SOCIEDAD

La desagradable escena que se encontró un camarero en el baño del bar

El trabajador descubrió estupefacto que uno de los clientes había arrancado el papel pintado de la pared para limpiarse después de hacer sus necesidades

Va uno a un baño público. Cuando termina de usarlo, piensa: “Qué sucio está, no voy a tirar de la cadena por no mancharme”. Así que deja su suciedad añadida a la que ya había. Pasan unos minutos. Llega el siguiente usuario necesitado de micción -o algo más, si es valiente-. Como se encuentra la estancia aún más mugrienta, hace un razonamiento idéntico al de su predecesor. Y así se alimenta, sin fin, el ciclo de la guarrería.

Todo el mundo va con pies de plomo en estos inodoros compartidos. Nunca se sabe qué cachetes ha visto la taza antes de los propios. Así que, a tiro hecho. Como un Navy Seal en una operación relámpago. Llegar, hacer lo tuyo, y marcharte a toda prisa de ese sitio que, seguramente, huele raro. Solo en momentos de acuciante necesidad, cuando los sudores fríos recorren el cuerpo después de haber estado aguantando demasiado, se alegra uno sinceramente de encontrar estos puntos de descarga.

Aunque también los hay con menos escrúpulos. Gente que se recrea en la cochinada, haciendo gala -hay que admitirlo- de bastante entereza. Pero para ser de estos hay que tener estómago de plomo y nervios de acero. Haber nacido para el riesgo. Son el pequeño grupo poblacional que no hace un cuadradito de papel higiénico para evitar el contacto del trasero con el váter.

Escatología imaginativa

No obstante, en su ánimo por explorar los límites humanos, a veces estos astronautas escatológicos se pasan de vivos. Ha sido el caso del misterioso cliente de un bar. Fue uno de los camareros el primero en presenciar la escena del crimen. Dentro del inodoro había un inmenso atasco de papel. Una pelota almidonada. Pero ojalá la providencia hubiera querido que eso fuera todo.

Debe ser que el usuario se quedó sin forma de limpiarse en mitad de la operación salida -fecal-. Pero no iba una piedra a impedir que él caminara su camino. En seguida, se le iluminó la bombilla. Vamos, que arrancó el papel pintado de la pared y se lo restregó por zonas feas. La famosa cuenta de Tuiter @soycamarero se hizo eco, con entendible estupefacción, de la esperpéntica escena. Pero es que sobre gustos y cacas no hay nada escrito.

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