Madrid, dulce hogar

Los fantasmas del pasado y el presente acechaban en el WiZink Center. La fea eliminación de Copa aún escuece y la horrible racha de hace un año, iniciada en la final de Copa y en el siguiente encuentro ante, precisamente, el Zalgiris, aún no se había borrado de la memoria de los aficionados. Demasiadas coincidencias para estar tranquilos. Chus Mateo no quería ni oír hablar de maldiciones y pedía salir “con cabeza y enrabietados”. Al Real Madrid le costó un cuarto hacer suyo ese discurso. Las dudas atenazaron al equipo al principio, algo lógico. Pero en los segundos 12 minutos, cuando se sacudieron esa sensación extraña, se volvió a ver al mejor Madrid. A ese que aprieta atrás y sale como centellas en cuanto les dejan. El mismo que firmó sus mejores partidos antes del fatal viaje a Badalona.

Y eso que el Zalgiris engañó de salida, muy acertado desde la larga distancia (empezó con un 3/4). Los blancos empujaban por dentro con penetraciones de Deck y balones dentro a Tavares. Pronto Brazdeikis confirmó que las buenas actuaciones de las últimas semanas no eran casualidad. El alero comenzó a encontrar los espacios en la defensa blanca con una facilidad pasmosa: 9 puntos sin fallo, 2 asistencias y 12 de valoración para él en un primer cuarto en el que los lituanos se fueron ganando por poco (22-24) pero dejando mejores sensaciones. Causeur y Cornelie, que salieron de titulares, no aportaron prácticamente nada, mientras Musa no jugaba ni un minuto y Hezonja apenas unos segundos. Tavares se fue al banco al final del primer cuarto dando una imagen de despiste en varias jugadas. Tocaba despertar.

Williams-Goss jugó los primeros 12 minutos, más de lo habitual, por las bajas de Lull y Hanga, y el americano supo aprovecharlo. Máximo anotador y mejor valoración blanca de inicio. Cuando se sentó por el Chacho, ya estaban en pista Musa, Yabusele y Hezonja. El juego comenzó a acelerarse, a fluir, y cada canasta del Madrid costaba menos. Además, Brazdeikis abandonó la perfección, cosa lógica, y nadie le tomó el relevo, así que el Zalgiris comenzó a verse inferior por primera vez en el partido. 34-27 a 6 minutos del descanso; 39-27 un minuto después. El partido se había convertido en un correcalles del que salía claramente favorecido el equipo local, que lograba su máxima (+17) después de un parcial de 23-5. Nadie se podía explicar cómo Kazys Maksvytas no paraba el partido, con su equipo con un solo salvavidas, el rebote ofensivo (4-8 al descanso), al que ni siquiera sabían agarrarse en las segundas oportunidades. Bradzeikis volvió a poner a los suyos por debajo de los 10 de diferencia, pero el Zalgiris estaba desconectado. Deck, que llegó fuera de tiempo para cerrar con una bandeja la primera parte, recibió una falta por detrás cuando quedaba una décima. 2+1. El tiro libre del argentino se paseó por el aro y, antes de entrar él solo, un defensa del Zalgiris la empuja a la red. Canasta de dos. En resumen, 4 puntos regalados para el 53-38 que lucía el marcador en el descanso.

Suponemos que hubo bronca de Maksvytis en el vestuario, pero nadie podrá asegurarlo visto el resultado. El Zalgiris no solo no mejoró, es que empeoró. El mismo quinteto del Madrid que había empezado el partido sin conseguir ninguna ventaja destacable ponía ahora, en el tercer cuarto, diferencias cercanas a los 30 puntos. La intensidad de Deck, la mejoría diaria de Goss, Tavares viendo la canasta como una piscina… Parece mentira después de ver el buen primer cuarto de los lituanos, pero toda la segunda mitad fue un trámite. Uno de los que sirven para recargar pilas, limpiar la mente y olvidarse del pasado, como pedía Mateo en la previa. Vista al frente, lo más importante está por llegar.