¿Atletas que juegan al fútbol o futbolistas?

Años atrás, en la cartelería que anunciaba las veladas de boxeo y debajo del nombre de cada uno de los protagonistas de los combates preliminares al duelo estelar, se resaltaba la mejor cualidad de cada púgil entonces semidesconocido. Casi siempre se enfrentaban un fino estilista contra un duro fajador. Ambos eran boxeadores, pero uno más que otro. Aunque en ocasiones el tosco resultara vencedor. En el fútbol y desde hace unos años, hay quién parece que está más empeñado en forjar atletas que no futbolistas. Abundan los fajadores y los menguantes estilistas son tildados a menudo de gandules. Es fácil constatar que, cada vez más asiduamente, en el fútbol profesional la técnica está en franca recesión respecto al poderío físico. Posiblemente esta perversión del buen gusto se geste ya desde las categorías infantiles. Los pequeños ya no pueden jugar en las calles y cuando entran en un equipo desde que son alevines, se encuentran generalmente no a un pedagogo que les instruya en el manejo y toque del balón, sino a un preparador físico obsesionado por la competitividad. Les cercenan el disfrutar aprendiendo con dosis de testiculina.

Cada vez hay más profesionales con una asignatura pendiente: el gobierno del balón. Generalmente los jugadores, una vez concluido el entrenamiento, no quieren saber nada del esférico. Y los entrenadores, los que lo hacen, apenas dedican minutos al perfeccionamiento de la técnica. ¿De qué sirve ensayar movimientos, estrategias y estar físicamente bien preparados, si desde la banda la mayoría de centros adolece de precisión?; ¿qué porcentaje de profesionales en una plantilla es capaz de dar un pase de 20 metros en condiciones ventajosas para el compañero? Desespera ver a mundialistas incapaces de ejecutar correctamente el lanzamiento de un córner.

Hay quien pretende convertir este deporte en un juego cuadriculado científicamente y que todo sea más o menos predecible. Prefieren atletas transportistas a que sea el balón el que circule. Incitan a la presión sobre el jugador y no sobre el esférico. Embotan el talento con machaconas sesiones de pizarra y vídeo. Enfermos de estadísticas, prefieren ignorar que el arte, la técnica, llega donde no alcanza la lógica. Y que un buen "toque" puede descolocar a la defensa mejor dispuesta. Lo saben. Les da igual. Consideran una pérdida de tiempo el mejorar y perfeccionar el manejo del cuero. Y les va muy bien. Debe ser la única profesión del mundo donde no es indispensable dominar muy bien la herramienta de trabajo.

Lo más visto

Más noticias