AJEDREZ

La fiesta de Nepomniachtchi termina en resaca

El Gran Maestro ruso tenía todo a su favor para sentenciar el Mundial con piezas negras, pero una serie de malas decisiones le dieron el punto a Ding.

FIDE/Stev Bonhage

La duodécima partida del Campeonato del Mundo de Ajedrez ya la resumió Arsenio Iglesias hace casi 30 años. “Cuidado con la fiesta que nos la quitan de los fuciños”, expresó ‘O bruxo de Arteixo’ días antes de que el Deportivo de La Coruña no consiguiese ganar su primer campeonato de Primera División en 1994 tras el famoso penalti de Djukic contra el Valencia. El sabio entrenador, que más tarde dirigiría también al Real Madrid, quería relativizar el ambiente festivo en la ciudad gallega propiciado porque muchos hinchas se veían ya ganadores del título.

Un sentimiento parecido al que sintió el deportivismo durante esos días -y que a algunos se les extiende hasta la actualidad- debió ser el de Ian Nepomniachtchi tras terminar el envite. El ruso, por momentos, se vio con el título entre sus manos. El anhelo de toda una trayectoria deportiva desapareció de la nada, como a aquel que marra un lanzamiento fatídico, después de una serie de jugadas horribles impropias de un ajedrecista de su nivel.

Tras un Sistema Colle, la partida termina trasponiendo a una Caro-kann del cambio con el alfil encerrado en c1. Una versión en la que el negro lo tiene todo controlado pese a haber perdido un tiempo con su alfil.

Ding Liren mantuvo su estrategia de no forzar los acontecimientos desde la apertura y empleó un Sistema Colle no especialmente ambicioso. La idea de este esquema es mantener muchas piezas en el tablero para, posteriormente, jugar un ajedrez lo más alejado posible de los análisis de los módulos. Tras una serie de jugadas lógicas terminó convirtiéndose en una especie de Caro-Kann del cambio con una estructura Carlsbad que ya se ha repetido en varias ocasiones durante el match.

El subcampeón del mundo sorprendió con dos movimientos con su alfil en la jugada 6 y 9 que estaban fuera de todo libro. Su preparación teórica había llegado hasta ahí y, al llegar al undécimo turno, parecía seguro frente a todos los peligros. Sin embargo, las cosas se complicaron. No tenía otra opción Ding, que necesitaba el triunfo para nivelar el torneo y para no tener que dejar los deberes para última hora.

Ding se lanza precipitadamente hacia el rey rival. La idea es buena, pero quizá precisaba de dotar de seguridad al rey antes con un Rh1 o con un maravilloso (propuesto por Miguel Santos) Rf1-e2.

Aunque la apariencia mostraba líneas diabólicas en favor del chino, lo cierto es que la posición precisaba de mucha más minucia por su parte que por la de su rival. Así las cosas, no tardó si quiera veinte jugadas en quedarse prácticamente perdido. La noche apuntaba a ser todavía más feliz para Nepomniachtchi al ver cómo era capaz de clavar un movimiento tras otro como aquel que despunta en la pista de baile mientras recibe la aprobación de las miradas ajenas.

El momento clave para Nepo llegó en el turno 26. “No hay ninguna posibilidad de que no haga a6″, comentaban los Grandes Maestros Pepe Cuenca y Miguel Santos en la retransmisión de la plataforma Chess.com. Posiblemente cualquier jugador aficionado la habría hecho sin reflexionar en exceso. No así Nepomniachtchi -que ya sentía haber forzado más de la cuenta la partida un par de jugadas antes-, que erró en uno de sus pasos estrella y vio cómo su superioridad se esfumaba en la oscuridad de la noche.

Parecía impensable todo lo que no fuera 26...a6 defendiendo al peón de b5 y manteniendo la disposición de piezas. No obstante, Nepo optó por 26...b4 precipitando Dxc4 y futuras mejorías con una dama que estaba muy pasiva.

Los focos no sabían a quién apuntar. Entre el movimiento 28 y el 30, los dos candidatos dejaron pasar claras opciones de triunfo. Para Fabiano Caruana, subcampeón del mundo en 2018, era más una cuestión de nervios que de ajedrez, pero ninguno de los contendientes estaba de acuerdo totalmente con su percepción. “No me sentía muy nervioso”, confesó Ding totalmente repuesto de sus problemas de ansiedad de comienzos de torneo.

Tras 34 apasionantes jugadas el juego volvía a estar cerca de la igualdad. El tiempo de los relojes iba cayendo y, por ende, solo quedaban los últimos coletazos de una fiesta histórica. Con el sol empezando a salir ante los ojos de Nepomniachtchi, el ruso se cegó y cometió un error de cálculo básico que sentenció el asalto al instante.

El gran error de Nepomniachtchi. El blanco captura con su torre en e6 y amenaza mates con d5+ seguido de Dg7.

Sin conseguir explicarse cómo se le había apalancado la partida -y eso que intentó buscar el motivo durante el tablero entre lamentos y sonrisas de incredulidad- tuvo que darle la mano a su rival a modo de rendición. Ahora, con dos partidas clásicas por delante, los desempates vuelven a aparecer como una opción real. Pero como la noche se alargó más de la cuenta, la resaca puede ser un rival mortal en el duelo del día 27. Ya lo decía mi padre: “Se sabe cuándo se sale, pero no cómo y cuándo se vuelve”.

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