Copazzo blanco

No era un título más, el Barça y Roger Grimau perseguían el respaldo a su proyecto, ese que había logrado el Madrid en 2012 en el mismo torneo, un impulso vital para la instauración del Lasismo. Algo parecido pretendía el club azulgrana y, de paso, dar el zarpazo, igualar tras 88 ediciones a su gran rival en la cabeza del palmarés. Lo uno y lo otro no se produjo. El Madrid venció por 96-85 y es el rey de copas, 29 títulos ya, vuelve por sus fueros cuatro años después del éxito de 2020 también en Málaga. Una confirmación plena de la etapa de Chus Mateo, de la consolidación del cambio de guardia en el banquillo, que se intuía complejo. Cuarto título con el técnico madrileño en curso y medio, dos Supercopas, la Euroliga y esta Copa.

El mejor equipo de la temporada en Europa no llegaba boyante a la cita, pero ha sabido crecer en estos cuatro días incluso sin el Tavares más determinante. Dio igual, sufrió con el UCAM, noqueó al Valencia y en la final le aguantó un pulso enorme al Barcelona y lo derribó en el asalto definitivo. Vincent Poirier fue un coloso, rozó el MVP (17 puntos, 8 rebotes, 3 recuperaciones y 2 tapones para 32 de valoración en 22:53) y quebró al enemigo, a Vesely (cinco faltas) y a Willy, que dieron la talla; aunque el premio individual se lo llevó Facundo Campazzo (18 tantos y 6 asistencias). Decisivo desde el jueves. Deck, Yabusele y Musa alcanzaron cotas muy altas, imprescindibles esta vez para su entrenador. La labor atrás del Facu y de Deck para limitar al perímetro azulgrana en la segunda parte vale igualmente el trofeo. El Madrid es el mejor de Europa ahora, el Barça anda a su estela, se acerca y espera a Ricky Rubio... Emociones fuertes para el cierre de campaña.

La final arrancó con rango de duelo estrella del continente, el primero contra el segundo de la Euroliga, en una Copa que es el torneo más admirado, como decía Laprovittola antes del salto inicial. Y lo uno y lo otro se cumplió. Qué choque, qué competición. Grimau volvió a plantear de salida contra el Real un quinteto altísimo, con Jabari Parker, Da Silva y Vesely a la vez, con todos cambiando continuamente atrás para dificultar las maniobras al rival (Campazzo perdió cuatro balones en el primer cuarto, no todos achacables a él) y para cerrar bien el rebote. El problema es que en ataque la cosa no fluía, siempre lejos de la zona (Tavares ponía tres gorros entonces), y, tras algún error, el Madrid corría y corría. Eso le dio ventaja pronto: 9-2. La faceta encestadora de Satoransky, que no es la más habitual, sacó a los suyos del enredo. Eso unido a la clase de Jabari con alguna carrera y penetración de las suyas. Entraba en escena Lapro, primero frente al Facu y luego ante Musa. Dos triples. La sensación era de dominio blanco (25 a 12 en valoración, de hecho), la realidad: 19-19 tras un palmeo in extremis de Willy.

Y a Sato le cogió el testigo Jokubatis, que se compaginaba bien con Laprovittola en el base-escolta. Un buen tirón: 22-26. Andaba sobre el parque la vieja guardia vikinga, Sergio Rodríguez, Llull y Rudy. Y Hezonja, con el que conectó el Chacho en un corte y ese mate enchufó al croata. A continuación, un triplazo saliendo del bloqueo a lo Carroll. Hasta 12 puntos entonces de Supermario. El otro que se encendió con los pases fue Poirier, que incluso clavó un tiro de cinco metros en una jugada preparada a falta de 4 segundos para el descanso. Hubiera sido la última diana de no mediar una superréplica de Brizuela con pase al limite para el triple de Kalinic: 43-45. Más madera, qué vértigo. Nueve alternativas en el marcador solo en esos diez minutos.

La rotación de Chus Mateo

La fiesta no iba a decaer en la reanudación. El Madrid repitió quinteto, no su rival, que optó por uno más clásico. Y la consigna era cargar con todo sobre la defensa culé, hasta debajo del mismo aro. Lo interpretó Deck a la perfección, una y otra vez. Tavares colocaba su cuarto tapón, uno que descolocaba a Kalinic. A cambio, Vesely le buscaba las vueltas a la torre con su tirito de media distancia, y cada vez que había un desajuste. La intensidad del ya campeón era mayor, controlaba el rebote (pese a dos seguidos ofensivos de Willy resueltos con canasta) y mandaba en defensa con los argentinos. Ninguno, eso sí, acertaba un solo triple. Esa pujanza desniveló levemente la balanza.

El empellón del último acto acabó de romperla. No había rotación, salvo en el cinco. Chus Mateo confiaba en el póquer Campazzo, Musa, Deck y Yabusele con Hezonja en el banco hasta que restaba 3:23 por la cuarta de Gaby. Le funcionaba aun a riesgo de encarar un final al límite de la resistencia. Musa volvía a entrar con el cuchillo en la mantequilla para el mate de Poirier, Yabusele embocaba dos triples, Deck otro y el contrincante se tambaleaba: 77-68, KO técnico.

El Barça no lo levantó porque, entre otras cosas, enfrente tenía a un portentoso Poirier. Pareja diabólica la que forma con Tavares. Que Edy no está aún a tope, él hace lo suyo y un poco más. Inmenso. Un palmeo del francés a tiro libre de Yabusele cortó las alas a cualquier posible reacción. La fiesta se desató en la grada, el Carpena parecía el Palacio, los tres últimos minutos fueron de celebración pura y dura. El Madrid ha vuelto, siempre lo hace.