BÉISBOL

Ohtani, Yamamoto y otros contratos extraños del béisbol

Un vistazo a la letra pequeña de los acuerdos alcanzados por ambas estrellas japonesas recuerda a otros episodios de ingeniería financiera en este deporte.

CAROLINE BREHMANEFE

La agencia libre 2023 de la MLB está siendo una que se recordará largo tiempo. La de Shohei Ohtani, firmante del mayor contrato de la historia del deporte, esos 700 millones por 10 años que le han dado Los Ángeles Dodgers; y la de Yoshinobu Yamamoto, otro pitcher de la escuela japonesa (este no batea) que le acompañará en la franquicia californiana a razón de 325 millones por 12 años.

Dos megacontratos (el de Yamamoto no se ha convertido en el más grande por valor anual para un lanzador de la historia por escasos cientos de miles de dólares, y es el más grande por valor total) que, unidos a los 136,5 millones por cinco años que los angelinos pagarán a Tyler Glasnow, otro brazo de postín para una rotación que da miedo (aunque Ohtani, que se sometió a cirugía este año, no subirá al montículo hasta 2025), han requerido de ingeniería financiera para no saturar la nómina Dodger a efectos de impuesto de lujo y demás mecanismos solidarios.

En el caso de Ohtani, lo que han hecho los Dodgers es básicamente diferir la mayor parte de su salario al periodo 2034-2043, después de expirar el contrato, para tener más flexibilidad a la hora de construir a su alrededor (de tener una estructura normal el contrato le deberían 43,8 millones por temporada). Así, de 2024 a 2033 cobrará dos millones al año, el salario de un abridor ramplón, y en los siguientes diez años irá recibiendo los 680 ‘kilos’ restantes. Es un win-win: sacrificar tren de vida ahora para hacer a los Dodgers ultracompetitivos mientras esté allí y después una jubilación dorada, porque además esta estrategia podría ahorrarle según expertos fiscales entre 90 y 100 millones si ya no reside en California cuando cobre el grueso del acuerdo.

No es una novedad esto de diferir salarios. Ya fue práctica habitual de Jerry Colangelo en los Diamnodbacks campeones en 2001, y también la asumieron estrellas como Ken Griffey Jr., Manny Ramírez o Jon Lester. Lo que sí es nuevo, al menos en esta liga, es la cláusula que permite a Ohtani sarlise del contrato si el dueño de la franquicia, Mark Walter, o el presidente de operaciones Andrew Friedman abandonan la organización. Shohei ha unido su destino al de los dos hombres que le han llevado a Chávez Ravine.

Así han conseguido espacio salarial los que ya son los principales candidatos a ganar las Series Mundiales en 2024 para incorporar a Yamamoto, cuyo contrato incluye los algo más de 50 millones que hay que pagar a los Orix Buffaloes, el equipo de la NPB japonesa que le liberó. En su caso la distribución del dinero es más tradicional, con cláusulas de ruptura en 2029 y 2031.

Paseos en limusina, gelatina y clases de hípica

Pero por extraño que pueda parecer el calendario de pagos de Ohtani, no es ni remotamente lo más raro que se ha hecho en los despachos de la MLB. Esa categoría pertenece a otros equipos. Por ejemplo a los Toronto Blue Jays, que en 2005 firmaron al pitcher AJ Burnett por cinco años en un trato en el que este incluyó ocho viajes en limusina por curso para que su familia pudiera viajar desde Baltimore a ver sus partidos (en coche un trayecto de nueve horas). Aparentemente a su mujer le da miedo volar.

En un terrateniente convirtió al tercera base George Brett su acuerdo “de por vida” con los Kansas City Royals en 1984. Como parte del mismo, Brett recibió participaciones en la propiedad de un complejo de apartamentos en Memphis que pertenecía al presidente de los Royals y tiburón inmobiliario Avron Fogelman. Se embolsó cerca de un millón gracias a esos derechos de propiedad, y podía revender su participación al equipo por dos millones.

Otro tercera base, Troy Glaus, decidió hacer a su mujer Ann Glaus, una estrella de la equitación, partícipe de su contrato con los Arizona Diamondbacks a comienzos de siglo, añadiendo una cláusula por la que la franquicia debería invertir 75.000 dólares al año para las clases de Ann y el mantenimiento de un establo en Arizona. Una temporada después de la firma, Glaus fue traspasado a los Blue Jays, que aumentaron esa cantidad a los 325.000 dólares anuales.

Quizá la palma de las cláusulas bizarras se la lleve la que solicitó el relevista Charlie Kerfeld a los Houston Astros en 1987. Kerfeld pidió el equivalente a su número en los Astros, el 37, en sobres de gelatina Jell-O. Su objetivo era poder “gastar una broma a alguno de los entrenadores o reporteros”. Tampoco fue una gran sorpresa viniendo de un jugador excéntrico, que llegó a proclamar que le gustaría hacer lucha libre y enfrentarse a Charles Barkley y Hulk Hogan.

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