Satoransky se queda en el camino
El base checo regresó de la NBA en el verano de 2022 y firmó por cuatro con un Barça en el que no ha dado el nivel que se esperaba de él.
El estreno de la era Peñarroya está siendo, por ahora, decepcionante. El Barcelona no pudo con el Real Madrid en la Supercopa, y perdió la oportunidad de recuperar algo de inercia emocional contra un rival que le había eliminado con barrida incluida (3-0) en las anteriores semifinales de Liga, los últimos partidos con Roger Grimau en el banquillo. Después, los resultados han sido irregulares: en Euroliga un gran arranque se ha ido enfriando y el Barça, que llegó a ser líder, es ahora séptimo y roza el 50% de victorias (7-5) después de tres derrotas consecutivas, dos en el Palau. La última contra un Real Madrid al que perdonó en los últimos instantes del último cuarto, antes de dos prórrogas que sellaron finalmente el triunfo visitante.
En Liga, la cosa ha ido peor: 5-3 en una competición donde el equipo azulgrana suele ir más holgado que en Europa. En total, y si se suma la derrota en la Supercopa, 12-9, un balance poco brillante al que tampoco acompaña el juego. Al Barça se le ven costuras en defensa en los grandes partidos europeos, no tiene continuidad muchas veces en partidos completos y en ataque se basa demasiado en el talento de sus grandes anotadores exteriores: Kevin Punter y un Nico Laprovittola que, para colmo, se ha lesionado de gravedad y ha dejado un hueco importante que tratará de cubrir, en la medida de lo posible, el fichaje de Neto. Chimezie Metu también cayó por un problema de rodilla, menos severo pero para semanas (Lapro se perderá toda la temporada) y su físico también se ha echado en falta en las zonas.
Por ahora, Peñarroya ha tenido buenos y malos momentos en el banquillo. Sigue trabajando. Pero el principal problema es que la plantilla parece buena pero no súper, sobre todo si se compara con la de los mejores equipos de la Euroliga. Es ya el segundo año desde que se intentó el viraje del ahorro para apoyar en el pésimo estado de las cuentas generales del club, y eso se nota. Pero, además, hay jugadores con grandes sueldos y de los que se esperaba mucho que están, sin embargo, decepcionando. Un caso claro es el de Willy Hernangómez, que no encontró su sitio con Grimau pero al que el cambio de entrenador no ha dado más peso en la rotación, sobre todo en los partidos de más nivel. Y otra situación complicada, quizá no tan mediática y analizada como la del pívot madrileño, es la de Tomas Satoransky, el base checho que regresó de la NBA en 2022, entonces con 30 años (ahora tiene 33).
Mareado en la NBA en cuanto su rendimiento fue en descenso (tres traspasos y un despido en medio año), decidió regresar a Europa y ponerse la última camiseta que había llevado (2014-16) en el Viejo Continente, la del Barça. Era, a priori, una noticia excelente para el club azulgrana, que se adelantó a un Efes que pujó fuerte por un jugador que regresaba con, en teoría, todavía muy buenos años de baloncesto por delante. Que solía brillar con la República Checa en el escaparate internacional y que no hacía tanto que (temporada 2019-20) había sido titular en Chicago Bulls con una buena producción: 9,9 puntos, 3,9 rebotes y 5,4 asistencias por partido en casi 29 minutos en pista.
Grande para ser base (2,01) y muy físico, Satoransky tenía trazas, con la madurez que le faltaba cuando se fue a EE UU, de jugar dominante en Europa, de fichaje estratégico. El Barça lo tuvo claro y cerró un compromiso por cuatro años (hasta el verano de 2026) y alrededor de 1,8 millones de euros al año. Un sueldo que la pasada temporada, por ejemplo (esta actual ya no) estaba entre los diez más altos de la Euroliga. Con la exigencia que eso conlleva, claro.
Sin embargo, y ya metido en su tercera temporada en esta segunda etapa de azulgrana, el rendimiento de Satoransky se puede considerar muy decepcionante si se compara con las expectativas que generó su llegada, el rango que ocupa en el equipo por salario y las necesidades de un vestuario en busca de una nueva personalidad competitiva que no termina de concretarse. En muchos partidos Sato pasa desapercibido, no está especialmente bien ni especialmente mal, y eso es en sí mismo una muy mala noticia. Un mal síntoma. Tiene flashes, en la distribución o en penetración, del jugador que debería ser. Pero no continuidad, ni liderazgo. Y sus problemas con el tiro exterior se convierten en un lastre que los rivales explotan descaradamente.
En el mejor caso, Satoransky es sólido, correcto, un buen jugador complementario. En los peores momentos, desaparece completamente o naufraga cuando intenta elevarse y echarse al equipo sobre los hombros. El Clásico del jueves fue uno de esos días especialmente malo para un jugador que, por ejemplo, también estuvo muy mal en ataque en la eliminatoria contra el Olympiacos que dejó, la pasada primavera, sin Final Four al Barcelona a pesar de que el equipo catalán la afrontó con factor cancha a favor. Y que tampoco pudo ser estrella en la Final a Cuatro de Kaunas, cuando el Madrid ganó en semifinales a un Barça que era, a priori, favorito.
En la Euroliga, Satoransky promedia 7,3 puntos, 3 rebotes y 4,3 asistencias para 11,3 de valoración. Y está, un aspecto crucial, en un 34% en tiros de campo y un 27% en triples. En la ACB baja, en menos de 20 minutos en pista, a 6,4 puntos, 3 rebotes, 4,3 asistencias y 10 de valoración. Ni los números ni las sensaciones suelen ser de jugador importante, y eso lastra a un Barça que reordena sus jerarquías y que creyó que fichaba en 2022 al que iba a ser uno de los jugadores determinantes de verdad en el nivel Euroliga. No está siendo así, y parece difícil que eso cambie con el tercer entrenador y superado el ecuador de un contrato que es ahora mismo, y si sigue la misma inercia, más problema que otra cosa para un Barça que necesita estabilizarse y competir mejor para que la temporada no acabe siendo, pese a las obvias virtudes de un equipo con potencial, muy larga.
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