Drazen Petrovic, la figura europea más fascinante
‘El Genio de Sibenik’ es posiblemente el jugador que más pasiones ha levantado en la historia del baloncesto europeo. Odiado y amado, leyenda eterna. Romay recuerda su “genialidad, y su trabajo”.
Drazen Petrovic, considerado por muchos en dura pugna con Sabonis como el mejor baloncestista europeo del siglo XX, posiblemente pierda ahora el pulso con Doncic, Jokic y, antes, con Nowitzki, aunque más allá del talento, del físico y de la aportación de los citados en la NBA, la fascinación que provocó El Genio de Sibenik en la década de los 80 en el Viejo Continente no tiene parangón. Su manera de driblar, de penetrar, fintar y tirar, y su manera de celebrarlo, de provocar, incluso, de llevar al adversario al límite en un duelo psicológico inacabable, lo convirtieron en una personalidad única. Adorado y odiado, esa pasión que desencadenaba con su baloncesto y sus gestos, puño en alto, lo han hecho eterno. Ganador impenitente, trabajador agónico, obstinado con los desafíos… Irresistible.
Los niños, y no solo los de Sibenik o Zagreb, sino también los de España, imitaban una y otra vez (o lo intentaban) su bote diabólico entre las piernas antes de lanzar. Su entrada a nuestro Hall of Fame era imprescindible. A su familia, que tanto ha hecho por incentivar su recuerdo, este tributo a Drazen in memoriam le emociona. Cierran los ojos y aún escuchan cómo rebota la pelota en el parqué impulsada por sus geniales manos, las destinatarias simbólicamente del galardón, un balón dorado del que José María Arrabal, secretario general para el Deporte de la Junta de Andalucía, hizo entrega a Fernando Romay, rival encarnizado de Drazen y más tarde compañero en el Real Madrid. El pívot gallego, integrante del Salón de la Fama desde 2023, lo recordó así: “Detrás de lo bien que jugaba, de lo genial que era, había una cantidad de trabajo enorme. Un ejemplo para todos los chicos: ‘Por muy geniales que os creáis, trabajad mucho, como hacía Drazen Petrovic”.
El All Star, “cuestión de meses”
Una leyenda en vida que su trágico fallecimiento no apagó. Tenía 28 años cuando dejó huérfana a la canasta del Viejo Continente y con el interrogante de si hubiera seguido en la NBA para abrir definitivamente la puerta del All Star, del estrellato de la Liga, a un europeo no criado en América. En 1993 lo mereció: 22,3 puntos y 45% en triples… “Solo era cuestión de tiempo, de unos meses, creo yo”, asegura su hermano Aleksandar, Aza.
La otra opción de la estrella croata, la de la vuelta a Europa, también era atractiva. Al Panathinaikos o quién sabe si algún día de regreso al Madrid, como así lo creía Lolo Sainz, el técnico que lo dirigió en su aventura de blanco, una sola campaña, la 88-89, que se hizo tan corta como inolvidable.
Sus 62 puntos en la final de la Recopa al Snaidero de Osca Schmidt, otro hall of farmer español, forman parte de un legado de incalculable valor. Un récord, como dice Aza, que “no se batirá ni en 50 años”. Drazen fue brillante, rebelde y transgresor, un innovador a la vanguardia del baloncesto, un enfant terrible al que seguimos echando de menos. Mucho.
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