GOLF | BRITISH OPEN

El Open de la paz

Siete españoles, con Rahm a la cabeza, salen en el que apunta a ser el último grande sin acuerdo entre PGA y LIV.

ROBERT PERRYEFE

Ni rastro de tensión. De la no competitiva. Ni malas caras, ni malas palabras. Tiger, “contento” con el transcurrir de las negociaciones (y si Tiger está contento poco más hace falta para saber que el acuerdo, más pronto que tarde, llegará). Flota en el aire de Troon (Escocia), donde este jueves (07:30, Movistar Golf) arranca la 152ª edición del British Open, que este será el último grande en discordia. Para septiembre tanto el PGA como el LIV habrán dado por concluidas sus temporadas y se abrirá un momento más propicio para que este deporte viva su particular Yalta, el reparto de una tarta ahora más grande y jugosa entre las dos potencias enfrentadas desde hace años, y que el 2025 empiece con borrón y cuenta nueva.

Lo poco agrada y lo mucho enfada, y un año más de esto es insostenible. Lo dicen las audiencias, con caídas sintomáticas como la del Masters, el menos visto desde 1995 quitando los de 2020 y 2021, en plena pandemia; lo dice la Prensa especializada de forma más o menos unánime y lo dicen los jugadores, que quieren competir contra los mejores más de cuatro veces al año. La mesa está puesta y los comensales, hambrientos. Entre ellos Jon Rahm, que intentó cambiar la dinámica entre circuitos con un golpe de efecto, su fichaje por el LIV durante las pasadas Navidades.

Habría que concederle a la maniobra cierta influencia, pues parece que con ella terminó de convencer a Jay Monahan, comisionado del PGA, de que no tenía el mango de la sartén tan bien asido como él pensaba. Pero en lo personal no le ha ido bien. Si hablamos de palmarés estamos ante su peor temporada como profesional, inédito hasta la fecha. En cada una de las siete anteriores ganó al menos un torneo. La de 2023, su última en el PGA, fueron cuatro, entre ellos el Masters. Este año acabó 45º, su actuación más pobre de siempre, y después falló el corte en el PGA, algo que no le ocurría en un grande desde 2019. El US Open se lo perdió por un inoportuno corte en el pie. Sus nueve top-10 en otros tantos torneos completados en la superliga saudí se antojan peccata minuta para un exnúmero uno del mundo compitiendo contra menos de la mitad de un field completo del PGA, poblado en su mayoría por jóvenes incipientes y viejas glorias.

Y aun así hay que contar con él, aunque solo sea por curriculum, porque esta es su “semana favorita” del calendario y porque anuncia que desde Nashville, la penúltima cita del LIV, la bola ha empezado a hacer más o menos lo que él quiere. Además en Troon, sede por primera vez en 1923, que no adquirió el título de Royal (’Real’) hasta 1978, en su centenario, no habrá drones ni música en directo que perturben su swing. Le ha tocado, eso sí, un compañero de partido (desde las 10:36 de la España peninsular) ‘incómodo’ en el local Robert MacIntyre, el hombre de moda en Escocia tras ganar el Open nacional el domingo con un birdie en el último hoyo. El año pasado jugó los dos primeros días con McIlroy y en más de una ocasión le alteró la marabunta que seguía al norirlandés. También arrastrará la suya el tercero en discordia, el inglés Tommy Fleetwood.

La inoportuna ausencia de Sergio García

Por segundo año consecutivo faltará Sergio García, que no consiguió sacar billete en las previas. Una lástima, porque habría llegado encendido tras conseguir el domingo el cuarto triunfo de su carrera en Valderrama. Su problema, sin exenciones ya más allá del Masters, que puede jugar de por vida como excampeón, y sin vías de entrada para los LIVers a través del ranking mundial, es uno de los que se solucionará con el acuerdo. La Armada la completarán la clase media nacional, con David Puig (11:53), Nacho Elvira (12:15), Ángel Hidalgo (13:09) y Jorge Campillo (13:20), y un par de amateurs que sí consiguieron entrar vía clasificatorios en la disputa de su primer grande, ambos madrileños: Jaime Montojo (17:05) y Luis Masaveu (16:54).

El gran favorito, libra por libra, no puede ser otro que Scottie Scheffler, con permiso de un Bryson DeChambeau en estado de gracia y de un McIlroy que tras el fiasco de Pinehurst y un periodo de reflexión volvió a estar en la pomada la semana pasada. Incluso Tiger, que se sigue viendo “capaz de ganar”, signifique lo que signifique eso a estas alturas de su carrera, podría tener algo que decir en un campo que tolera campeones veteranos como el sueco Stenson en 2016, con 40 años, o el estadounidense Todd Hamilton en 2004, con 38.

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