Euroliga

París es la nueva revolución

Siete victorias seguidas, con un estilo frenético y tremendamente atractivo, para un recién llegado que quiere convertirse en un fijo de la Euroliga.

El Paris Basketball pasó como un torbellino por el Palau (87-103), la sexta victoria seguida de un equipo lanzado que acaba, de hecho, de sumar la séptima en otra plaza de renombre: Estambul (84-93). Después de pagar la novatada en el arranque de la competición (1-3, las tres derrotas por una diferencia total de diez puntos), todo han sido victorias. En 8-3, el equipo es tercero y va camino de ser un exótico debutante con balance positivo en la Euroliga, algo que en la última década solo ha conseguido, hasta ahora, el Mónaco 2021-22 (15-13 en la fase regular, 17-16 si se añaden los playoffs).

Ya se sabe lo que hay en juego: si se mete en cuartos, este Paris que se ganó la plaza asfaltando la última Eurocup (título con un balance total de 22-1) tendrá asegurada su continuidad entre los grandes. Si no… tocará pelear en los despachos, pero la cosa tiene buena pinta si se piensa en el próximo reparto de wildcards. El terremoto parisino va a mover algunas sillas, veremos si de otros aspirantes (Valencia Basket, Hapoel Tel Aviv) o de alguno de los que ahora están en competición, como Virtus de Bolonia o ese Alba de Berlín que tiene a su favor la sede, un mercado estratégico, pero en contra que su proyecto deportivo no deja de chirriar. El Paris pidió estrenarse con licencia de tres años, para asentar y dar estabilidad a su plan económico y tener tranquilos a los inversores. No lo consiguió… pero eso no evita que sea, ahora mismo, difícil imaginar la Euroliga de los próximos años sin un equipo que además juega, claro, en París.

¿Cómo no le va a gustar eso a la Euroliga? También le gusta, por cierto, a Adidas, que empuja fuerte y que de hecho tiene los derechos de naming (Adidas Arena: cinco años ampliables a siete, 2,5 millones de euros por cada uno) del nuevo pabellón en el que juega un equipo que ya convoca a más de 7.000 aficionados en la mayoría de partidos de Euroliga. Y que, sin duda, está aprovechando la estela ganadora que va dejando, ahora mismo, a su paso el baloncesto francés. La impronta de los Juegos Olímpicos (el pabellón fue sede de competiciones como el bádminton o la gimnasia), con el Team USA de LeBron, Curry y Durant y las platas de Francia tanto en masculino como en femenino, y el impulso de la aparición de un fenómeno generacional como Victor Wembanyama. No solo él: la NBA se ha llenado de jóvenes franceses elegidos muy, muy arriba en el draft (Risacher, Sarr, Salaun, Coulibaly…).

Un protagonista inesperado: David Kahn

El Paris confirmó un presupuesto de 19 millones de euros que ha doblado, para el estreno en Euroliga, al que tuvo el año pasado en Eurocup. Es un salto de gigante si se compara con los 2,5 millones que se manejaban en la temporada 2018-19, cuando el equipo debutó en la Segunda francesa, la Pro B, sin más objetivo que salvar la categoría tras hacerse con la plaza de un desahuciado Hyeres-Toulon. La operación se cerró con 50.000 dólares puestos por unos compradores que se hicieron cargo, además, de una deuda que superaba el millón de euros. A la cabeza, con una visión arriesgada pero firme, estaba (y sigue estando) David Kahn (63 años), el periodista que se convirtió en ejecutivo de la NBA y que convirtió su nombre en maldito tras un pésimo tramo de cuatro años en Minnesota Timberwolves: balance de 89-223 y el draft de 2009 como eterna cruz en su currículum. Los Wolves necesitaban bases y eligieron a dos con los picks 5 y 6: Ricky Rubio, que firmó una carrera notable pero no rompió en estrella fundacional, y un Jonny Flynn que nunca dio nivel de buen jugador NBA. El 7, justo después de ellos, fue otro base que cayó en el regazo de Golden State Warriors: Stephen Curry. El resto, imagino, es historia conocida por todos.

Kahn, abrasado por las circunstancias de su etapa en Mineápolis, le dio después vueltas a su siguiente paso: impartió clases en escuelas de negocios, volvió a escribir (Bloomberg, Sports Illustrated…) y se pensó comprar una franquicia de G League. Pero, y porque ya era un enamorado de Europa, decidió intentarlo en Francia. No entendía que una ciudad como París no tuviera un gran equipo de baloncesto, y desde su mentalidad americana olisqueaba una oportunidad: en el otro lado del Atlántico suele ser habitual que varias ligas profesionales compitan por la atención de una ciudad (NFL, MLB, NBA, NHL…), pero en París solo tenía que dejar volar al intocable fútbol y establecer a su nuevo equipo como una sólida segunda opción en un mercado que se abre a un área metropolitana de doce millones de personas.

Era el momento: asomaban los Juegos, se cernía la inacabable silueta de Wembanyama y se contaba con el visto bueno de la Federación Francesa, que también quería un equipo en la capital (el voto afirmativo llegó en 2018). El Paris Basketball nació en el modesto Halle Georges Carpentier, esperando el traslado al Adidas Arena casi sin instalaciones para entrenar y perdiendo dinero sin parar en sus primeros años, en los que peleó por no descender hasta que se vio, de pronto (2021) en la Pro A. El plan estaba casi consumado, pero todavía hubo que sufrir y apretar los dientes en una primera temporada en la elite francesa en la que la salvación no llegó, carambola incluida, hasta la última jornada. Después, sí, el proyecto se asentó y se disparó con la invitación para jugar Eurocup.

Kahn trasladó el estilo americano a su nuevo proyecto: noches USA que animaban a los aficionados a llevar camisetas de franquicias NBA, partidos en África, celebraciones del año nuevo chino… y suerte si reunía a 3.000 aficionados. Su toma de decisiones, no compartida por todos en el ideario europeo, incluyó llamadas a entrenadores de perfil NBA: lo intentó con Quin Snyder (hoy al frente de los Hawks) y tuvo un año en nómina (2022-23) a Will Weaver, ahora asistente en los Nets de Jordi Fernández. Cuando este rechazó seguir en el verano de 2023, Kahn dio un paso que acabó siendo definitivo: fichó al joven finlandés Tuomas Lisalo (ahora 42 años y asistente en Memphis Grizzlies), que acababa de ganar la Champions League con el Bonn. Y fichó, de paso, a seis jugadores del equipo alemán. El trasvase funcionó: lo que ganó la BCL en 2023 sirvió para ganar la Eurocup en 2024. Y para ascender a la Euroliga.

Un estilo fresco, vibrante... y ganador

No solo ganar: el Paris se convirtió en la sensación de Europa, una especie de sucursal NBA en el Viejo Continente. Baloncesto vertiginoso, un constante caudal ofensivo, mucho tiro de tres, respeto a la libertad individual de los jugadores y un maravilloso desorden que vuelve locos a los rivales. Una máquina de ganar partidos, un imán para atraer público a las gradas. Cuando Lisalo decidió irse a los Grizzlies, Kahn volvió a arriesgar y puso el equipo en manos de Thiago Splitter, el brasileño que fue excepcional pívot en el Baskonia (durante una década) y la NBA (siete años). Splitter había sido asistente de los Nets y estaba en los Rockets cuando recibió la llamada de París y no se lo pensó: con él, el equipo ha mantenido sus señas de identidad y su estilo vibrante, atrevido… y ganador. Y lo ha hecho en el más alto nivel de Europa, el escalón Euroliga.

La plantilla no sufrió cambios de primera magnitud: llegaron Maodo Lo (de Milán), Yakuba Outtara (Mónaco), Daulton Hommes (Trento, lesionado desde comienzo de temporada), Leopold Cavaliere (Estrasburgo) y el pívot Kevarrius Hayes (Zalgiris). Pero se mantuvo un bloque en el que hacen una labor tremenda el finlandés Mikael Jantunen, Collin Malcolm o Tyson Ward, y en el que dirigen la maquinaría (a toda mecha), el escolta Nadir Hifi (un talento kamikaze de 22 años) y, sobre todo, TJ Shorts, un excepcional base que está para pelear el MVP en su primer año en Euroliga. Ya lo fue, en los dos cursos pasados, en BCL y Eurocup. En los dos casos, de las fases regulares y las finales. Shorts (1,75, 27 años) promedia 18 puntos, 7,7 asistencias y 22,1 de valoración, y es la personificación de la forma de jugar de su equipo, inimaginable sin su ritmo y su frenética toma de decisiones.

Shorts decidió en verano seguir en París a pesar de que su sensacional temporada en la Eurocup llamó la atención de peces muy gordos de Euroliga. Fue, seguramente, un golpe sobre la mesa de su equipo, la reafirmación de un proyecto que va a toda velocidad, en la pista y en los despachos, que quiere ser un fijo en la elite europea y que, por ahora, es la sensación de la temporada. No es poco. Y veremos, cuando llegue la hora de competir por el título, si no es más incluso más que eso. Porque se está ganando, de eso no hay duda, el derecho a soñar.

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