El legado de Nadal y Ferrer, y el Madrid-Barcelona del tenis

“Es el mayor título de mi carrera. Este domingo me desperté, me pareció que era una mañana fantástica y tuve muy buenas sensaciones sobre la final”, resumía Casper Ruud sobre su triunfo en el Barcelona Open (7-5, 6-3) sobre Stefanos Tsitsipas, como si escribir la página más grande de su trayectoria como tenista hubiera sido coser y cantar, cuestión de vislumbrar por dónde sopla el viento. Y no es así.

El noruego, que llegaba al Godó como sexto mejor tenista del mundo, que se había cargado la semana anterior a Novak Djokovic en Montecarlo, nunca había ganado un torneo ATP 500 (en siete finales) o superior, aun habiendo jugado finales de Grand Slam como el US Open de 2022, ante Carlos Alcaraz. Pero en el Real Club de Tenis Barcelona, que cumple 125 años, y en la pista Rafa Nadal, recogió el legado del manacorí.

Sin perder un solo set en todo el torneo, tampoco en la final, y aumentando a 29 su grueso de victorias este 2024 en la ATP, el primer escandinavo en conquistar el Godó desde que el sueco Kent Carlsson lo lograra en 1988 honra a Nadal porque ingresó en la academia de su ídolo, en Mallorca, cuando tenía 19 años y ocupaba el puesto 143 del ránking. “Esta pista Rafa Nadal es mi nueva pista favorita, y este torneo también es mi nuevo torneo preferido desde hoy”, proclamaba este domingo tras levantar el trofeo. “Rafa lo ganó 12 veces, ha sido una inspiración para venir aquí”, remachó.

Quién sabe si Ruud y Tsitsipas, tras enfrentarse ya el domingo anterior en la final del Masters 1000 de Montecarlo, están abriendo una nueva era de duelos míticos. “Ojalá sea un gran paso en mi carrera”, profirió el noruego. En ese sentido, el griego lo tiene claro: “Estoy seguro de que Casper y yo protagonizaremos muchas más finales”. Lo que también sabe Tsitsipas es que el Godó le está dando tanto como le está quitando. Porque, después de caer en las finales de 2018 y 2021 ante Nadal, y el año pasado contra Carlos Alcaraz, ha perdido la cuarta. La undécima, si se cuentan todas las finales ATP 500 que ha disputado, todas con derrota.

Pero el heleno, por despiste o picardía, ni siquiera sabía cuántas ha perdido en Barcelona: “¿Cuatro?”, se preguntaba a sí mismo en la sala de prensa. “Quiero ganar un título aquí, es uno de mis lugares favoritos para jugar”, sentenciaba acto seguido, al más puro estilo Ruud.

La maldición de Tsitsipas es a día de hoy equivalente a la de alguien a quien tenía muy cerca durante la ceremonia de conmemoración de los finalistas. Nada más y nada menos que el director deportivo del Godó, David Ferrer, quien en su carrera también perdió cuatro finales del torneo, todas en su caso ante el mallorquín.

Cuentan en el Real Club de Tenis Barcelona que por ello no quiere Ferrer zambullirse nunca en la piscina. Dice que no le corresponde, porque está reservada a los campeones, y él no lo fue. Guillermo Vilas, no obstante, fue el primero de esta leyenda negra, de jugar cuatro finales y no ganar ninguna.

Habrá que ver cómo encaja este resultado otro de los grandes personajes de esta edición, Apostolos Tsitsipas, el padre y entrenador del subcampeón, que en 2015 le salvó de morir ahogado en el agua y casi una década después no puede reprimir darle consejos ante el enfado de sus rivales.

A punto para Madrid

Tendrá renovadas opciones de hacerlo en el Masters 1000 de Madrid, en el que ya se centra Stefanos. “En Madrid se juega al tenis diferente que en Barcelona, el ataque es más importante. Creo que allí puedo jugar bien. Estar fresco es muy importante. Será una buena oportunidad para calibrar mi momento en los objetivos que busco”, reflexionó este domingo tras caer en el Godó.

También a punto estará el noruego: “Tendré dos días de descanso y recuperación lo cual está perfecto porque jugué semifinales en Estoril, y las finales de Montecarlo y Barcelona. Estoy preparado, para Madrid y para Roma”. No hay tiempo que perder, quién sabe si hacia una nueva final Ruud-Tsitsipas.

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