Fórmula 1 | Prueba en Paul Ricard

El día que nos dejaron ser Fernando Alonso

AS sintió la increíble experiencia de probar un Fórmula 1 de 700 CV y vivir una jornada de piloto de gran premio, con fisioterapeuta, reuniones con los ingenieros, telemetría y hasta entrevistas de televisión

Carlos Miquel
renault f1

La pista está cerrada, tiene que esperar cinco minutos en el cockpit". Sentado en un monoplaza de Fórmula 1, el corazón se me sale del pecho. Son unos segundos eternos, en los que miro el volante, las palas del cambio y esas ruedas, los anchísimos compuestos que son el pasaporte hacia el éxtasis. Repaso mentalmente el procedimiento para no calar el coche. Soy el primero en probarlo y un error, una salida de pista, le puede costar la prueba de este monstruo de 700 CV al resto de periodistas. Y un vuelo a Montreal desde París. Acelero a fondo, noto la sangre en mi cabeza y la vida pasa muy deprisa a mi alrededor.

Para llegar a ese momento, vivimos una larga jornada de preparación. Fue un 4 de junio inolvidable, en el que fuimos Fernando Alonso por un día, con reuniones constantes con los ingenieros para analizar la telemetría, masajes con los fisioterapeutas del equipo y hasta una prueba de pretemporada para verificar los reflejos. Todo sin presión, claro y, con una sonrisa de oreja a oreja casi constante. Desde que nos subimos en un Fórmula Renault 2.0, de 185 CV para 450 kilos, hasta que un piloto nos dio una vuelta en un F-1 biplaza. Esto último fue como un mareante viaje en una montaña rusa. Imagínenselo con doscientos kilos menos y buscando la pole entre los guardarraíles de Mónaco.

No es la primera vez que pruebo un monoplaza de la crema del automovilismo. Pero esta vez el escenario era muy especial, el circuito de Paul Ricard en su configuración 3C, de 3,8 kilómetros. Con ocho curvas, bastante virado, aunque no tan retorcido como la configuración 3D con la que las estrellas de la parrilla prepararon hace un mes el la carrera de Montecarlo. En la anterior ocasión, la prueba fue en el Circuit du Var, muy lento, y con un coche menos afinado, el Arrows que pilotara en 1999 Pedro de la Rosa. Aquel tenía 650 CV en su motor Cosworth V10. Se trata del mismo e hiperprobado propulsor que aullaba ayer, y de qué manera, a 11.000 revoluciones sobre el chasis de un Prost de 2001. El coche, pintado con los colores de ING Direct es un calco estético de los que llevan el campeón asturiano y Piquet. De hecho, su alerón delantero imita los apéndices del coche de 2004. Pese a las limitaciones y precauciones lógicas, el propulsor estaba capado respecto a las más de 15.000 vueltas que alcanzaba en sus buenos tiempos, la sensación era como la de una catapulta. En la recta de atrás del circuito, después de una chicane lenta en tercera velocidad, pisar el acelerador sin misericordia permite acercarse al siguiente viraje a 230 km/h. En quinta velocidad, tal y como indicaba mi telemetría. No está mal para haber sido especialmente cauto en la curva anterior.

Curvas de carreras.

En un turismo de calle la teoría dice que hay que frenar antes de la curva y colocar el coche para acelerar a la salida de la curva. En un F-1 para aprovechar el efecto de la aerodinámica, lo más ortodoxo es frenar ligeramente antes de lo que el monoplaza sería capaz y acelerar a fondo en el vértice, no en la salida de la curva. En ese momento notas como la fuerza G empuja tu cuello hacia fuera y el híbrido de color Renault se agarra como una lapa al asfalto. Siempre que no se llegue colado, la adherencia es infinita dentro de los límites en los que puede moverse un periodista sin experiencia en competición.

Antes de las últimas curvas lentas vuelvo a enganchar marchas a fondos y a sentir el aguante del monoplaza. Tercera, cuarta, quinta, ¡cómo corre! Freno a fondo, el coche se para en muy pocos metros, es una máquina perfecta, con un aplomo incomparable. Ni siquiera hace un extraño en la parte bacheada de la frenada. Paso por la recta de meta, meto sexta. Quiero que este sueño nunca se acabe. Despertarme en Montreal después de treinta vueltas sobre el vehículo más veloz del planeta en un circuito. Sólo pudieron ser dos.

Al final aplausos y el reconocimiento de un ex piloto de Fórmula 1, Luis Pérez-Sala: "Has ido muy bien, te he visto muy suelto". Ni un fallo de cambio, con el coche sin poder decaer de siete mil vueltas. En el Arrows que probé hace tres años di un recital de errores con las palas en el volante. Eso sí, me marque una sonora cruzada con contravolante incluido.

Todo ha salido según lo previsto, pero me queda la sensación de que podría haber hecho mucho más. Que sólo soy un mortal frente a los dioses de las carreras. Por no faltar, no faltó ni siquiera una entrevista sobre mis sensaciones con Telecinco. Un jet privado de Marsella a París nos esperaba en el aeródromo del Paul Ricard para poder coger el vuelo a Montreal. También en eso fuimos estrellas de las carreras.

Ficha técnica Prost f-1 2001. Chasis: Prost Ap04. Peso: 580 kilos. Motor: V10 Cosworth 700 CV. Neumáticos: Bridgestone. Caja cambios: XTrack. Secuencial 6 marchas. Velocidad máxima: 330 km/h.

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