Sobreviviendo bajo palos
Ana Eliza vivió un infierno hasta encontrar su sitio en Burela. “Hacía dobles sesiones con un trozo de pan y un poco de té en el estómago”, relata a AS.
La de Ana Eliza Ribeiro de Oliveira (Minas Gerais, 25 años) es una de esas historias que remueven estómagos y provocan sudores fríos pese a que, por el momento, parezca encaminada a tener un final feliz.
La brasileña, que ya encara su quinta temporada en el fútbol sala femenino español, ha encontrado su sitio bajo los palos en un gigante como el CD Burela FS tras superar tormentas que se formaron a base de promesas incumplidas y amenazas que provenían de los despachos.
Natural de Virginia, un pequeño pueblo del interior de Brasil, Ana Eliza se crió en una familia humilde que no veía bien que una chica jugara al fútbol sala. Con el paso del tiempo, su situación en casa se fue complicando y el deporte se convirtió en su refugio gracias a Petric Carvalho, el entrenador de porteros con el que compartía sesiones y que posteriormente se convertiría en su marido. Juntos, formaron un dúo que resistió penurias y logró sobrellevar situaciones límite.
En 2021, Ana Eliza recibió una propuesta para competir en un torneo con un equipo de Sao Paulo, a nueve horas de su casa. Aceptó, dejó buen sabor de boca y recibió la llamada del Américo Brasiliense, uno de los clubes más grandes de la zona que podría servirle de escaparate para llegar al profesionalismo.
Firmó con la única condición de que le acompañase Petric, que se encargaría del trabajo específico de portería en el club, y les ofrecieron un piso compartido y un pequeño salario. Sin embargo, la experiencia distó sobremanera de lo que en un principio parecía.
Nos alimentábamos a base de arroz cocido y café puro
Ana Eliza
El piso en el que pasaron a vivir se fue convirtiendo en una ratonera con cada vez más inquilinos. El dinero prometido nunca llegó a sus cuentas y el día a día pasó a ser una prueba de supervivencia: “No teníamos recursos. Tuvimos que empezar a comer arroz cocido en una cafetera y café puro todos los días. Era lo único que teníamos”. Pese a ello, la meta brasileña siguió una estrategia que le acabaría abriendo otras puertas: publicar highlights de sus entrenamientos y partidos en redes sociales.
Su situación en el club se había vuelto insostenible, pero fue entonces cuando surgió una oportunidad de la nada. “Un agente que había visto mis vídeos empezó a llamarme para decirme que buscaba una portera para el Joventut D’Elx. Me ofreció jugar allí una temporada. Tendría que estar allí tres meses, el tiempo que se puede residir como turista en España, regresar a Brasil para conseguir los documentos y después volver a Elche para seguir compitiendo. Acepté con la condición de que me acompañara Petric, pero tenía miedo porque no conocía el idioma y nunca había viajado al extranjero”, relata Ana Eliza a AS.
Así empezó a dar sus primeros pasos en la Primera División del fútbol sala femenino español. Las sensaciones eran buenas sobre el 40x20, pero el miedo empezó a borrar las notas positivas de su nueva aventura. Con el paso de los meses, el club fue dejándole claro que no se involucraría en legalizar su situación como residente en España. De hecho, el viaje que iba a realizar a Brasil para conseguir los papeles nunca se produjo. “Empecé a sentir mucho miedo de salir a la calle, de que la policía me viera, me preguntara por mi documentación y yo no pudiera enseñar nada”, desvela a este medio.
Su mayor pesadilla se hizo realidad cuando tuvo que viajar con el equipo a Melilla. Dos agentes la interceptaron y le pidieron los papeles. “Yo solo podía enseñarles un documento que decía que estaba empadronada en Elche, nada más. Ellos me pedían un DNI o pasaporte y me llegaron a decir que me iban a mandar a Brasil. Finalmente, miembros del del club intervinieron y consiguieron que me dejaran pasar, pero cuando llegamos a Elche el presidente nos dijo que nos teníamos que volver a nuestro país; que íbamos a conseguir que lo metieran en la cárcel si seguíamos allí”, afirma la portera.
El presidente nos dijo que íbamos a conseguir que lo metieran en la cárcel
Ana Eliza
Ana Eliza y Petric se vieron forzados a hacer las maletas y, una vez de vuelta en su país, descubrieron que el Joventut D’Elx había mentido sobre la marcha de la cancerbera: “Me puse a ver un partido en directo por Internet de mis compañeras y el narrador dijo que me había ido a Brasil para curarme de una grave lesión. El club había dado esa versión para explicar mi marcha. Tuve que desmentirlo rápidamente porque otros equipos podrían dejar de estar interesados en contratarme”.
Pese a todo, en Elche cuajó buenas actuaciones y, tras unos meses entrenando en solitario, llegó el final de la temporada y con ella varias propuestas de clubes españoles de cara al curso 2022/2023.
Entre ellas, la del Sala Zaragoza, que parecía difícil de rechazar: tres temporadas y dos salarios mínimos (1.080€) para ella y Petric, con la condición de que debían buscar alojamiento pero que el club les ayudaría a legalizar su situación en España. No dudaron en aceptar, aunque pronto se acabarían arrepintiendo.
“Cuando pasó el primer mes y no nos pagaron, se me encendieron todas las alarmas. No teníamos dinero para el transporte, por lo que andábamos una hora y cuarto hasta el lugar del entrenamiento dos veces al día, ya que solíamos hacer gimnasio por la mañana y tocar balón por la tarde. Petric decidió hablar con Jesús Muñoz, entrenador del equipo y también presidente del club, y su respuesta fue darle 200€ en mano. En ese momento, entendimos que no cobraríamos nada de lo pactado. Nuestra situación pasó a ser límite y no teníamos ni para comer. Empezamos a alimentarnos a base de pan y té“, comenta angustiada Ana Eliza.
Aquella situación traspasó una línea roja durante un partido contra el Futsi Atlético. “Jugaba de titular y solo había desayunado un gajo de naranja y media taza de café. Me dolía muchísimo la barriga. Petric había advertido sobre mi situación al entrenador, pero no hizo caso. Tras una acción de juego, me acabé mareando sobre la pista, pero pude acabar el partido gracias a que un aficionado me dio unas barritas de chocolate" declara la brasileña, que no podía mejorar su situación por el poder que ejercía Muñoz sobre el resto de la plantilla: “Las presiones psicológicas estaban a la orden del día. Éramos varias extranjeras en el equipo y nos llegaba a decir que, si no jugábamos bien, nos iba a echar del país”.
Tras aquel episodio, Ana Eliza dijo basta y, con la ayuda de un amigo, denunció su situación ante la Asociación de Jugadoras de Fútbol Sala, que confirmó, a través de un comunicado, que ella y otras siete compañeras de equipo sufrieron “un impago reiterado de los salarios y continuas amenazas por parte del club aprovechando su condición de extranjeras”.
Durante aquellas semanas en las que hizo pública su situación, pudo subsistir a base de transferencias que le llegaban de su entorno más cercano y ayudas de los Servicios Sociales de Zaragoza. Sin embargo, perdió todo el protagonismo en la pista. Muñoz decidió apartarla tanto a ella como a Petric de la dinámica del equipo: “Dividió al vestuario y trató de que las demás me vieran como la mala. Me apartó de los entrenamientos, pero seguimos yendo por nuestra cuenta porque temíamos que pudiera denunciarnos por incumplimiento de contrato. Luego nos enteramos de que a Petric directamente lo había dado de baja en la Seguridad Social meses antes sin habérselo notificado”.
Aquella experiencia hizo que Ana Eliza se planteara dejar el fútbol sala de manera definitiva e intentar reconducir su vida alejada del parqué. A día de hoy, su litigio con el Sala Zaragoza sigue en la justicia y ni ella ni Petric han cobrado lo que establecían sus contratos: “Solo pagaron una nómina en diciembre. Cuando acabó la temporada, me ofrecieron 3.000€ a cambio de retirar la demanda, pero no acepté“.
Pese a vivir un infierno en Zaragoza, al final de la temporada 2022/2023 le llovieron las ofertas, reconsideró la posibilidad de seguir en España y terminó firmando por el Pescados Rubén Burela (ahora CD Burela FS) junto a Petric. Allí, han acabado encontrando estabilidad.
Con la camiseta naranja ha levantado dos Ligas, una Copa de la Reina y tres Supercopas de España en dos temporadas. Cumplirá su tercer año en tierras gallegas tras ser la única jugadora del bloque del curso pasado que ha renovado su contrato después de que Pescados Rubén, empresa pesquera que llevaba 23 años siendo el motor económico del club, haya dejado de ser el patrocinador principal debido a la delicada situación que atraviesa su sector.
Ana Eliza se convertirá así en uno de los pilares de un equipo en reconstrucción que tendrá que lidiar con el peso del escudo pese a perder potencial, algo que la brasileña acepta con ilusión: “Este club tiene mucha historia, sentía que era el momento de iniciar un nuevo ciclo aquí y renovar. Quiero seguir ganando títulos en Burela y, algún día, estar entre las mejores jugadoras del mundo”.
Para ella, el simple hecho de formar parte del proyecto supone un premio después del camino plagado de obstáculos que le tocó recorrer: “No cambiaría nada. Si no hubiese pasado todo lo que pasé, no tendría la cabeza ni la mentalidad que tengo hoy en día. Viví muchas cosas malas, pero también algunas bonitas. Conocí gente increíble y levanté títulos. Tengo 25 años y todavía me quedan muchas cosas por vivir, soy más fuerte de lo que pensaba”.
Pese a haber encontrado su lugar junto a Petric, Ana Eliza advierte de que más jugadoras podrían vivir un calvario similar al suyo: “No creo que se hayan acabado estas situaciones en el fútbol sala femenino español. Las ligas deberían esforzarse más y multar o amenazar con descensos a los clubes que no cumplan con sus obligaciones”.
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