SOCIEDAD

¿Por qué las plantas de los pies y las palmas de las manos no se ponen morenas con el sol?

El grosor de la piel en estas zonas del cuerpo es el triple que en otras. Además, son áreas que están generalmente poco expuestas a la luz solar

Germán Lama Europa Press

Conseguir un moreno elegante, con brillo y equilibrado es el objetivo estival de millones de personas. Muchos de ellos vienen, desde todos los rincones del mundo, a las tranquilas playas españolas. Es un lugar perfecto para conseguir un tono parduzco de esos que hacen nacer envidias. El método más habitual es escoger un pedacito de arena, extender la toalla y espatarrarse como caído desde las alturas. El riesgo, claro, es acabar convertido en cangrejo moribundo en vez de en suave caramelo.

Otra cuestión que hay que tener en cuenta -además de los peligros de salir quemado como palomita rancia- es la de las regiones del cuerpo de difícil acceso para los rayos solares. Por mucho que saque uno sus mejores dotes de contorsión a pasear, siempre hay recovecos que permanecen enrocados en el terreno nuclear. Hasta cierto punto, esto es inevitable. Y a continuación explicamos por qué.

Es de dominio público. Por muy de bronce que sea el bronceado, o muy de aceituna que sea tu aceitunado, las palmas de los pies y de las manos permanecen como pintadas con leche condensada. No hay forma humana o extraterrestre de trasladar el moreno a estos puntos. El motivo es, en realidad, más físico que otra cosa. La piel es en estos rincones hasta tres veces más gruesa que en otros. Por lo tanto, es mucho más difícil que se produzcan las deseadas alteraciones cromáticas.

Sol con moderación

Pero no es esa la única explicación. Es que, además, las palmas, por su posición, suelen recibir mucha menos luz solar que otras partes. A no ser que tenga usted la rara costumbre de ir por la calle como chocándole los cinco a la bola de fuego que ocupa nuestro cielo. Pero esto, ciertamente, es improbable. Así que, para la inmensa mayoría de los humanos, es misión imposible la de conseguir un tono de piel siquiera parecido al que todavía luce Sofía Loren -y, hasta aquellos poquitos afortunados que cogen el colorcillo, tienen que enfrentarse al hecho de que siguen sin ser Sofía Loren-.

Por lo tanto, ahora que llega el verano, los calores, los sudores, la sombrilla, las palas, las olas y el doble en terraza, hay que tener en cuenta que más vale pájaro en mano que un colorado marrano. Lo de tomar el sol, con moderación, midiendo bien los tiempos y tomando las precauciones pertinentes para no dañar la piel. No es esto una competición para ver quién se parece más a un atleta apolíneo de la antigua Grecia.

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