La lira turca se desploma
Turquía da un viraje hacia una moneda de libre comercio y comienza a elevar los tipos de interés para combatir la inflación.
La inflación es ese indicador económico que solo acapara portadas cuando una sandía cuesta doce euros en el supermercado o cuando sale más barato comprarse un coche nuevo que llenar el tanque de gasolina. La inflación eleva los precios de los productos más básicos como los alimentos, la vivienda, la ropa, los suministros energéticos, etc. El trabajo de las instituciones es suavizar ese encarecimiento para que no siga aumentando, pero sin disfrazarlo. Por ejemplo, el Banco Central Europeo opta por subir los tipos de interés para que se enfríe la economía, un movimiento que también ha hecho la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed). Pero el plan de Turquía es completamente opuesto.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, es un firme opositor de los tipos de interés altos. Los mantiene bajos para combatir la inflación, y esas son las directrices que ha seguido el Banco Central turco con Erdogan como líder nacional. Forzar unos intereses bajos da una imagen ficticia de la situación económica del país (en Turquía, hace una semana, los tipos estaban en el 8,5%. La inflación, en el 39,59%, según datos recogidos por El Mundo). Esto reduce la competitividad exterior de algunas empresas exportadoras. También la confianza de los inversores extranjeros. Es como un padre que sobreprotege a su hijo: el niño no estará preparado cuando tenga que enfrentarse al mundo real.
Este domingo, un dólar estadounidense equivale a 23,62 liras turcas. Y un euro, a 25,9, cuando hace un año valía 18,2 liras turcas. Las reservas en divisas del Banco Central turco se encuentran en números negativos por primera vez en 21 años. Para revertir la devaluación, Erdogan ha hecho dos movimientos en la cúpula económica de Turquía: ha nombrado a Hafize Gaye Erkan como nueva gobernadora del Banco Central, y a Mehmet Simsek como ministro de Finanzas y Hacienda. La primera ha desarrollado casi toda su carrera en Estados Unidos, doctorando en Princeton y con experiencia en gestión financiera. El segundo ya se ocupó de la economía del país entre 2007 y 2018, y cuenta con una buena reputación entre los inversores extranjeros. El objetivo es claro: convencer a Erdogan para virar hacia los tipos de interés altos y revalorizar la lira.
El efecto Simsek-Erkan ya se está notando en la moneda nacional. Desde que Erdogan ganó de nuevo las elecciones presidenciales el pasado 28 de mayo, la lira se ha desplomado un 16% frente al dólar, según datos de The Guardian. Tim Ash, del fondo de inversión Bluebay, señala a El País que “ya han permitido que la moneda se ajuste a un nivel más racional” y, de hecho, se espera que el próximo 22 de junio (reunión del comité de política monetaria del Banco Central) suban los tipos de interés. Algunos expertos barajan un aumento superior al 25%. “Tienen que subir los tipos”, concluye Ash.
El valor de la lira turca respecto al dólar estadounidense cayó un 7% este miércoles, un movimiento que se considera “una devaluación intencionada”, según la prensa nacional, para llevar a la moneda a un precio de cambio más realista. Todo parece indicar que Ankara ya está abandonando los fuertes controles financieros para dirigirse a una moneda de libre comercio. Por ello, se espera que el precio de la lira toque fondo a finales de año, con un cambio de 28 liras por dólar.
Pero Turquía todavía tiene un largo camino hasta recuperar la confianza de la inversión extranjera. ¿La solución? Como en muchos ámbitos de la vida, recurrir a los amigos. Según ha explicado Reuters, unos 3.000 millones de dólares “procedentes del extranjero” fueron ingresados en el Banco Central turco durante la semana pasada. Según El País, en los meses anteriores a las elecciones presidenciales, “bancos centrales y gobiernos de países del Golfo, Rusia y China hicieron cuantiosas transferencias directas y a través de swaps”.