El fin de Phil Jackson: salud, desgaste y la peor despedida posible
La temporada 2010-11 significó la última del Maestro Zen en un banquillo. El desgaste tras muchos años, los problemas de salud y una derrota inapelable ante los Mavs marcaron el fin de los Lakers de Kobe y Pau.
Pasó poco tiempo desde que los Lakers conquistaron y celebraron el título de 2010 hasta que Kobe Bryant y Derek Fisher escribieron a Phil Jackson para que continuara una temporada más y así conseguir otro three-peat. Era el único idioma que había hablado el Maestro Zen desde que llegó a la NBA, logrando tripitir por partida doble con los Bulls y una con los Lakers. En su nueva etapa en Los Ángeles, dos nuevos anillos brillaban en sus vitrinas para lograr un total de 11, un récord al que ningún entrenador ha llegado jamás y que no fue del gusto de Red Auerbach, fallecido en 2010 y que ganó nueve con los Celtics de Bill Russell. Eso no le importó a Jackson, que superó dicha cifra en 2009 y la aumentó al curso siguiente. Con 64 años, operaciones de cadera, muchos problemas de salud y poca comunicación con la gerencia de la franquicia, Jerry Buss a la cabeza, el mítico entrenador se planteaba más que nunca la retirada. Los viajes eran extenuantes para él, al igual que el ritmo imparable de la NBA, con ruedas de prensa constante y una exposición enorme.
Pero siguió. Fue, tal vez, por la petición de Kobe y Fisher. O por su propio ego, que le obligaba a irse como siempre había estado, ganando ese cuarto triplete que nunca llegó, pero que no cambió en nada su legado. Uno inabarcable: mentor de Michael Jordan, se ganó el respeto de His Airness en los Bulls tras el despido de Doug Collins, con el que el escolta nunca estuvo de acuerdo. Con Tex Winter, hacedor del triángulo ofensivo, siempre a su vera, Jackson desarrolló una personalidad extraordinaria, mística y envolvente que se notó en todo: para manejar personalidades complicadas (Jordan, Kobe, Dennis Rodman...), comunicarse con la prensa dentro de una fina ironía que de vez en cuanto tornaba en sarcasmo, desarrollar un aura inquebrantable con la que protestar árbitros o exigir a directivos; e incluso pasar la última parte de su carrera sin apenas levantarse del banquillo, llevando al extremo una práctica a la hora de llevar los partidos que nunca ha vuelto a ser imitada y que le daba un control de la situación que nadie jamás ha tenido.
Jackson, que puso en práctica esa última maniobra por sus dificultades para mantenerse de pie durante mucho tiempo, sobrevivió a todo. A la primera retirada de Jordan, la guerra abierta con Jerry Krause y Jerry Reinsdorf en los Bulls (General Manager y propietario), la segunda retirada del escolta, la tumultuosa relación entre Kobe y Shaquille O’Neal o la reconstrucción de un equipo de talento cuestionable en torno a la Mamba Negra cuando el pívot puso rumbo a los Heat y el técnico abandonó la clandestinidad, algo que hizo como amago de una retirada que nunca tuvo lugar. Quizá por eso, el veterano entrenador, que iba camino de los 65 años entonces, pensó que podía salir indemne también de aquello. Otra temporada con la base de la plantilla intacta, liderada por un Kobe que era el mejor jugador del mundo entonces. Todo ello, en un contexto en el que la NBA vivía de una narrativa que después se convirtió en la principal, con LeBron James ejerciendo su polémica The Decision y abandonando su Ohio natal para poner rumbo a unos Heat de ensueño en Florida.
Una temporada llena de baches
No pudo ser. En enero, Jackson aseguró que sería su última temporada y que esta vez no se lo iba a replantear. Kobe, que veía de disputar 82, 82 y 73 partidos los tres cursos anteriores, todos ellos acabando en las Finales, había disputado los últimos playoffs con el dedo índice de la mano derecha fracturado y empezó disperso. No se perdió un sólo encuentro, pero Jackson quiso regularle (disputó 33,9 minutos de media, su menor cifra desde la temporada sophomore), respetó sus problemas en las piernas e incluso le permitió no asistir a algunos entrenamientos, lo que provocó que se desconectara parcialmente del equipo. Esto permitió a Pau empezar como un cohete: 22 puntos y 12 rebotes de media en los 15 primeros encuentros, con un balance de 13-2 para los angelinos. El español sonó entonces incluso para las quinielas del MVP, pero fue bajando el nivel paulatinamente hasta que su bajón se hizo evidente en playoffs, donde desapareció del todo, con problemas personales nunca revelados de fondo y rumores siempre negados de una pelea entre él y Kobe. De una forma u otra, ese inicio fue siempre un espejismo.
Los problemas pronto empezaron a ser cada vez más sonoros: Fisher, camino de los 37 años, pasaba cada vez peor los bloqueos y sufría mucho ante bases versátiles y polivalentes, que dominaban entonces la Liga (Rajon Rondo, Chris Paul, Deron Williams...) y la química del equipo estaba desmadejada tras la salida de miembros como Sasha Vujacic, que imprimía mucho esfuerzo y constancia, especialmente en los entrenamientos. La desconexión de Kobe con el resto de la plantilla era palpable y Jackson estaba cansado. Es más, posteriormente se reveló que acudió a los playoffs con un cáncer de próstata del que se recuperó ya en su retirada, y se le veía más mayor y fatigado de lo que demostraba su edad. Su aura permanecía impasible, al igual que su talante, pero la sensación era que los Lakers iban a trompicones y que el brillo de los tres últimos años se había acabado.
Del 12 de marzo al 1 de abril, los Lakers encadenaron nueve victorias consecutivas, que eran también 17 en los últimos 18 partidos, su mejor momento de la temporada. Inmediatamente, llegó el peor: cinco derrotas seguidas y victorias ante Spurs y Kings para acabar arañando el segundo puesto de la Conferencia Oeste, con 57 engañosos encuentros ganados y empatados con los Mavericks. El final de la regular season tampoco era muy acorde a lo que Jackson quería de sus equipos, ya que el técnico era partidario de no dejarse ir en abril y llegar en la mejor forma posible a las eliminatorias por el título, su especialidad. Eso sí, fue el 20º récord positivo en 20 temporadas en los banquillos para él, en las que también sumó 15 por encima de las 55 victorias, 17 por encima de las 50, cuatro por encima de los 60 y una, la 1995-96, con 72, el récord histórico que sólo pudieron superar los Warriors en su particular dinastía, la última que ha visto la NBA en su larga historia.
A todo esto, Kobe finalizó con 25,3 puntos, 5,1 rebotes y 4,7 asistencias, pero finalizando en el Mejor Quinteto y en el Mejor Quinteto Defensivo de forma simultánea; eso sí, por última vez en su carrera. Pau, en el Segundo Mejor Quinteto y en su temporada más destacada en los Lakers, se iría a 18,8+10,2. Lamar Odom, Mejor Sexto Hombre y rozando el All-Star al que nunca acudió, llegó a 14,4 y 8,8, en su última temporada competitiva que no se trasladaría a playoffs antes de su separación de Khloe Kardashian y la vorágine de su desgraciada relación con la cocaína. Y Binmu se iría a 11,3+9,4, con muchas lesiones pero empezando a despuntar como pívot puro, lo que en los años posteriores alejaría a Pau del poste. El resto, la intendencia, (Ron Artest, Shannon Brown, Fisher, el recién llegado Steve Blake o otro como Matt Barnes) tendrían sus picos, pero ninguno fue la solución en unos playoffs en los que Kobe y Pau no destacaron. Y que, por lo tanto, los Lakers no fluirían. Algo que pronto se vio.
El final de un mito
Los Lakers superaron a los Hornets (en Nueva Orleans) de Chris Paul, perdiendo el segundo y el tercer partido pero sobreviviendo a la serie (4-2), disputando dos últimos encuentros que convencieron a ilusos, pero que fueron un duro espejismo tal y lo que vimos después. Los Mavericks esperaban ansiosos: Dirk Nowitzki buscaba la redención junto a Jason Terry, que llevaba un tatuaje de Remember 06 en relación a la final perdida cinco años antes contra los Heat. Un equipo compensado, bien entrenado por Rick Carlisle y con todas las armas para ser campeón: Caron Butler se lesionó durante la temporada, pero sí estaban Jason Kidd, Shawn Marion, DeShawn Stephenson o Tyson Chandler, con un banquillo en el que se encontraba un JJ Barea que dio muchos problemas a Fisher y un viejo conocido como Pedraj Stojakovic. Tampoco es que la plantilla, jugador a jugador, fuera mejor. Simplemente, las ganas eran otras. Y el momento del proyecto, uno en decadencia y otro ideal, también.
Con ventajas que rozaron la veintena, los Lakers cayeron en el primer partido (96-98), a pesar de los 36 puntos de Kobe. En el segundo estuvieron sin respuestas (81-93). En el tercero, el último con opciones, remaron para morir en la orilla (98-92). Y el último fue la confirmación del desastre: 122-86 y una paliza para los anales con la que despedir el proyecto. Los angelinos anotaron 16, 19, 20 y 24 puntos en cada uno de los cuatro últimos cuartos. Pau no pasó de los 20 tantos en todos los playoffs y promedió 12,5 ante los texanos, con sonoras broncas con Kobe y Phil Jackson en el banquillo, que le reclamaban más esfuerzo defensivo. La pelea con Nowitzki la perdió de forma clara: el alemán se fue a 25,3 puntos y 9,3 rebotes, un 57,4% en tiros de campo, el 72,7% en triples (espectacular) y un casi impoluto 15 de 16 en tiros libres, muy pocas visitas a la personal merced a la indolente defensa que recibió. Kobe, con 23,3 de promedio, no tuvo mucha más suerte. Los Lakers lanzaron con un 42,2% en tiros durante la serie y un 19,7% en triples. El milagro es que compitieran en al menos dos partidos. Mucho fue.
Fue el fin de Phil Jackson. El verano anterior, Jerry Buss ya le dijo que los propietarios estaban apretando mucho para que no hubiera otro cierre patronal (que llegaría a la temporada siguiente), una clara indirecta de que se tenía que bajar el salario (era el entrenador mejor pagado de la NBA), uno de los muchos motivos del alejamiento con el Doctor que luego fue también con su hija y hoy expareja Jeannie. Los hijos del entrenador acudieron al último partido en Dallas con la excusa de que era el último, algo que su padre negó hasta que la evidencia se impuso. En la 2012-13, tras el despido de Mike Brown, hubo rumores de su retorno, pero las filtraciones sobre sus extravagantes peticiones (un salario desorbitado, no acudir a los viajes...) permitió la puñalada de los Lakers, que le concedieron dos días para que tomara la decisión y ficharon a Mike D’Antoni antes de recibir una respuesta, algo de lo que el Maestro Zen se enteró por los medios. Fue la última vez que su nombre sonó para volver. Hoy, camino de los 79 años, es ya imposible. En su legado quedan 11 anillos, 13 Finales, infinidad de récords, una personalidad cautivadora y un final para el olvido. El peor posible.
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