Fórmula 1 | GP de Brasil

Alonso se coloca primero y Hamilton se desquicia

El asturiano marcó el mejor tiempo en la última sesión de libres por delante de Massa, mientras que el líder británico terminó décimo (cuarto en el total del día) después de dar un recital de pasadas de frenada.

Carlos Miquel

La imagen del día fue el retrato de una obsesión. Lewis Hamilton llega a la zona intermedia del circuito de Interlagos, la más lenta y técnica, y ve a un Renault delante suyo. Es el de Piquet, no el de su archienemigo Alonso, pero el color naranja le nubla, se marca una espectacular pasada de frenada, se sale, y destroza por completo uno de sus neumáticos. Sale quince minutos antes del final de la segunda sesión y vuelve a colarse. Su McLaren no va tan bien como se esperaba y él se encuentra perdido con los reglajes del monoplaza. Es un piloto acostumbrado a lidiar siempre con los mejores coches en los mejores equipos. Como pasó en China, donde su MP4/23 no tenía rival. Pero su problema es encontrar un plan B.

Hasta ocho veces llegó a hacer planos en sus neumáticos. Finalizó décimo la segunda sesión (cuarto en el total del día), mientras que el fantasma de su pasado, Fernando Alonso, acabó primero después de atacar al máximo en los minutos postreros de la sesión. Segundos antes ocupaba una de las últimas plazas cargado de gasolina. Massa fue el segundo de la jornada y su Ferrari se mostró mucho más eficaz que ninguno en las tandas largas.

El ovetense descargó y dejó la sensación de que, al menos en la calificación a una vuelta puede ser, como ya sucediera en 2007, la peor pesadilla del británico. Hoy le ponen a Lewis el motor de China en su monoplaza y, si no da con los reglajes (que acarreaban problemas de frenos), puede verse abocado a otra guerra, la de Renault y BMW. La batalla que le puede dejar fuera de un título mundial para el que sólo necesita terminar la carrera quinto.

Nuevo Villeneuve. Mientras los ingleses siguen con las sábanas blancas del racismo español (ahora se quejan de una página web de la que no haremos publicidad en la que se escriben mensajes inaceptables contra Hamilton, muchos de ellos de 2007), Lewis se enfrenta al fin de semana de su vida. Su carrera tiene el peligro de convertirse en la de Jacques Villeneuve. Incluso aunque ganara, como parece claro, este fin de semana.

El canadiense llegó a los grandes premios en 1996. Después de ganar en América la CART, debutó en un coche ganador, Williams, y pronto comenzó a deslumbrar. Sumó, como Hamilton en 2007, cuatro victorias, y también terminó subcampeón. Un año después ganó su primera y única corona con 81 puntos y siete victorias. Y sobre un piloto de postín, Michael Schumacher, en un coche claramente inferior. Aquel año la tinta se agotó para hablar del talento de Jacques, se le colocó como un nuevo grande y se habló de que había conseguido lo que su mítico padre Gilles nunca pudo lograr. Después de un mal año 98, el canadiense decidió dar un pelotazo económico, fundó BAR con su mánager y cayó en el olvido resultadista.

La suerte de Lewis es que es más joven y su matrimonio con McLaren parece vitalicio. Talento tiene, desde luego, pero ganarle el Mundial a Massa, bueno pero inferior en clase a Alonso o Kubica; no es un pasaporte al Olimpo de la F-1. Para ser un viernes, en el muro de McLaren no pararon de repetirse las imágenes de tensión, de intranquilidad porque no estaban primeros. La estrella inglesa sonreía con nerviosismo y espera que el trabajo del imperio a su servicio le permita tener hoy un coche para calificar arriba. Si no es así, puede estar perdido.

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