Ducati: de la gloria al infierno
Los italianos viven, en una semana, los dos extremos del motociclismo: del éxtasis por sus Mundiales a la desesperación de los problemas y las lesiones.
Así es el motociclismo. Un día estás tocando la gloria y, al otro, viviendo su lado más duro: el de las caídas... Y el de las lesiones. Marc Márquez ha vivido en una semana los dos extremos de este deporte. De ganar su noveno campeonato del mundo, el sétimo en MotoGP, a tener que abandonar Indonesia con el brazo en cabestrillo tras una caída en la primera vuelta de la carrera del domingo. Y no por apretar para llevarse la victoria, sino por un error de Marco Bezzecchi, que le tocó la rueda trasera con su Aprilia para mandarlo a la grava. Por desgracia, el mal estado de la escapatoria, con una grava muy grande y un escalón, hicieron que el español empezara a rodar con fuerza y acabara con una pequeña fractura en su hombro derecho.
Por suerte, ha podido evitar un nuevo paso por quirófano. Los médicos han optado por un “tratamiento conservador” para esta nueva lesión que, al menos, le costará el final de la gira asiática. Se perderá, como mínimo, las carreras de Australia y Malasia, pendiente de “revisiones semanales” que puedan determinar su regreso a la competición cuando el Mundial de MotoGP vuelva a la Península Ibérica. Bien para el GP de Portugal o para la ronda final, en Valencia. Sea como sea, esto no es lo que Marc se hubiera imaginado para celebrar un título que le ha costado seis años. Aunque parecía que sentía que pudiera ocurrir, porque desde el primer momento en que pisó Mandalika, Márquez insistía en la necesidad de rebajar el nivel y la presión en pista, haciendo hincapié también en su deseo de no lesionarse y evitar cualquier tipo de caída. Pero la suerte, otra vez, no estuvo de su lado.
Pero tampoco acompañó a Pecco Bagnaia. El italiano, por suerte para Ducati, no se hizo daño físico, pero puede que el mental sea todavía peor para su bicampeón. Porque cuando pensaba que había encontrado la solución y las sensaciones con una GP25 vestida de GP24, acabó llevándose otro golpe de realidad. El doblete en Japón tan solo fue un espejismo. Un oasis en el desierto. Un parche momentáneo a sus problemas. Una solución a corto plazo que no cambia el sentido de su peor temporada de MotoGP hasta la fecha. O, al menos, la más frustrante para un piloto que luchó por su tercer campeonato hasta la última carrera del pasado 2024. Y este año ya da por perdido ese segundo puesto con Álex Márquez pese a las cuatro carreras que quedan. Aunque las matemáticas todavía lo hagan posible.
Así que no solo es cosa de sus pilotos. Ducati ha pasado de la gloria al infierno en una semana. Sin su campeón en pista para las próximas dos rondas, a la espera de que pueda reaparecer para el fin de fiesta en Valencia y con un Bagnaia devastado, harto de no encontrar explicaciones a lo que sucede, más que soluciones... Y es que el italiano ha explotado con el equipo, uno que sigue volcando en buscar qué pasa en su moto y por qué se ha convertido en una máquina tan inestable para Pecco, quien volvió a irse sin puntos un fin de semana más. Porque el sábado en Indonesia fue último, con un pilotaje muy peligroso, pero el domingo ni siquiera pudo acabar por una nueva caída. Por lo menos, en este caso, sin consecuencias físicas. Pero sí morales. Ducati está al borde del abismo. Y eso que ha conseguido una nueva triple corona... Pero los ánimos son todo lo opuesto. Los campeonatos ya tienen un sabor de lo más agridulce.
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