Ciclismo | La vida de Iban Mayo. Cap 1

Su primera bici pesaba más que él

Iban Mayo empezó a practicar el ciclismo a los doce años en la escuela de su pueblo, Igorre, y pasaron dos años más hasta que tuvo su bicicleta propia

Llegar al valle de Arratia donde se encuentra Igorre, el pueblo natal de Iban Mayo, y más en días oscurecidos por la lluvia, no es fácil para alguien que no conoce la carretera. Pero merece la pena. El pueblo donde nació hace 26 años Iban Mayo, de 4.000 habitantes, entre metalúrgico y rural, respira ambiente ciclista por cada uno de sus rincones. Vigilado por dos majestuosos montes, el Amboto, de 1.331 metros (con leyendas incluidas de brujas que en un tiempo lejano habitaron en sus cuevas) y el Gorbea (1.480 metros), sus carreteras de verdísimos paisajes invitan a simular a los grandes escaladores del Tour de Francia. De hecho, a diario son frecuentadas por ciclistas que se entrenan por su asfalto, incluido el propio corredor del Euskaltel. Y eso es lo que le debió de pasar a Iban Mayo hace 14 años cuando tuvo que elegir entre ser pelotari o ser ciclista.

Mi hijo siempre ha tenido un don para el deporte y procuré que probara varios. Practicó el fútbol, jugaba de delantero y, aunque con el balón al principio no era muy bueno, al final no lo hacía mal. También hizo atletismo, sobre todo cross, aunque lo que más le gustaba era la pelota vasca. También nada como los ángeles. Un día llegó a casa y me dijo que además del frontón había empezado a frecuentar la escuela ciclista del pueblo. No me quedó más remedio que darle a elegir uno de los dos, cuenta Francisco Mayo.

Su primer contacto con el ciclismo se produjo en la escuela de ciclismo Opel-Ibaigane de Igorre. Juan Mari Zurinaga, presidente, director deportivo, y hasta barrendero, según asegura él mismo, aún recuerda cuándo llegó Iban Mayo a la escuela. Tenía unos doce años. Lo recuerdo como si fuera ayer. Era espigadito, no sabía apenas ni andar en bicicleta. Al año siguiente mejoró notablemente. Daba gusto enseñarle. Era obediente a tope. Empezó disputando carreras de ciclocross y pasó a la ruta. En cadetes el primer año ganó alguna carrera, el segundo, tres o cuatro. En juveniles el primer año ganó unas cuatro carreras y el segundo año explotó con 27 carreras, relata Zurinaga.

Doce kilos al hombro.

Desde que empezó a practicar el ciclismo con 12 años hasta que tuvo su primera bicicleta pasaron dos años. La escuela dispone de bicicletas para prestar a los chavales y con una bici de la escuela Opel-Ibaigne dio sus primeras pedaladas. Luego, su padre le compró una. Le compramos una bicicleta de hierro para carretera que utilizaba también para el ciclocross. Había que verle patear con ella al hombro, pesaría unos 12 kilos, casi tanto o más que él, bromea Francisco Mayo.

El padre de Iban Mayo aún recuerda las charlas que le dio a su hijo durante los dos años de cadete y el primero de juveniles. Hubo épocas en las que, como niño que era, se descuidó un poco. Se marchaba con sus compañeros de ikastola (escuela) a jugar al río, engordó un poco, no le seleccionaron para el campeonato de España y ahí estuve un poco duro, lo tengo que reconocer. Pero a partir de juveniles maduró y se volcó totalmente, matiza Francisco Mayo.

Pero no todo han sido sacrificios deportivos en la vida de Iban. Los álbumes familiares de la familia están repletos de fotos de momentos felices, sobre todo de las vacaciones. Cuando más feliz he sido es cuando mis hijos eran pequeños (Iban tiene otra hermana, Leire, un año mayor que él). Nos ha gustado viajar mucho, la playa (sobre todo las del Levante y el sur), el monte... Fuimos de vacaciones juntos hasta que la bicicleta nos separó cuando Iban era cadete. Tenía un Renault 5 y viajábamos con la bicicleta de Iban en la baca. Él salía a entrenarse y yo iba con el coche por detrás, recuerda Francisco.

Con los bocatas.

Pero la familia Mayo no sólo se lo pasaba bien de vacaciones. Con la excusa de ir a ver a su hijo, preparaban los bocatas y se iban allá donde participaba. Uno de los amigos que acudían en cuadrilla puso en duda más de una vez el futuro ciclista de Mayo. Mi hijo tenía una forma de pedalear muy rara cuando se cansaba, con las piernas abiertas, como los patos. Este amigo me decía siempre: Tú hijo no parece que vaya para ciclista.... Se lo recuerdo siempre, asegura el padre.

Pero las dudas sobre el futuro de Iban se despejaron cuando ganó en Ermua su primera carrera en ruta: Estaba comiéndome el bocadillo y de repente vi aparecer en la última curva a uno con un casco amarillo de huevo, como el del pollo Calimero. Se impuso al sprint. Iban empezó a ganar carreras y desde entonces nunca volví a comer el bocadillo tranquilo, concluye el padre.

La pelota es su otra pasión

El monte, la pelota y los disfraces eran algunas de sus pasiones de niño. A la derecha, arriba, con sus padres en el Gorbea; abajo, el primero de la izquierda, de pelotari. A la derecha, disfrazado de pirata y de vendedor del cupón.

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