“La anestesia de Nadal no es dopaje, pero no es saludable”
Jordi Segura, miembro del Comité de Integridad de la FINA, analiza el caso el tenista español y explica su carrera: de la Operación Puerto al escándalo de una nadadora irlandesa.
¿Cuál es el nuevo cargo que desempeña en la FINA?
La FINA ya tenía comités que manejaban temas conflictivos, éticos y de antidopaje. Lo novedoso es que ahora todo esto será independente. La FINA no influirá, no se juzgará a sí misma. El atletismo o el ciclismo ya funcionan así. Miguel Cardenal, quien fuera presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), es el director de este nuevo organismo de integridad en los deportes acuáticos y yo contribuiré en la parte relativa al dopaje. Seremos tres españoles en este organismo, lo cual representa un cierto reconocimiento a nuestro país.
¿Cuántos casos de dopaje tiene la natación comparada con otros deportes?
Somos un deporte con pocos casos. Ciclismo, halterofilia o atletismo tienen bastantes más incidencias. Estamos en el rango bajo y eso nos satisface. No es un deporte muy conflictivo. Pero los que hay tienen impacto porque suelen ser nadadores famosos.
Después de la victoria de Nadal en Roland Garros se habló de las infiltraciones del tenista. ¿Qué opinión le merece a usted como experto que es?
Las infiltraciones que no están permitidas son las de corticoides. Durante mucho tiempo se administraron por vía local dentro de la articulación o el tendón. Eso estaba permitido, pero en la práctica esa sustancia no se quedaba en la articulación, sino que se dispersaba por el cuerpo y entonces daba ventajas. Eso ha variado desde el 1 de enero de 2022. Ahora están prohibidas. Es importante que se sepa porque muchos deportistas están acostumbrados a someterse a dichas inyecciones locales. Pero las de Nadal entiendo que son anestésicas, y eso no está prohibido. Esas inyecciones evitan que haya dolor, pero el dolor es protección del cuerpo. Sin el dolor puedes hacer movimientos peligrosos. La anestesia no es dopaje, pero no es saludable, no es recomendable. Lo puedes hacer un día, pero no de forma continua.
¿Qué puede provocar?
Hay una parte que es la tolerancia, por lo que cada vez tu cuerpo te pedirá más dosis. Luego hay otra razón. Cuando no sientes dolor, puedes hacer cosas que el cuerpo no puede resistir, pero no eres consciente de la molestia y puedes forzar, puedes agravar el problema. Se somete al cuerpo a una tensión innecesaria.
Algunas voces discordantes llegaron desde el ciclismo. ¿Las reglas son iguales para todos?
Las reglas son las mismas para todos. La AMA (Agencia Mundial Antidopaje) no hace distinciones entre deportes, pero sí deja abierta la puerta por si una disciplina sospecha de una sustancia que no está en la lista y la puedan investigar. Un ejemplo es el tramadol, que es como una morfina débil, que no está prohibida, pero el ciclismo la quiso observar por si se abusaba de ella. El ciclismo ahora multa su presencia, pero no lo considera estrictamente un caso de dopaje.
También en España se habla de la negativa a tener en cuenta el pasaporte biológico. ¿Qué opina el respecto?
No conozco demasiado este asunto. Detrás de esto hay un tema jurídico porque diferentes países y jueces no se han puesto de acuerdo en el grado de validez del pasaporte biológico por si solo. Solo diré que, en caso de duda, debería predominar el beneficio del deportista. Siempre me ha gustado tener muchas evidencias para juzga objetivamente.
¿Qué opinión tienen el resto de países de España y el dopaje?
Hoy en día, no hay opiniones en contra, pero España tiene una leyenda negra por razones diversas. Parecía que éramos un paraíso del dopaje, pero eso ya es pasado. Pasó la Operación Puerto, que fue un escándalo y que se cerró mal no hace tantos años. Ahora la lucha contra el dopaje es igual que en otros países.
¿Le tocó participar en esa Operación Puerto como responsable del laboritario de Barcelona?
Las bolsas de sangre de la Operación Puerto las tuvimos diez años en nuestro laboratorio de Barcelona. Los jueces decidieron que la ley de salud pública estaba por encima de la norma antidopaje y que no era delito. Tuvimos más de 200 muestras de sangre, se hubiera podido cotejar el ADN pero quedó en nada. Solo hubo sanciones para tres personas, pero las juzgaron fuera en países donde sí era delito. Tuvimos que trasladar muestras de sangre a Alemania a Italia. Y fueron sancionados Ulrich, Baso y Valverde. Hay episodios que no dan buena propaganda, pero por suerte eso ya está olvidado.
¿Sabían si había dopaje en esa sangre que analizaron?
De las muestras había EPO en ocho o nueve seguro, pero no sabemos de quiénes eran. Las bolsas acabaron custodiadas bajo cero en un congelador. Yo era el único que tenía la llave. Teníamos una orden judicial de que eso debía estar disponible. Hubo un periodo de prescripción, creo que eran diez años. Antes de que expirara, la UCI y la AMA pidieron que no se aplicara inmediatamente y el juez autorizó que les enviéramos muestras antes de destruirlas. La AMA hizo investigaciones y cuando quisieron sancionar, sus propios abogados les aconsejaron que no lo hicieran porque estaban fuera de periodo. Alguien sabrá a quién pertenece todas aquellas bolsas.
¿Ustedes no saben nunca la identidad de las muestras?
Los laboratorios analizan las muestras sin saber a quien pertenecen, solo conocen un código. Eso está bien porque les protege. Siempre hay picaresca y se podría alegar que se favorece a unos y otros no. En la Operación Puerto las muestras iban con alias. Como la famosa ‘Piti’ que resultó ser de Valverde, según nos enteramos luego por la prensa.
Usted lleva más de 30 años siendo testigo de la evolución del dopaje. ¿Cómo eran los controles en Barcelona 92 por ejemplo?
Era lo más avanzado que se podía hacer en aquel momento, como en todos los Juegos Olímpicos. Teníamos los mejores instrumentos y buenos científicos, pero el problema era la sensibilidad de los aparatos: podía ser 50 veces menor que hoy en día. Hoy se pueden descubrir productos que se han tomado hace varias semanas. En 1992, solo unos pocos días antes. Todo era orina y los análisis eran químicos. Ahora se recoge también sangre y hay análisis químicos y biológicos. Ahora hay tecnologías mucho más compleja. A lo largo de los años ha habido diversas etapas.
¿Qué momentos destaca?
Hay varios. Por la relevancia, los Juegos Olímpicos de Seúl 88 por Ben Johnson. Aquel caso fue cuando los deportistas y la sociedad en general se dieron cuenta de que el dopaje existe y se puede detectar. Hubo un cambio de tecnología en aquellos Juegos. Pasaron de ser análisis inmunológicos a cromatográficos. Y eso fue clave. Otro avance es cuando se pudo detectar la EPO. En Sidney 2000 ya existía un método, pero en Salt Lake City 2002 los avances permitieron pillar a Johann Muehlegg, cuando tomó EPO de segunda generación. El método funcionó. A nivel español fue un caso importante. Cuando apareció el positivo pasó de ser Juanito/español a Johan/alemán. Y luego el caso de Lance Armstrong. A la USADA (agencia antidopaje norteamericana) se le metió entre ceja y ceja atraparle aunque no hubiera pruebas analíticas. El enfoque es importante porque aparte de los resultados de laboratorio hay otras maneras de averiguar si una persona se ha dopado.
¿Ha sido partícipe de algún caso mediático?
Hubo una nadadora irlandesa que se llamaba Michell Smith. Fue curioso porque esta nadadora triunfó inesperadamente en Atlanta 1996. Sacó varias medallas (tres oros y un bronce) y se convirtió en una heroína nacional. Su rendimiento fue alto y hubo sospecha en su momento. Sin embargo, dos años más tarde nos llegó una muestra en Barcelona que venía de Irlanda. La abrió el analista encargado del laboratorio y notó un olor a whisky increíble. Vino a decírmelo y vimos que era una manipulación: una mezcla de orina y algo alcohólico. Si una muestra se manipula es que se quiere esconder algo. En aquel momento había una técnica emergente, hoy en dia utilizada rutinariamente, la aplicamos y descubrimos que había testosterona artificial en la orina. Pero como la técnica no estaba totalmente homologada, la FINA la castigó simplemente por manipulación de la muestra. Ella apeló al Tribunal Arbitral Internacional y se montó un escándalo. El TAS, sin embargo, mantuvo la sanción.
¿No le quitaron las medallas de Atlanta?
No, porque nadie pudo demostrar que en los Juegos se dopó. Actualmente las muestras se guardan diez años, antes solo eran tres meses. Ya no había muestras del periodo olímpico. Vimos que había unas de febrero de 1997… y también había testosterona. Es posible que en los Juegos compitiera dopada debido a su rendimiento inesperado, pero no se pudo demostrar finalmente.
¿La historia del deporte puede estar llena de casos como este?
Es el juego entre el gato y el ratón. Se desarrollan nuevos métodos y los nuevos productos van detectándose paulatinamente. Los laboratorios antidopaje tienen un problema añadido y es la necesidad de resultar 100% fiables antes de dar un resultado. Los métodos debe ser cien por cien seguros, deben aplicar un control de calidad altísimo. En ocasiones se pueden ver evidencias de que hay un producto sospechoso, pero validar completamente la metodología lleva cierto tiempo y mientras tanto no puede aplicarse al cien por cien. A veces, por pocos meses, hay detecciones que pueden escapar. Todo evoluciona y siempre existirá este conflicto entre el dopaje y el antidopaje.