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TENIS | BRISBANE

Nadal pierde en dobles, pero vuelve a disfrutar del tenis

El balear, que llevaba casi un año sin competir, cayó junto a su amigo Marc López contra los australianos Purcell y Thompson. El martes, en individuales ante Thiem.

Rafael Nadal, durante su partido con Marc Lopez contra Max Purcell y Jordan Thompson en Brisbane.PATRICK HAMILTONAFP

Rafa Nadal está de vuelta. Ya es una realidad fantástica, una de las mejores noticias para el deporte en general y para el tenis en particular, porque se trata de uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, para muchos, el mejor. Cuestión de valoración y de gustos. Con 37 años y pese a estar harto de mataduras, el ganador de 22 Grand Slams, cinco Copas Davis y un oro olímpico, vuelve a intentarlo casi un año después de disputar su último encuentro en el Open de Australia, contra Mackenzie McDonald, superada una operación del psoas ilíaco y la cadera. Antes de iniciar su andadura el martes contra Dominic Thiem en el cuadro individual del ATP 250 de Brisbane, Nadal jugó en el de dobles con uno de sus entrenadores, Marc López, que desempolvó la raqueta para echarle una mano a su colega y ahora pupilo. Perdieron frente a los australianos Max Purcell y Jordan Thompson (doble 6-4 en 73 minutos), pero el resultado era lo de menos. Lo importante para Rafa era disfrutar del tenis, sentirse tenista de nuevo y acumular tiempo de juego en un estadio, y eso lo consiguió Rafa, que no paró de sonreír en todo el encuentro.

A Nadal se le ve feliz por recuperar las rutinas que adora: los entrenamientos en el torneo, el calentamiento previo a un partido, la salida a la pista, los aplausos del público (“Amo a Rafa más que a mi madre”, rezaba una pancarta), el sorteo en la red, su equipo y familia en las gradas e incluso las ruedas de prensa… y el juego, por encima de todo. No era un partido de dobles cualquiera, por eso la pista central del Queensland Tennis Centre estaba llena para celebrar la vuelta del balear.

Para él se trataba de encontrarse de nuevo en una cancha, sentirla, por encima del resultado, antes de volver a jugar un encuentro de individuales. Hizo lo mismo en enero de 2022, cuando jugó con Jaume Munar en el 250 de Melbourne. Aquella vez ganaron a los argentinos Báez y Etcheverry antes de caer ante el kazajo Golubev y el croata Skugor en octavos. Poco después, Rafa fue campeón del Open de Australia. Ni mucho menos es comparable esa situación con la de ahora, aunque también venía de un considerable periodo de baja, pero no de un año entero sin competir.

Brotes verdes

No obstante, Nadal, elogiado por todos los compañeros con los que ha compartido entrenamientos en diciembre, hizo cosas interesantes con tres golpes importantes: el saque, el revés y el drive. No tanto con las voleas, que él mismo autocriticó (“Ahí soy un espantapájaros, no doy una”, le dijo en catalán, más o menos, a su amigo Marc), sobre todo en el primer set. Lo más complicado para un tenista cuando lleva mucho tiempo sin jugar es la movilidad y el control del espacio. Pese a la inactividad (se retiró en el Mutua Madrid Open del año pasado), López estuvo algo más fino en la red, donde más se le necesitaba, por eso la pareja española compitió dignamente, hablando mucho, como en los viejos tiempos, cuando ganaron seis títulos, con la guinda del oro en los Juegos Olímpicos de Río 2016.

Ese fue su 45º partido juntos. El de Brisbane, el 47º. Mucho bagaje, más que suficiente para entenderse bien. Lo importante, al final, era disfrutar, y eso lo garantizaron. Los aussies, buenos doblistas, sobre todo Purcell (35º del mundo), iban en serio y ganaron con un quiebre en cada manga. Pero en las noticias no se hablará de ellos, sino del regreso de un titán, el enésimo ‘comeback’ de Nadal.

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