Madrid era del Depor

Es verdad. Vi el partido en un bar con pantalla gigante. El gol de Pandiani (siempre está cuando le necesitas) inició el milagro. Y todo el bar lo celebró. ¡Qué fuerte!, pensé. Marca Valerón (perdón por el atrevimiento, Dios es canario) y el bar ruge (hasta los de la terraza se meten a ver la repetición). Al disparo a la cruceta de Víctor (futbolista con mayúsculas y pedazo de buena gente) le sigue un ¡huy ¡ que nada envidiaba al griterío de Riazor. La cabalgada de Luque (sé que no va a fallar) produce el éxtasis general y provoca una venta irrefrenable de cervezas. Ya está. Imagino el guirigay del vestuario. A Mauro repartiendo consejos (la experiencia es la madre de la ciencia). A Irureta (el que siembra, recoge) rumiando cambios, soluciones y a Paco a su lado (no hay nadie más leal), 45 minutos más.

No hay miedo. Manuel Pablo, Naybet, Andrade y Romero. han formado la defensa más segura de la Liga. Veo a Sergio (el mejor pivotes-cerebro-gol, que hay en la Liga) dominando su espacio. Primer cambio. La cámara enchufa a Fran (parco en palabras, magisterio en fútbol). Y marca el cuarto. Se lo merece. El fútbol también premia a los buenos. Como a Molina, que saca con los dedos una bala de Rui Costa. Final y tengo que hacer esfuerzos para darme cuenta de que no estoy en el Limerick (famoso bar coruñés) sino en el Irish Corner, en Arturo Soria. Mucha morriña.

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