SOCIEDAD

La amenaza de un encargado a una camarera: “No te contratará nadie”

Ella iba a realizar una entrevista de trabajo cuando le llamaron por otra oferta a la que se había presentado. Aceptó y no acudió a la prueba, lo que desató la ira del hostelero.

El mundo laboral. Esa jungla de contratos temporales donde se avanza de entrevista en entrevista como el explorador que aparta maleza a base de machetazos. Aquella selva en la que el indefinido es un templo sagrado custodiado por fijos discontinuos que arrojan lanzas entre cantos tribales. Un sueldo a final de mes bien vale un susto en el Amazonas.

A esta marabunta se enfrenta el español promedio una vez que emprende el valiente paso de entrar al mundo real. Hay sustos, como en todas las aventuras. También hay que tomar decisiones. Y no todas gustan a todo el mundo. Ni en la construcción, ni en el campo, ni en una oficina, ni en la hostelería. Este último ha encontrado en la cuenta de ‘Soy Camarero’, en Twitter, una especie de ventana a las rarezas de la auténtica jungla laboral que encierran los bares y restaurantes. Como un documental a la hora de la siesta.

Dos seres condenados a no entenderse

El último capítulo expuesto por este usuario relata una historia de dos personas. Un chico y una chica. Dos seres condenados a no entenderse; a los que les faltó la comunicación para rozar el cielo, tan oculto entre las copas de los árboles amazónicos. Ella había realizado una entrevista. Él iba a hacerle otra, pero nunca llegó.

“¿Dónde andas?”, preguntó el hostelero. “Te están esperando”, repitió nervioso. La respuesta de la chica frustró todos sus planes: “Justo ahora me han llamado para ir a trabajar en otro sitio, tuve la entrevista el lunes”; a lo que agregó en un exceso de sinceridad: Mejores condiciones. Lo siento”. Pero el daño ya estaba hecho. Así que él respondió elevando un peldaño en la escala de franqueza con un recto y natural: “Vete a tomar por culo”.

Incrédula, ella preguntó: “¡¡¿Perdona?!!!”. Y él, fuera de sí, aseguró conocer a toda Girona. La ciudad donde se encontraban los dos establecimientos que separaron ambas vidas laborales. “Créeme, te buscaré y no te contratará nadie”, amenazó el encargado, mostrando sus contactos selváticos. Estaba ganando, dentro de su cabeza, la batalla argumental. Se creció y lanzó una advertencia propia de la mafia aborigen: “Te estamos esperando”.

Ella no estaba dispuesta a ceder. Sabía que en la selva sólo hay un único rey. “¿Sabes que te puedo denunciar?”, preguntó. Y él contrarrestó rápido, como un simio con la altura ganada en un terraplén, replicando: “Hazlo y yo lo haré por dejarnos tirados en medio del servicio”. Los dos se tenían agarrados. Un susto más en el Amazonas, que bien vale un sueldo mensual.

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