MUNDIAL | ESPAÑA-CANADÁ

Nueva estrella, vieja escuela

Shai Gilgeous-Alexander es la gran sensación de Canadá. Ya es una realidad en la NBA: el curso pasado fue ‘all-star’ y entró en el mejor quinteto.

BAY ISMOYOAFP

La madre de Shai Gilgeous-Alexander, Charmaine, llamaba a John Calipari, entrenador-institución de la Universidad de Kentucky, cuando su hijo había jugado bien para que no fuera condescendiente con él y le siguiera apretando las tuercas. Shai, un proyecto de cuatro estrellas para ESPN (no las cinco con las que llegan a la NCAA las principales estrellas de instituto), había elegido Florida en 2015, pero se echó atrás meses después porque quería ir al equipo más competitivo posible y sabía que Calipari tenía mano para fabricar guards (bases y escoltas) de gran futuro NBA. De sus manos han salido John Wall, Brandon Knight, Eric Bledsoe, Devin Booker, De’Aaron Fox, Tyler Herro… y Shai (25 años, 1,98 metros) que después de solo un año en el que pasó de sexto hombre a suplente con los Wildcats, rompió previsiones y ascendió hasta el número 11 del draft de 2018.

Charmaine, que fue olímpica con Antigua y Barbuda (corrió los 400 metros en Barcelona 92) y el resto de la familia se mudaron, cuando Shai era un crío, de Toronto a Hamilton, una ciudad de puerto marítimo al suroeste de la gran ciudad. Allí dio el salto del fútbol al baloncesto un chico que hoy es una de esas grandes estrellas de la NBA que no es demasiado conocida por el gran público, el menos especializado. Seguramente porque juega en Oklahoma City Thunder y no tiene la exposición mediática de otros nombres de primera línea. Pero, cuidado, en la temporada 2022-23 ha explotado definitivamente. Ha sido all-star, ha entrado en el Mejor Quinteto y ha promediado 31,4 puntos y 5,5 asistencias con un 51% en tiros de campo. Deja atrás al mismísimo Michael Jordan como el guard más joven con al menos 30 puntos y un 50% en tiros una temporada NBA.

Drafteado por los Hornets, fue enviado a los Clippers en una operación en la que los de Carolina se quedaron, mal negocio, con el inferior Miles Bridges. Pasó un año en los Clippers, que finalmente lo traspasaron en el verano de 2019 a los Thunder para poder reunir a Paul George y Kawhi Leonard. Los angelinos, que buscaban su gran golpe, se resistieron todo lo que pudieron. Pero Shai era la pieza innegociable para los Thunder, la condición para dejar ir a un Paul George sin el que Kawhi no iba a firmar por los Clippers. O se iba Shai no habría ni Kawhi ni George. Cuatro años después, en L.A. no han alcanzado la gloria con sus dos estrellas y en OKC se frotan las manos con Shai, una nueva estrella con aire old school, sabor a baloncesto de toda la vida.

En los Clippers, su entonces compañero Lou Williams y el exjugador San Cassell (el hombre que susurra a los bases, según Doc Rivers) se empeñaron en convertir en estrella a un Shai que impresionó al mismísimo Chris Paul en su única temporada juntos en Oklahoma: “El jugador cuya evolución más me ha maravillado es él”, dijo recientemente el point god, uno de los mejores bases de la historia. Williams, tres veces Mejor Sexto Hombre, dijo del Shai rookie que todas las estrellas “tienen que tener su tiro marca de la casa”. Y que el suyo tenía que ser “aprovechar que es un base grande y largo, penetrar y lanzar por encima de los defensas”.

Y así es Shai: a contracorriente, no juega a toda velocidad ni tiene un salto poderoso ni enlaza triples con los ojos cerrados. Es baloncesto de otra época. Lleva el juego a su ritmo, piensa más rápido de lo que se mueve y anota en situaciones que para otros son imposibles, en escorzos yendo hacia el aro o desde esa media distancia que tan poco gusta ahora a los amantes de la estadística avanzada. Desde la línea de tres va mejorando, y su envergadura le permite ser un buen defensor y, efectivamente, tirar por encima de muchos de los que se ponen en su camino. Con un dribbling especial, esencia de playground, tiene además el don de aparecer cuando quema la bola. Una súper estrella con todas las letras.

La gran esperanza de esta nueva Canadá, se quedó para este Mundial sin sus mejores socios, Jamal Murray y Andrew Wiggins. Pero tiene en el equipo a su primo, Nickeil Alexander-Walker, con el que creció jugando partidillos de uno contra uno en los que no se regalaba ni un centímetro; y a Lu Dort, tan íntimo en los Thunder que, por la fobia de Shai a las agujas, le acompañó y le cogió la mano cuando tuvo que ponerse la vacuna contra el COVID. Un líder en la pista y un tipo sin estridencias fuera, le gusta la moda y cada verano regresa a Hamilton y entrena todas las mañanas con sus amigos de toda la vida. “Un toque de sabor de hogar”, dice para apartarse un poco de la locura de la NBA. Y algo que deja con la boca abierta a su entrenador en OKC, Mark Daigneault: “Podría tener lo que quisiera. Si hubiera que ponerle preparadores que se fueran con él a Hawái, se los pondríamos. Pero prefiere quedarse en Hamilton y entrenar con sus amigos”.

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