El Madrid acalla el Pionir

El Madrid ganó en Belgrado (59-79), en pista del Estrella Roja, con unos últimos 15 minutos fabulosos (12-37), en los que desactivó al enemigo, al equipo más mejorado de esta Euroliga, que con Dusko Ivanovic en el banco y el fichaje de Luca Vildoza (de baja ahora) apilaba ocho victorias en diez jornadas. Y esperaba contar con Campazzo, pero las deudas del club y la falta de claridad documental se lo impide, en principio, hasta marzo. Esos problemas y la lesión de Hassan Martin no lo habían frenado en Valencia, por ejemplo, hace una semana, aunque para el Madrid esta era una gran ocasión frente a un contrincante que con su plantel al completo puede abatir a cualquiera, incluso en un playoff con la desventaja de campo. Campazzo, Vildoza y Nedovic son canela en rama en el uno-dos. Así mismo, faltaba este martes Ben Bentil, un interior con manita, por lo que la situación forzaba a Nemanja Nedovic y Filip Petrusev a cargar con más peso. No pudieron con tanto, ni con Tavares (17 puntos, 12 rebotes y 4 tapones para 35 de valoración) ni con Musa (19 tantos). Además, la irrupción de Sergio Rodríguez, Cornelie y las defensas de Abalde y Hanga sobre la estrella local también determinaron el éxito. Muy bien el Real atrás todo el duelo, y muy bien en ataque cuando tocó rematar. Ausentes, Rudy y Deck (lesionados), y no actuó Hezonja, que se incorporó en Serbia a la expedición tras varios días sin entrenarse por motivos personales.

El caso Campazzo le añadía pimienta al partido, aunque a la afición del Estrella Roja no hace falta calentarla, el ardor le viene de serie, y más en un pabellón como el Pionir, a la antigua usanza, como cuando salir a jugar fuera en Copa de Europa era hacerlo a una ratonera. De eso ha pasado mucho tiempo, el arbitraje ofrece ahora muchas garantías y los desmanes que se cometían han quedado en anécdotas que recuerdan los más viejos del lugar. Lo que no quita para que aún en ambientes como este se rebase alguna vez la línea roja, así pasó cuando en el minuto 17, tras una canasta de Yabusele con personal adicional, tiraron a la cancha, junto al banquillo madridista, un vaso de plástico con líquido dentro que detuvo el juego con la correspondiente advertencia a la grada.

Un mal momento para los blancos, que habían encarado bien el inicio para irse asentando en sus puntos fuertes hasta alcanzar el +14 (17-31) tras un triple del Chacho y un 2+1 de Musa. El bosnio sumaba a la carrera, Williams-Goss había hecho un buen primer cuarto y Tavares marcaba territorio, por lo que Petrusev, la joven promesa de 2,11 m y 22 años, no entraba en acción y se empeñaba en lanzar de tres.

Nedovic había salido desde el banquillo y clavó dos triples pronto, pero se detuvo. Su segunda arrancada levantó a los suyos, le ayudó un par de acciones de un exmerengue, Ognjen Kuzmic. El perímetro blanco entonces lo formaban los Sergios y Musa, no parecía el mejor para defender; sin embargo, el problema estaba en ataque, en un apagón generalizado que metió al Estrella Roja en el duelo. Con esta nueva dinámica Petrusev se sumaba a la causa, incluso coincidiendo varios minutos con Kuzmic, un 2,14. Empleaba su rapidez para asaltar el aro y le entraban los triples porque ya no se empecinaba.

El parón español fue de tal magnitud que el parcial se le fue de las manos, un 20-4 que daba la vuelta a la tortilla: 42-38. Y en seguida, 47-42, pura zozobra… En el Madrid, entre todos, encontraron el tapón para tapar el boquete en el fondo de la barca. Primero dejó de entrar agua y luego añadieron el motor fueraborda para planear sobre Belgrado, donde más de la mitad de la ciudad, la del Partizán, celebró el triunfo (o la derrota de sus vecinos).

Abalde y Hanga, por relevos, sujetaban a Nedovic, mientras que Tavares iba a las ayudas y barría todos los rechaces ofensivos (7), Sergio Rodríguez (7 asistencias) se hacía con la batuta, Musa era el capocannoniere (19 puntos) y Cornelie un factor fundamental, con su amenaza para abrir el campo, aunque más esta vez con su actividad bajo el aro y su velocidad para culminar en las alturas. La nave vikinga rugía; ahora eran los locales los que nadaban a ciegas, el apagón cambiaba de lado. Una sola canasta en casi nueve minutos para un salvaje 2-22 (si lo ampliamos, 4-27) que rompía el pulso: 51-69. El efecto Pionir quedaba acallado sin un final en el alambre.