JUEGOS PARALÍMPICOS PARÍS 2024
Sara Martínez, un adiós de plata
La atleta madrileña logró un salto de 5,40 metros, que le valió el segundo puesto y su segunda plata en unos Juegos. Esta medalla supone el punto y final de su carrera.
Fue hola y adiós. Sara Martínez (Madrid, 1990) hizo un salto de 5,40 metros y quedó por detrás de la ucraniana Oksana Zubkovska (5,78), colgándose así la primera de las tres medallas de plata para España en esta jornada. De hecho, el podio de París 2024 fue una réplica exacta de aquel de Tokio 2020. Esta es, por tanto, su segunda medalla en sus sextos Juegos —comenzó su andadura en Atenas con sólo 14 años—, porque en Río se quedó a las puertas del bronce. A un centímetro. Esa alegría desbordada y el abrazo con su familia fueron el punto y final de su carrera. Inmejorable.
“Ha sido la primera vez que he competido con tantas ganas, con menos nervios de los que estoy acostumbrada. Ha sido un ciclo duro, pero lo hemos conseguido, sin lesiones, ni constipados, ni nada”, admitió Sara en zona mixta, donde confirmó las sospechas: “¿Continuar? Nada, se acabó. Ahora voy a hacer escalada, ciclismo... lo que me gusta. No digo que el atletismo no me guste, pero podré hacer los otros deportes sin miedo a poderme hacer daño”. De la niña que debutó con 14 años queda, dos décadas después, “la atleta”. Ese último vuelo permanecerá en el recuerdo. “De la emoción he saltado fatal. He salido muy motivada, quizá demasiado. Me he descontrolado. Ya está. Trabajo hecho y con buena nota”, concluyó.
La madrileña, subcampeona en el Mundial de Kobe (Japón) este mismo año, tiene una discapacidad visual. Nació con opacidad corneal bilateral, una enfermedad hereditaria, que también padecen su hermana María y sus sobrinas y viene de su madre. La misma que la animó a empezar en el atletismo con 8 años, después de haber probado la natación. De primeras, se decantó las pruebas de fondo, hasta que su entrenador —también su cuñado— Pedro Maroto le presentó la alternativa de los saltos.
Eso la terminó convenciendo, ya que de primeras le parecía engorroso mancharse de arena, y se sacó el billete a Atenas 2004 como la benjamina de su categoría. Aún recuerda el revuelo de su presencia. Las entrevistas. Más si cabe tras traerse bajo el brazo un diploma por su séptimo puesto y por compartirlos junto a su hermana María y su primo Daniel Moreno, también deportistas entonces. Esa ilusión no ha sido una constante durante tantos y tantos años de competición. La rutina y el desgaste le hicieron mella. Por rachas perdió la motivación, pero la meditación y la ayuda de una psicóloga le hicieron reengancharse. Un toma y daca que se cristaliza en una despedida con sabor a plata.