el Rey, que en su 21ª temporada en la NBA y con 38 años, juega para ganar otro anillo y no admite seguir en activo para otra cosa que no sea esa. Con un estado físico sin precedentes en la historia del baloncesto y, probablemente, también del deporte, la estrella (lo sigue siendo) acumula récords y marcas que ya le dan igual, es el Máximo Anotador de la historia, tiene 4 anillos, ha disputado 10 Finales y la lucha que está librando ya es contra el tiempo y contra sí mismo. Y así será hasta que se retire, una decisión que no tiene fecha y que nos obliga a disfrutar de cada momento suyo en pista y cada gran partido que realice. Es de obligado cumplimiento, ya que su extraordinaria capacidad para hacer de todo a cualquier edad y todo lo que ha dado a la NBA en las dos últimas décadas no se puede medir con nada que haya inventado el ser humano.

LeBron, que además de un talento generacional indudable es también una de las historias más increíbles de la mejor Liga del mundo, que ha vivido de su narrativa más que de ninguna otra en el siglo XXI, hizo su mejor partido de la temporada ante los Clippers, una especie de bestia negra en los últimos años para los Lakers, especialmente desde que aterrizó un Tyronn Lue que les había ganado en 11 ocasiones consecutivas: 35 puntos (la marca más alta de siempre para alguien en su 21ª temporada, algo que vamos a leer y escuchar mucho últimamente) con 13 de 19 en tiros de campo, 4 de 8 en triples y 5 de 10 desde la personal. Añadió 12 rebotes y 7 asistencias, además de 1 robo y 2 tapones, con otro más, espectacular, que los árbitros le quitaron por considerar que el balón estaba bajando, una de las varias polémicas que tuvo el partido. LeBron, que se conoce mejor que nadie, disputó su segunda prórroga de la temporada, se autorregula en pista, sabe cuando tiene que penetrar y cuando ceder el control del balón y jugó 42 minutos y 29 segundos.

Más allá de la cantidad de tiempo que estuvo LeBron en pista, algo que ya veremos si tiene consecuencias negativas a largo plazo para los Lakers, vimos de todo: a Kawhi Leonard enfrentándose al Rey una vez más (con las Finales de 2013 y 2014 en el recuerdo...), ramalazos de un Paul George que recordó al de su prime, a un Anthony Davis que apuntaló la zona y a Russell Westbrook, claro, con su actitud acelerada habitual pero tomando decisiones extrañamente buenas: 24 tantos, 11 rechaces, 8 asistencias y 4 robos para el base, que sigue incansable y no sabe qué va a pasar con su titularidad cuando James Harden, sentado en el banquillo vestido de calle, decida que es el momento de jugar. Sí lo ha hecho PJ Tucker (-5 en 21 minutos, con 0 puntos y 4 faltas personales), pero para ver a La Barba y ver cómo funciona el esquema del equipo angelino al lado de tanto ego y tanto nombre propio tendremos que esperar.

Kawhi firmó una actuación estelar: 38+6+5, con 2 robos, 15 de 28 en tiros de campo y 3 de 6 en triples. Y Paul George estuvo brutal, yéndose a 35, 20 de ellos en el último cuarto, cuando parecía que los Lakers tenían el partido en el bolsillo tras una dinámica creciente, motivada por un remontada de 19 puntos (es de lo que llegaron a ganar los Clippers) y un tercer cuarto espectacular (39-24 de parcial). El alero forzó tres tiros libres sobre Cam Reddish para mandar el partido a la prórroga de forma polémica, con los árbitros consultando el Instant Replay por petición de los Lakers y sin que en las imágenes se pudiera apreciar si se tocaba o no el codo del atacante. Luego, fue expulsado por una clara (e innecesaria) falta sobre LeBron en la prórroga, que también tuvo revisión, minutos después de que le ocurriera lo mismo a Norman Powell, ambos por acumulación de faltas.

Los Lakers acabaron el partido con un quinteto que incluía a Austin Reaves (mucho mejor en la estadística y en la toma de decisiones, 15 puntos, 7 rebotes, 7 asistencias y 3 robos en su cuenta particular), Cam Reddish, LeBron James, Christian Wood (10+11, con el mate que sentenciaba el choque) y Anthony Davis. La presencia de D’Angelo Russell fue demasiado para Darvin Ham, muy cuestionado en este inicio: el entrenador quitó al base a pesar de los 27 puntos y decidió asegurar sentando a un jugador que te quita más que te da. Fue una decisión buena para un técnico al que LeBron tuvo que pedir el cambio fatigado en el tercer cuarto y para luego cantar jugadas desde el banquillo mientras el mandamás permanece impertérrito y con las manos en los bolsillos, su postura habitual. Todavía es complicado saber qué tipo de entrenador es el exasistente de los Bucks: se liaba mucho con Westbrook, mejoró tras su salida, hizo unos buenos playoffs y no tuvo la culpa de la eliminación ante unos Nuggets simplemente mejores. Pero sigue generando dudas y no parece que las vaya a disipar a corto plazo.

Las cosas, entre tanto, siguen como siguen para Lakers (que jugaron sin Rui Hachimura, Gabe Vincent ni Jarred Vanderbilt, que fueron baja) y Clippers. Dos equipos que dependen enteramente de que la salud les respete. Si esto ocurre, veremos cómo funcionan las cosas en el conglomerado de estrellas que han formado los segundos, ya en una edad tardía todos ellos y acabando contrato el próximo verano. En el caso de los Lakers la apuesta contiene más fondo y una estructura mucho más organizada, al margen de que tengan éxito o no al depender de lo mismo. Pero, mientras tanto, estos duelos de gente casi del pasado que todavía quiere hacer suyo el presente son una delicia y tienen de todo. Polémica, expulsiones, lanzamientos extraordinarios en el clutch time, camaradería, tensión, nervios... Y todo, claro, para que al final aparezca el de siempre. LeBron James. Ya saben: el Rey.

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