Lakers: ¿la culpa era de Gasol? ¿Y la solución traspasar a Kobe?

Los Lakers marchan 0-5. Sin jugar especialmente mal (además…) ni han ganado ni han evitado, casi sin especialistas defensivos, encajar 584 puntos, una media de 117 que les pone en peores cifras que las acumuladas con Mike D’Antoni y que arroja un total que sólo ha alcanzado otro equipo en sus cinco primeros partidos durante los últimos 20 años: los Warriors de la 2007-08. El calendario no ha ayudado pero es que en el Oeste el calendario nunca ayuda.

Con un ojo en el feedback que sigue a estas derrotas, se percibe un cierto tono de revancha entre una parte de la afición española, supongo que la menos fiel a la NBA en sí y la que tiene un interés más estacional y centrado en los jugadores españoles y sus circunstancias. Algo así como “ahora seguid diciendo que el problema era Pau Gasol”. Desde el luego, el problema de los Lakers no era Pau Gasol, pero el problema de Pau Gasol tampoco eran los Lakers.

Pau Gasol ha vivido, sencillamente, las dos caras de la crudeza metodológica del deporte profesional estadounidense. Una que le ha tenido tres años en el centro de todos los rumores de traspaso que circulaban por L.A., la misma que le sacó de la depresión en Memphis y le puso, de la noche a la mañana, una de las camisetas más míticas del deporte mundial en ruta hacia (con él como uno de los actores principales, claro) tres finales seguidas y dos anillos de campeón de la NBA. La misma que le ha hecho ganar ya más de 178 millones de dólares si se incluye su actual contrato con Chicago Bulls, que terminará de cobrar en 2017. Pau Gasol sufrió y participó, a partes iguales, de la convulsa era post Phil Jackson que está descuadernando a los Lakers, colocado en un millón de operaciones pero cobrando en las dos últimas temporadas más de 38 millones de dólares por un despliegue en la cancha más que cuestionable. Con todas las excusas que se quieran lanzar (lesiones, desubicación, desmotivación, diferencias con Mike D’Antoni...). Pero cuestionable, desde luego.

Gasol eligió Chicago porque le convenía en lo deportivo. Los Lakers quisieron deshacerse antes de él por la misma razón. Las reglas del juego. De hecho, a una reunión perfecta (las dos partes necesitaban ganar en el corto plazo y se ayudaron mutuamente a lograrlo… juntas) le han sobrado años y partidos, casi todos los que se han jugado desde el veto al traspaso de Chris Paul. Porque el gran problema de los Lakers no era evidentemente Gasol y no es, aunque sí es un problema notable, el contrato de más de 48 millones de dólares por dos temporadas firmado al actual Kobe Bryant. El problema es un tótum revolútum que se ha llevado por delante a un equipo que fue campeón de la NBA el 17 de junio de 2010. El fallecimiento de Jerry Buss, seguramente el mejor propietario de la historia del deporte estadounidense y la guerra de su hijo Jim con Phil Jackson, a su vez pareja sentimental de Jeanie, hermana de Jim. Una hoguera de vanidades que ha acabado con Jackson y Derek Fisher, otra leyenda laker, en los Knicks. Y, claro, el fracaso de los planes B, C y D cuando la NBA (que ejercía el mando interino en unos descabezados Hornets, entonces en Nueva Orleans) vetó el 8 de diciembre de 2011 el traspaso a los Lakers de Chris Paul en una operación que enviaba a Gasol a Houston y a Odom a los Hornets. En ese eje se contaba, sin decirlo muy alto, con la llegada posterior de Dwight Howard, ya en guerra con Orlando y amigo íntimo de Paul, que acabó en los Clippers. Los Lakers no supieron traspasar a tiempo y en operaciones ventajosas a Gasol y Odom, así que se les pasó el arroz demasiado rápido porque tampoco tuvieron suerte con el órdago a grande que fue el proyecto Nash-Kobe-Metta World Peace-Gasol-Howard.

Ahí entra Kobe. Y sus evidentemente excesivos (monstruosos) 48 millones y el pavor que inspira en otras grandes estrellas, que en los últimos tiempos no quieren ir a los Lakers. Lo nunca visto, como que un agente libre salga de L.A. todavía en sus años de plenitud (Howard). Kobe (tantas veces solución) es parte del problema, no el problema capital que consideran algunos y que ya ha abierto una veta de opinión que irá a más a medida que se apilen las derrotas en los sótanos de las instalaciones de El Segundo: ¿hay que traspasar a Kobe Bryant?

De vuelta al negocio, el podría ser una respuesta obvia. Los Lakers limpiarían sus millones y liberarían unos de los trono de rey más atractivos de la NBA. Podrían obtener contratos que acaben el próximo verano (libertad) y, sobre todo, primeras rondas de draft. Asunto crucial porque los Lakers tendrán seguramente una elección muy alta pero tienen muchas opciones de tener que dársela a los Suns como parte del pago por Steve Nash: sólo será de los Lakers si es top-5 y sólo será top-5 seguro si los Lakers son uno de los dos peores equipos de la temporada. En cuanto sean terceros comienza el riesgo de elegir por detrás del número 5 y quedarse sin nada.

Pero Kobe Bryant es Kobe Bryant. No solo no hay demasiados equipos que podrían absorber su contrato y su figura (¿los Knicks de Phil Jackson?) sino que para los Lakers la jugada podría ser finalmente contraproducente. Porque Kobe (que además tiene claúsula antitraspaso) es uno de esos pocos jugadores que son muchísimo más que un jugador, casi lo último que les queda a los Lakers de los Lakers en su actual estado de espanto y confusión. Y no hablo sólo del corazón: las entradas para sus partidos siguen siendo las segundas más caras de la NBA (en un promedio de unos 165 dólares). Sólo por detrás de los Cavaliers, en plena inflación tras un regreso de LeBron (el peso de las megaestrellas...) que les ha hecho pasar de ser segundo por la cola a líder, y de un promedio al cierre de la pasada temporada de 25 dólares (sólo por detrás de los Pelicans) a los actuales más de 216. Y porque los Lakers están en un contrato televisivo de 4.000 millones con Time Warner. Las dos cosas, espectadores en la grada y delante de la televisión, sólo se justifica ahora mismo en los Lakers por Kobe Bryant. Los rumores se intensificarán seguramente en enero, antes del cierre del mercado y cuando el equipo ya esté (previsiblemente) desahuciado por completo. Para entonces, de hecho y si no sucede nada extraño, Kobe habrá superado a Michael Jordan y se habrá situado tercero en la lista de anotadores históricos, una foto a la que los Lakers no pueden renunciar. Es lo que les queda: la mística.

Se habla y se hablará de Rondo, de Marc Gasol, de raptar agentes libres restringidos (Leonard, Monroe…) tal y como los Mavericks sacaron a Parsons de Houston. Pero parece improbable que la gallina de los huevos de oro vuelva a producir a destajo, como ha hecho tantos y tantos años, sólo porque se traspase a Kobe Bryant, asunto que además tampoco gusta a la mayoría de aficionados de la franquicia. Los mitos y sus contrapesos, otra vez para lo bueno y para lo malo.

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