En octubre de hoja el campo se cubre
El otoño es la estación de mis amores y de los colores. Colores que nos trasladan a un escenario donde los olores se mezclan con las prebendas que nos ofrece el campo.
Nuestros montes de cubren de ocres y hacen que nuestros sentidos se embelesen por tanta belleza bruta.
Es tiempo de coger castañas, setas y hongos que, junto a nuestra carne de caza, hacen que se convierta en la época donde los restaurantes se vuelcan con nuestra gastronomía y en nuestras cocinas humeen aromas que nos trasladan de vuelta al monte.
A los que amamos el campo, la naturaleza y su conservación, salir a coger castañas, níscalos, hongos, granadas, naranjas... Es un privilegio que disfrutamos como si volviésemos a ser niños. Disfrutando de cada placer que el monte nos ofrece.
Además, ya estamos en desveda. No se puede pedir más y, aunque aún sigo velando armas, ya puedo oler un buen plato de migas con su huevo frito junto al calor de la lumbre y darle buena cuenta rodeada de amigos, antes de colocarme en mi postura. Desde luego que solo conoce mi locura, quien comparte mi pasión.
Tenemos para cubrir casi todos los gustos de modalidades de caza, entre esperas, recechos, montería... o sencillamente, para echarse al monte a escuchar los susurros del campo.
Soñar con un puesto limpio, solana o umbría, me es indiferente, donde pueda ver gran parte de la mancha y, si ya cruzan reses, me puedo dar más que satisfecha. Que llegue a conseguir un lance o no, es lo que menos me importa.
¡Y la caza menor con perro! Hasta ellos, nuestros fieles compañeros de caza parece que ya saben que llegó la noche en la que van a “echarse” junto de los aperos de caza, hasta que suena el despertador (que no hace falta ni ponerlo ya que, la noche previa a la apertura de la general, no duerme ningún cazador de bien). Mover el rabo y agitarse de un lado a otro de la cocina mientras me tomo un café bien cargado... Es como un ritual del primer día de caza.
Quiero despedirme hoy con una cita del gran Miguel Delibes, que como el mismo se denominaba “un cazador que escribe”:
“Amo la naturaleza porque soy un cazador. Soy un cazador porque amo la naturaleza. Son las dos cosas. Además, no sólo soy un cazador, soy proteccionista; miro con simpatía todo lo que sea proteger a las especies.
Dicen que eso es contradictorio, pero si yo protejo las perdices tendré perdices para cazar en otoño. Si no las protejo me quedaré sin ellas, que es lo que nos está pasando. De manera que no hay ninguna contradicción.
Por otra parte, yo no soy ningún cazador ciego, pendiente del morral o de la percha, sino que me gusta disfrutar del campo, ver amanecer, ponerse el sol, ver el rojo en las matas .... No mido la diversión ni el placer por el número de piezas».
Amén.
¡Disfrutad del campo! Buen fin de semana.