¿Por qué no está Tavares en la NBA?
Tavares es el más determinante de la Euroliga y está alcanzando un nivel histórico, sobre todo en defensa. No se plantea volver a la NBA.
No es difícil suponer que debe haber una pregunta que muchos aficionados, sobre todo lo que se preocupen menos por la letra pequeña en los quehaceres del baloncesto de los dos lados del Atlántico, se hacen en días como ayer: ¿por qué demonios no está Edy Tavares en la NBA? ¿Por qué ni siquiera hay rumores del interés de franquicias y de posibles grandes ofertas que tensen la cuerda con el Real Madrid cuando llegue el verano?
A simple vista, las razones son obvias para que así fuera: Tavares es enorme. Mide 2,21 y tiene una envergadura de 2,36. En cuanto uno profundiza, hay mucho más. Su constitución y su ética de trabajo hacen del pívot de Maio, una población de menos de 7.000 habitantes en Cabo Verde, un jugador de hierro. Incansable e irrompible. Tavares apenas se lesiona, nunca de gravedad y juega tandas de minutos que parecerían catastróficas para un jugador de su altura y sus casi 130 kilos de peso. Eso, la disponibilidad y la capacidad para estar siempre cuando hay que estar, es otro enorme plus de un jugador que añade un tercer valor a su monumental momento de forma: la madurez. Con 31 años, en el mejor momento de su vida deportiva, Tavares se ha elevado a unos niveles nuevos que le permiten dominar los partidos como nunca lo había hecho antes. Ya hace tiempo que parecía el jugador más determinante en el ámbito Euroliga. Ahora ya lo es claramente, eso y mucho más. La bomba atómica, la máquina Enigma. La ecuación que tienen que resolver los rivales para intentar ganar al Real Madrid. Y lo cierto es que, ahora mismo, casi nadie sabe. O puede. O ninguna de las dos cosas.
Así que tenemos a Tavares como Defensor del Año en la Euroliga por tercera vez (2019, 2021, 2023). Y como MVP de abril/mayo, lo que implica que fue el mejor jugador de los cruces de cuartos. Es obvio que fue así. Su lesión de rodilla en el primer partido contra el Partizán le hizo perderse la segunda parte de ese y todo el siguiente. Balance: dos derrotas en Madrid. Desde ahí, 3-0 con dos triunfos en Belgrado y victoria contra el Barcelona en la final de Kaunas. Cuatro victorias seguidas que han mandado al Madrid de una eliminación casi segura a la gran final. El partido por el título. En esos cuatro partidos, Tavares ha promediado 31,5 de valoración con 18,2 puntos, 10 rebotes y 2,2 tapones. Y ha firmado un 26/37 en tiros de campo.
En el primer partido en Belgrado, con la soga de la eliminación en el cuello de su equipo, aprovechó la baja de Lessort en el Partizán para gobernar el juego a su antojo: jugó más de 35 minutos y acabó con 41 de valoración (26+11+3 con un 11/14 en tiros). Ayer, contra el Barça, volvió a ser un factor inevitable en el esquema de Chus Mateo… y en la ausencia de esquemas de Jasikevicius: acabó con 39 de valoración y un +17 en sus más de 33 minutos en pista. 20 puntos, 15 rebotes (4 de ataque), 4 tapones, 7/9 en tiros de campo. Ni un tiro cómodo del Barça en la pintura, ni un ataque del rival que no se viera afectado por su inmensa presencia.
Así que, claro, ¿cómo no está ese jugador en la NBA o, al menos, en el radar de muchas franquicias NBA? Si se quiere contestar de la forma más completa posible, hay que atender a factores personales y cosas del juego.
Una NBA que no es para pívots clásicos
Cosas del juego: la NBA actual no es una competición para pívots como Tavares. No desde luego para que sean grandes estrellas y pilares esenciales de los mejores equipos. Es una liga de tiro de tres y esquemas con casi todos abiertos y atacando el aro de cara. De posiciones líquidas, circulación de balón, movimiento constante y ocupación rápida de espacios. Los gigantes que dominan las zonas, los cincos inamovibles de vieja guardia, se acaban convirtiendo en torres sacrificadas en las partidas de ajedrez de los playoffs, cuando el tiro exterior y la velocidad en los cambios defensivos del rival acaban determinando casi siempre el flujo de juego. Le ha acabado pasando a Rudy Gobert, el francés (2,16 y 2,35 de envergadura) que ha sido cuatro veces Defensor del Año y que, eso sí, tiene un contrato de cinco años y 205 millones de dólares. ¿A la hora de la verdad? Problemas, sobre todo en playoffs. Victor Wembanyama, el fenómeno de 19 años que desde Le Chesnay, al Oeste de París, quiere dominar el mundo, es un cantado número 1 del draft del que muchos creen que puede revolucionar, literalmente, el baloncesto. Mide 2,21 y tiene una envergadura de 2,34. Números casi clavados a Tavares… pero con el manejo de bola de un base y la movilidad y el tiro de un alero. Un jugador total, algo totalmente distinto, en esencia nunca visto, que se desmarca de cualquier marco posicional.
Cuando los Pistons fueron campeones en 2004 encajando solo 83,4 puntos por noche y la media de la NBA estaba en 93,4, baloncesto de cemento y hierro, se decidió avanzar hacia una competición de más puntos, más brillo ofensivo. Si se quiere, más parecida a los videojuegos. Más vistosa y espectacular para contrarrestar la huida de aficionados que siguió al adiós definitivo de Michael Jordan. Los árbitros se pusieron duros con el uso de los manos, los brazos y el cuerpo en defensa (hand checking, body checking…) y se empezó a dar zancadas hacia un baloncesto en el que se anota mucho y resulta francamente difícil defender. Al menos como antaño, así que los equipos se construyen ya también a partir de esa idea.
De esa y de otra que parece una obviedad: un tiro de tres vales más que un tiro de dos. Matemáticas simples pero un arma letal ahora que se no es difícil juntar en pista cinco buenos lanzadores que no bajen del 35% desde la larga distancia. Contra eso, las defensas han avanzado hacia variantes ultra agresivas, de anticiparse con cambios de emparejamiento permanentes y posiciones volubles. Así que, ahora, un alero alto y de brazos largos, con envergadura para manejarse atrás pero pies rápidos para quedarse con un base tras el bloqueo, tiene un valor mucho más alto que el viejo pívot intimidador, que sufre para llegar permanentemente a puntear triples, ve como se desvanece su influencia de forma radical (si está en un sitio, no está en otro) y acaba teniendo que perseguir a rivales bajitos más allá de la línea de tres.
Una diferencia capital entre NBA y FIBA
A eso se suma la regla de los tres segundos defensivos, que cambia de forma integral el baloncesto entre un lado y otro del Atlántico. Un asunto que transforma la concepción del espacio en la pista y hace, en el lado inverso del razonamiento, que a algunas estrellas de la NBA les cuente tanto adaptarse al baloncesto FIBA en los torneos de selecciones. El mejor ejemplo en los últimos años, al margen de algunas versiones de la propia selección de Estados Unidos, ha sido ese Giannis Antetokounmpo que supera rivales por aplastamiento en la NBA, con muchos espacios en los caminos hacia el aro, pero se encuentra con muros que le cuesta mucho más rodear cuando juega con Grecia. En la NBA, básicamente, el jugador defensivo no puede quedarse en él área restringida que rodea al aro más de tres segundos si no está defendiendo directamente a su adversario. En FIBA, sí. Por eso en EE UU los jugadores tienen rutas más claras hacia la canasta cuando superan a su par en uno contra uno. En Europa, mientras, se puede colapsar la zona con más eficacia y mantener un jugador ancla que apenas abandone la zona de intimidación.
Aquí, Tavares no tiene que salir constantemente del área en la que es más determinante. Puede condicionar con su envergadura todo lo que pasa cerca del aro sin riesgo de que el ritmo de tiro exterior y las normas arbitrales de la NBA lo saquen de los partidos o lo conviertan en un factor a explotar por el rival. Al contrario, en Euroliga es la pieza que determina todo, que pone del revés los sistemas del rival. Con los años, además, ha mejorado su lectura, su posicionamiento y su inteligencia para hacer pocas faltas. Y ha perfeccionado su físico hasta unos niveles que lo convierten en un jugador devastador, absolutamente dominante… en el Viejo Continente. Si uno rebusca, de hecho, puede encontrar a Sergio Rodríguez, ahora su compañero en el Real Madrid, hablando en 2018 sobre cómo condiciona todo el juego, cómo los equipos tienen que fichar para contrarrestar su efecto y cómo las normas del baloncesto podrían acabar cambiando por el perfil y el nivel del caboverdiano. Entonces, el Chacho jugaba en el CSKA. Y Tavares ni siquiera era tan imponente como ahora.
Una experiencia dura y muy frustrante
Pero también hay un factor humano. Tavares es feliz en el Real Madrid, donde es el mejor pagado del equipo, el límite por arriba de lo sueldos, con uno de los sueldos más altos de Europa. En 2017 llegó con un contrato de tres años, y en 2019 lo amplió hasta 2024. Entonces hubo interés, él mismo lo dijo, de franquicias NBA. Pero nada especialmente llamativo. Nada que pudiera hacer que cambiara de opinión. Ninguna de las dos partes, en realidad, tenía interés máximo en una reunión que no parece tampoco ahora cercana. Formado en el Gran Canaria, por eso juega como cupo, Tavares probó suerte en Estados Unidos entres 2015 y 2017, cuando regresó al Real Madrid tras unos meses muy difíciles. Curiosamente, y en uno de esos giros que pudieron cambiar la historia de nuestro baloncesto totalmente, negociaba con el Barcelona cuando irrumpió el Real Madrid de Laso, que había perdido por lesión a sus pívots, Kuzmic y Ayón, tenía de baja a Thompkins y recién recuperado a Randolph. A la carrera y con el juego interior entre algodones, se gestó un fichaje que acabó siendo trascendental.
Tavares (ganó Liga y Euroliga en su primera temporada) fue adquiriendo protagonismo y experiencia en sus dos primeras temporadas de blanco. Aprendiendo, adaptándose... y obligando a adaptarse también a un Laso que hasta entonces no había puesto el peso de su idea en tener pívots dominantes. Así fue quedando atrás una etapa frustrante en la que había pasado por Atlanta Hawks y Cleveland Cavaliers con muchos tramos en la Liga de Desarrollo: jugó en Austin Spurs, Canton Charge, Bakersfield Jam Raptors 905…
Con los Hawks, con los que debutó el 29 de octubre de 2015 (un punto y un rebote contra los Knicks) jugó como rookie 11 partidos con menos de siete minutos de media en pista. Promedió apenas 2,3 puntos y 1,9 rebotes. En la siguiente temporada jugó otro con los de Georgia y solo uno con los Cavaliers, que le habían echado el guante después de que fuera cortado por los Hawks. Allí lo intentó con todas sus fuerzas, antes de desfondarse entre viajes a la Liga de Desarrollo y mensajes poco claros. Se lo contó él a Gigantes: “Nunca he trabajado tan duro por tener oportunidades. E iba todo bien, a pesar de una lesión en una mano. Pero cuando Kyrie Irving dijo que se iba de Cleveland, dio la vuelta el plan que tenían conmigo. Iban a hacerme contrato para el año siguiente pero no me lo hicieron. Me dijeron que fuera a la Liga de Desarrollo otro mes y que luego me reincorporaría, pero aquello me decepcionó mucho”.
“Esa decepción después de hacer tanto esfuerzo me afectó mucho. Así que cuando me llamó el Real Madrid, no dudé, Quería ser feliz y jugar”, asegura un gigante que no se ha dormido en los laureles y que ha reconocido que se fijaba en Marc Gasol para ser un pívot cada vez más completo, en defensa y en ataque. Y en Madrid sigue, cada vez más importante y más feliz. Por eso la NBA no parece ahora una prioridad para él mientras que tampoco en la gran Liga se desviven los equipos por tener a jugadores de su perfil. Si se une todo, se tiene la respuesta a la pregunta inicial de este artículo... y a la razón por la que el Real Madrid tiene asegurado en sus filas a uno de los mejores defensores de la historia de la Euroliga y un jugador cuya aportación en ataque (bloqueos, finalizaciones, rebotes, pases...) cada vez es mas difícil de obviar también como factor también diferencial. Simplemente, el jugador más determinante de Europa ahora mismo. Con diferencia.