Gimnasia rítmica a ciegas: “Es duro competir con quienes tienen algo que tú no”
Teresa Moya es la pionera por ser la única gimnasta ciega de una disciplina aún sin adaptar. Compite con todo en contra y en igualdad de condiciones.
De no ser porque sus entrenadoras la acompañan a la entrada y salida del tapiz, nadie se daría cuenta de que Teresa Moya (21 años) es una gimnasta ciega. De hecho, la única en España. Tampoco es algo distinguible en su entrenamiento, ni en el nivel en el que compite. Fue quinta, sobre más de 45 gimnastas, en la primera fase de la Copa 7 Estrellas de la Comunidad de Madrid, nivel prenacional al que ascendió en la última temporada a base de entrenar, tres horas y media durante cinco días, y de repetir. “He llegado a hacer 150 lanzamientos y solo recoger uno”, esa es la clave para destacar en el tapiz compitiendo en igualdad de condiciones y sin adaptaciones.
Teresa combina la gimnasia rítmica con sus estudios (Periodismo, Derecho y Psicología), prioridades que no quiso abandonar cuando se quedó ciega con 16 años y toda la vida por delante. Antes de ese momento, ya competía sin tener visión periférica, algo que desconocía hasta que se lo detectaron.
En lo deportivo, este golpe ‘a lo oscuro’ fue “como perder la esencia”. “Entrenando estaba más perdida incluso que en mi día a día, algo complicado porque estaba reaprendiendo a vivir”. Pensó en dejarlo, pero el apoyo de su entrenadora, Aida Díaz, se lo impidió. Pese a tenerlo todo en contra, hizo lo posible para que Teresa soñara a lo grande: “Me encantaría ver la rítmica en unos Juegos Paralímpicos, porque significaría que lo que hago ha servido de algo”.
Sin embargo, esa puerta está cerrada para ella por ser la única gimnasta rítmica ciega y no existir adaptaciones que le permitan subir de nivel. “Me dijeron que dejase la rítmica porque no estaba adaptada”. Para que lo estuviera, habría que modificar el código nacional e internacional, algo posible, pero que no se está haciendo. Teresa lo resume con un ejemplo: “A las gimnastas con visión, les puntúa más todo lo que escapa de su campo visual. En mi caso, es todo”.
El proceso de entrenar siendo vidente a no serlo exige una gran propiocepción y control del eje corporal para mantener el equilibrio. La visión se sustituye por el cálculo casi milimétrico de las distancias, de los giros controlados para reducir la desorientación y de “un trabajo muy de cerca con las entrenadoras de Rítmica Elegance”, el único club que acogió a Teresa en Madrid cuando se mudó desde La Herradura (Granada). Tampoco le pusieron las cosas fáciles en la búsqueda de un nuevo centro de entrenamiento: “Cuando les decía que tenía una discapacidad visual, me decían que habían cerrado plazas”.
“Es muy duro saber que compites con otras personas que tienen algo que tú no”. A pesar de eso, Teresa no abandona su ‘vía de escape’ por su doble motivación: por placer y por visibilizar. “No creo que haga nada extraordinario, trabajo como mis compañeras, pero quiero hacer ver que las personas ciegas pueden hacer este deporte y superar las barreras impuestas por quienes no saben cuáles son nuestros límites”. Teresa no supo resumir en una palabra cómo es ser la única gimnasta ciega en España, y probablemente del mundo, que esté abriendo paso a generaciones futuras de personas con discapacidad, pero existe una idónea: pionera.
As Deporte en Positivo es un proyecto de compromiso social que fomenta los valores asociados intrínsicamente al deporte tales como el respeto, la equidad, la inclusión, la humildad, la disciplina o la diversidad. Frente a la crispación y al ruido que tan presentes están en la actualidad deportiva en los últimos tiempos, esta iniciativa recuerda que más allá de los goles, las canastas y los récords, el deporte tiene un gran potencial como elemento transformador de la sociedad.