WNBA

Clark y el racismo: “Ninguna jugadora debería enfrentarse a eso”

La tensión por los insultos racistas que reciben las jugadoras alcanza su techo en la serie Sun-Fever. El sindicato señala a una periodista.

JOE BUGLEWICZAFP

La histórica primera temporada de Caitlin Clark en la WNBA terminó con la eliminación en primera ronda de playoffs de Indiana Fever contra un rival muy superior, Connecticut Sun. De Clark (22 años, cantadísimo número 1 del último draft) ya se ha dicho casi todo, pero quizá el mejor resumen sea que tiene un mérito descomunal estar llamada a hacer cosas históricas, ser esperada con unas expectativas absolutamente desmesuradas… y cumplir exactamente con todo lo previsto, con todo que se esperaba. Y más, probablemente. Las Fever, lanzadas después del parón por los Juegos de París (comenzaron curso 1-8, arrancaron 8-2 tras esa pausa olímpica) han jugado sus primeros playoffs desde 2016. Y el efecto Clark ha vuelto a ser incuestionable El primer partido contra las Sun fue el más visto de playoffs de la competición, en televisión por cable, desde 2000; El segundo y definitivo batió todos los récords: 3,4 millones de telespectadores. La cobertura televisiva de la primera ronda ha tenido un seguimiento que ha subido un 144% con respecto a 2023. Y una media de 1,1 millones de telespectadores entre todas las plataformas. Números excepcionales, más si se tiene en cuenta que la primera jornada de eliminatorias coincidió, en domingo, con la sacrosanta y aplastante NFL. Durante la regular season, los partidos en ESPN (con mucha presencia de Clark, desde luego) han promediado 1,2 millones de telespectadores, muy cerca de los 1,56, en la misma cadena, de la última regular season de la NBA.

La WNBA (que tiene 12 equipos pero ha confirmado ya tres más y piensa en llegar a 16 en un plazo de cuatro años) ha asegurado sus derechos de televisión por unos 200 millones anuales, más del triple de lo que estaba recibiendo. Serán 2200 millones hasta 2037… pero puede ser todavía más, porque en 2028 hay una opción de renegociar que pinta jugosa para una liga que tiene a Clark y espera en el próximo draft a Paige Bueckers y en el siguiente a ese, a JuJu Watkins. Las cifras también han sido históricas en cuanto a venta de merchandising, seguimiento en redes… y asistencia a los pabellones. Un 48% más de aficionados han llevado la media a casi 10.000 personas por cancha y partido. En la temporada anterior, el promedio era de 6.615. Es la mejor marca en 22 años con 154 llenos completos por los 45 del pasado curso. Una vez más, Clark es clave: sus Fever han dejado atrás cualquier registro: lleno tras lleno y 340.715 aficionados en total en sus partidos como locales. Hasta ahora, la mejor cifra estaba en 250.565 y se remontaba a 2001 (New York Liberty). En tres partidos se han reunido más de 20.000 aficionados… y en los tres jugaban Clark y sus Fever.

La eléctrica base será la Rookie del Año: ha batido el récord de puntos y triples para una novata y el total (337) de asistencias para cualquier jugadora; También ha alcanzado una cifra nunca vista en puntos producidos (1.520) si se suman su anotación y sus pases. Sus números finales han sido 19,8 puntos, 5,7 rebotes y 8,4 asistencias. Y eso contando con un inicio de temporada algo más discreto (lógico) y con que ha sido una experiencia muy exigente en lo emocional y en lo físico: en abril estaba todavía jugando la Final Four universitaria con Iowa. En septiembre, en el último mes de competición, ha promediado 22,5 puntos, 5,6 rebotes y 9,1 asistencias.

El reverso oscuro del salto al mainstream

Pero ese efecto Clark y el salto a un nivel cada vez más cercano al mainstream ha traído también consecuencias indeseadas. Y más en tiempos en los que el abuso verbal y los insultos están totalmente normalizados en las redes sociales y en un momento de absoluta polarización en las opiniones en casi todas las sociedades, desde luego en la estadounidense. El componente racial y la exaltación de lo peor de los prejuicios (también machistas, sexuales…) ha tenido un efecto obvio sobre unas jugadoras que hace unos días criticaron abiertamente a la comisionada, Cathy Engelbert, por unas declaraciones muy desafortunadas en las que hablaba de esto, prácticamente, como un picante necesario para hacer crecer el producto. Puede que en la rivalidad (una mina de oro que no implica que no tenga que haber normas y cortafuegos) entre Clark y Angel Reese (un foco mediático desde College) haya un componente claro de brecha racial y traiga ecos de la llegada a la NBA de Magic Johnson y Larry Bird. Pero la líder de la liga perdió una gran ocasión, aunque luego intentó rectificar, de separar el éxito de la competición de cualquier componente que incluya insultos, prejuicios y discurso de odio.

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Pero, desde entonces (y solo han pasado unos días) ha habido más: en el primer partido de playoffs, Clark acabó con un ojo hinchado por un golpe de DiJonai Carrington (que, por cierto, será elegida Jugadora Más Mejorada), otra jugadora negra a la que desde entonces se ha querido enfrentar a Clark por mucho que esta haya dejado claro que la acción fue fortuita (“no fue intencionado, de ninguna manera”) y que haya cerrado la temporada con un mensaje claro para los que, en su nombre y en el de su equipo, han pisado de lleno terrenos deleznables que han ido del insulto a las amenazas de muerte a las rivales: “Eso no son aficionados, son trolls. Ninguna jugadora de nuestra liga tendría que enfrentarse a ninguna forma de racismo, desprecio, amenazas o comentarios hirientes. Realmente me disgusta mucho, no hace ningún servicio a la WNBA ni a su gente. Hay muchos buenos aficionados, algunos lo son desde hace 20 años y otros acaban de llegar. Así que lo que tenemos que intentar es seguir elevando esta competición en el mejor sentido. Hay grandísimas jugadoras, grandes equipos, muchas historias bonitas que hay que contar y celebrar. Yo era aficionada y estas jugadoras eran mis ídolos. Crecí queriendo ser como ellas así que seguiré intentando que esta liga crezca de la mejor manera posible”.

Su entrenadora, Christie Sides, también habló con claridad sobre este feísimo asunto: “Hay un discurso muy doloroso ahí fuera, está sucediendo y es inaceptable. Esto es baloncesto, es un trabajo y las jugadoras hacen lo mejor que pueden. Hay cosas que no tendrían que escuchar ni ver. No es algo que se deba aceptar, no puede haber lugar para eso”. La general manager de las Fever, Lin Dunn, fue más allá: “Esta gente no es aficionada de verdad de las Fever, de ninguna manera. No nos representan. Esto tiene que parar”.

La propia WNBA lanzó su comunicado: “Esta una competición con algunas de las mejores deportistas del mundo. Del mismo modo que abrazamos el crecimiento de nuestro número de aficionados, no vamos a tolera el racismo, el desprecio o las amenazas a las jugadoras, equipos o a cualquier que forme parte de nuestra liga. Estamos investigando las amenazas que ha habido y vamos a trabajar con las franquicias y sus departamentos de seguridad para tomar medidas, si hace falta con intervención de las fuerzas del orden”.

Carrington denunció los insultos de carácter racista y las amenazas que había recibido tras la jugada con Clark, el golpe en el ojo. Y su compañera Alyssa Thomas, una de las grandes estrellas de la competición y oro olímpico en París, fue mucho más directa: “Intentamos ser profesionales, pero me están llamando en redes cosas que no me habían llamado nunca. Nuestra liga va en una excelente dirección, pero no queremos a aficionados que sean racistas o que vengan a degradarnos. Hay que hacer algo, en once años como profesional nunca me habían dicho cosas como las que me ha dicho la afición de Indiana Fever. Es inaceptable. Sabemos cómo está el mundo pero no queremos lidiar con eso. Jugar al baloncesto es nuestro trabajo, y es muy divertido, pero no queremos tener que hacerlo en esas condiciones, con lo que está pasando en las redes sociales”.

La propia Angel Reese (22 años, como Clark), ala-pívot de Chicago Sky, ha expresado en redes lo duro que se le han hecho los dos últimos años y la exacerbación mediática de su rivalidad con Clark, primero en College (Louisiana-Iowa) y después en la WNBA: “Durante dos años los medios se han beneficiado de mi dolor y de convertirme en la villana de su narrativa. Son los que han permitido que pase todo esto, porque han sacado provecho de ello. Yo he contado lo que pasaba, pero también he dejado que pasen muchas cosas que ahora le están sucediendo también a otras jugadoras, y eso no puede ser. Todo lo que vaya más haya de las críticas a cómo jugamos, está mal. Lo siento mucho por las jugadoras que están teniendo que pasar por ello ahora, es lo mismo por lo que he tenido que pasar yo. No quiero una disculpa, y no creo que esto vaya a parar, pero hay que hacer algo”.

En este clima de crispación, el sindicato de jugadoras (WNBPA) ha señalado también a la prensa, concretamente a Christie Brennan (USA Today) por cómo ha informado de la jugada en la que Carrington golpeó a Clark, especialmente por la forma en la que preguntó después a la jugadora de las Sun sobre ello: “Para miembros de la prensa que no tienen profesionalidad, como Christine Brennan: no engañáis ya a nadie. Esa entrevista en el nombre del periodismo fue un intento grosero de hace que una jugadora entrara al trapo de una narrativa falsa, creada para inflamar todavía más el clima de odio que por racismo, homofobia y misoginia hay en las redes sociales. En lugar de mantener principios de tu profesión como la ética, la integridad la objetividad y el compromiso con la verdad, has elegido ser indecente e insincera. Has abusado de tus privilegiados y no te mereces las acreditaciones que se te dan, ni hacer entrevistas con jugadores a las que representamos o a cualquier otra mujer deportista. Esas acreditaciones implican que deberías saber qué se hace y qué no. Pedimos a USA Today que revise los principios de conducta de su redacción, incluida la búsqueda básica de la verdad. Debería explicar por qué designa para cubrir la WNBA a una periodista con una agenda clara y particular. Y pedimos que la liga intente que no se den situaciones como esta y proteja la integridad de la competición y sus jugadoras”.

USA Today ya ha respondido con su propio comunicado: “El periodismo hace pregunta para buscar la verdad. En USA Today, nuestra labor es informar sin prejuicios ni bandos. Rechazamos que la entrevista se hiciera con el fin de encajar en ninguna narrativa determinada y con una intención que no fuera conocer de primera mano la opinión de una de las protagonistas. Christine Brennan tiene un largo historia como defensora de las mujeres y las deportistas. Y, por encima de todo eso, es una periodista”.

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