Sereda, de la gloria mundial al “no sé si sobreviviré… Y no es broma”
Mientras el saltador ucraniano subía al podio en Singapur, un misil ruso destruía su piscina de entrenamiento. Y su padre, en el frente de guerra. “Esto no es una vida normal”, suplica.
A la misma hora en que él conseguía todo un hito en el OCBC Aquatic Centre, el pasado domingo por la mañana, al colgarse una medalla de plata en Singapur 2025 con la que desplazaba a los saltadores chinos fuera del podio mundial de la plataforma de diez metros por primera vez desde Madrid 1986, las agencias internacionales reportaban un ataque ruso con misiles que acababa de destruir varios edificios y había dejado siete heridos en una zona residencial de la ciudad ucraniana de Nicolaiev. En su casa. Así, del todo a la nada, ha sido la descompresión de Oleksii Sereda tras los Mundiales acuáticos.
“Hoy, en Nicolaiev, la piscina donde me he estado entrenando durante cinco años y cuando era joven ha quedado parcialmente destruida”, relataba el saltador, de 19 años, tras recoger su medalla. Al ser preguntado sobre sus planes tras la gloria mundialista, explicó: “Me voy a Ucrania, a Kiev. Tendré 20 días de vacaciones, supongo. Y luego, a trabajar duro”, respondió. Hasta aquí normal. Pero añadió: “No sé si voy a sobrevivir. Lo estoy diciendo de verdad, no bromeo”, recalcó, haciendo alusión a ese bombardeo ocurrido esa misma mañana. “A veces, los misiles caen muy cerca, que cuando te vas a dormir no sabes si te vas a volver a despertar”, sentenció.
El prodigio ucraniano, que en el Europeo de 2019, precisamente disputado en Kiev, se proclamó campeón continental con solo 15 años y 229 días -más joven aún que el ya legendario Tom Daley, quien lo logró a los 15 años y 307 días-, y que ha conquistado sus cinco preseas mundiales ya con la invasión por parte de de Rusia en marcha -una en Budapest 2022, otra en Fukuoka 2023, dos en Doha 2024 y esta de Singapur 2025-, ha tenido que preparar esta última competición entre Hungría y Polonia. “Tuvimos que irnos al extranjero para entrenarnos con normalidad, para dormir y vivir con normalidad, sin oír cohetes, ni salir corriendo a refugios, y cosas así”, lamentó.
Aun así, no puede ser ajeno Sereda a lo que ocurre en su país. Entre otros muchos motivos, porque su padre se encuentra en el frente de guerra. “Es muy duro saber que está allí, prácticamente en primera línea. Me siento estresado todos los días por él, intento llamarlo siempre que puedo, porque sé lo peligroso que es estar donde él está”, asumió, acongojado, y sin saber siquiera si había podido ver su triunfal concurso de saltos. “Está muy cerca del frente, no sé si tuvo la oportunidad, pero ya le preguntaré”, solventó.
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Internacional desde los 13 años, razón por la cual él no ha sido reclutado también por el ejército de su país, Sereda cree que éxitos como su medalla de plata “significan mucho para Ucrania, como que somos capaces de lograr grandes resultados, de competir incluso en estas condiciones y de ganar”. “No sé si inspiraré a alguien porque no he sido campeón del mundo”, aseveró, desde la humildad, “pero lo que me gustaría es que esta guerra acabara lo antes posible, porque esto no es una vida normal, no es la vida que debería ser”, culminó.
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