Boxeo | Poli Díaz

"He estado en un túnel, pero ya he salido de él"

Poli Díaz, curado de las drogas, vive y trabaja en Navacerrada

reportaje gráfico: Pablo vázquez

He estado en un túnel, pero además muy tapado, muy tapado y por fin he salido de este túnel. Hace tiempo que ya no consumo (drogas)", aclara el ex boxeador madrileño. "Salí porque tenía que salir. Yo me veía mal aspecto, no me veía bien... Tan fácil, tan fácil no es porque recaes y vuelves a recaer alguna vez... pero ahora ya hago dóping y todo (refiriéndose al control de orina semanal al que le someten en el Centro de Ayuda al Drogodependiente para comprobar que sigue limpio)", explica Policarpo Poli Díaz Arévalo (Madrid, 21 de noviembre de 1968), más conocido como El Potro de Vallecas, que, a sus 36 años, acaba de estrenar una nueva vida. Y lo hace reconciliado con el boxeo, el deporte que le dio tanto -éxito, fama y dinero tras conquistar, entre otros títulos, ocho cinturones de Europa y la disputa en 1991 del título mundial que perdió en Estados Unidos ante Pernell Whitaker- y alejado del oscuro mundo de las drogas, que tantas veces le colocó al borde del abismo.

Desaparecido.

Poli Díaz ha estado muchos meses sin aparecer en los medios de comunicación. Hace unos días AS supo que Poli se encontraba, totalmente rehabilitado, viviendo y trabajando en Navacerrada (un pequeño pueblo de la sierra madrileña), como jardinero del ayuntamiento de la localidad por las mañanas y dando clases de boxeo en el polideportivo municipal por las tardes.

Nos pusimos en contacto con él, quien no tuvo ningún inconveniente en abrirnos las puertas de su casa. Rodeado de paisajes idílicos, montañas, vacas de anuncio de chocolate... Así discurre el quehacer diario de Poli Díaz.

El ex boxeador llegó a Navacerrada hace cuatro meses de la mano de Bajalica Branco, un empresario de origen yugoslavo de 38 años dedicado a negocios de jardinería, que le dio un trabajo en su empresa y le ofreció la posibilidad de dar clases en el Club de Boxeo de Navacerrada que acababa de fundar. "Conozco a Poli desde hace diez años. Nos lo presentó Víctor de la Cruz, en el gimnasio del Rayo. Hace unos meses vi por la tele que lo estaba pasando mal, le llamé para que se viniera a trabajar aquí y le dejé la casa donde vive ahora (un pequeño apartamento con vistas a la sierra situado en la plaza del pueblo). Primero le di trabajo de jardinero en mi empresa pero enseguida le contrató el ayuntamiento con una beca. También le animé a dar clases de boxeo. Ahora tiene 20 alumnos y ojalá llegue a tener cien. Es una buena persona y se lo merece", enfatiza Branco.

"Llevo una vida normal. Voy a correr de vez en cuando para mantenerme en forma y estar bien conmigo mismo. Por las mañanas trabajo en un taller de jardinería de ocho a tres de la tarde. Levantarme tan pronto es lo que más me cuesta, porque hace un frío... y luego por la tarde doy clases de boxeo. Eso es todo", explica Poli.

En su nueva aventura, la naturaleza está jugando un papel fundamental. Entre montañas y acompañado de sus dos cachorros, Rocky y Ansa, que le adoran, y a los que adora, Poli ha encontrado la paz que tanto andaba buscando y es con ellos con los que sale cada tarde a pasear por el monte.

Empleo-trampa.

El madrileño reconoce que la jardinería ha sido su otro gran descubrimiento. Empezó a través de un programa de empleo de la Comunidad de Madrid para ex drogodependientes, aunque reconoce que su primer empleo tenía cierta trampa... "Estaba buscando trabajo y me salió esto de la jardinería y me gustó, porque el boxeador es un deportista y al deportista le gusta estar en contacto con la naturaleza. Y después me salió éste otro trabajo mejor. Porque, ¿sabe usted dónde estaba este trabajo? Pues a lado de La Barranquilla (uno de los focos de droga en Madrid), a 200 metros. Vamos, que cobraba el dinero y, si hubiera querido, me lo hubiera gastado allí mismo. También podrían haberlo puesto en otro lado...", se queja.

Precisamente en otro foco, La Rosilla, en Vallecas, se alimenta otra de las leyendas más negras de Poli y que él mismo aclara: "Sí es verdad, tenía dos tiendas de campaña en La Rosilla, pero es mentira que las alquilara. Yo estaba viviendo allí... Es como el que se va de vacaciones a las Canarias... pues yo me fui allí para no tener que ir todos los días de La Rosilla a mi casa, que estaba a un kilómetro. En una tienda dormía y en la otra yo les dejaba fumar en la tienda y a cambio ellos me daban caladas. En aquella época no tenía dinero y me dio por fumar caballo. Peor hubiera sido que hubiera robado. Mi consumo me lo pagaba yo con la otra tienda. Pero ahora estoy de (...) madre. Está todo olvidado. Siempre se me saca lo malo y ya está bien. ¿Usted ha venido a hablar conmigo de boxeo o de la novela Cristal?".

Tan olvidada está su anterior vida que Poli, con unos siete kilos de más respecto a cuando dejó de pelear en 2001, tampoco piensa en volver al ring. "De momento he pasado página. De mis últimos combates guardo muy buenos recuerdos: dos los gané por KO y el otro por puntos. Lo dejé porque un día sencillamente pasé, como he pasado otras muchas veces. Gracias al boxeo pasé de no tener nada, luego lo tuve todo, y ahora tengo un trabajo como una persona normal. He vivido muy rápido, lo sé. No es que me gustara la velocidad, las cosas vinieron así. La vida es como una ola que no se puede controlar. Si no que se lo pregunten a toda esa gente que ha muerto por el maremoto", concluye Poli.

Sueña con el árbol más alto

Aunque aún está aprendiendo el oficio de jardinero, Poli lo tiene muy claro en cuanto a sus preferencias. "Me gustaría trabajar y cuidar mi propio jardín, porque eso querría decir que estaría muy contento de tener mi propio jardín. Y plantaría un árbol que midiera muchos metros y fuera el más alto de España. Porque sí", concluye.

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