Todoterreno Pidcock: oro salvaje antes de la ruta
El británico, tras un pinchazo, se convierte en el segundo corredor de la historia con doblete olímpico en MTB. Valero termina 10º y Cullell, 24º.
Lo imposible ocurrió en Elancourt Hill, el punto más alto de París, desde donde la Torre Eiffel, a la que se mira de tú a tú, no impone tanto. En medio de las colinas francesas, a las que llegaron decenas y decenas de autobuses, Tom Pidcock, que venía de abandonar el Tour por coronavirus, revalidó el oro conseguido en los Juegos de Tokio. No lo hizo de cualquier forma. El británico, capaz de ganar una Strade Bianche, una Amstel, en el Alpe d’Huez o con las ruedas gruesas, sufrió un pinchazo en el ecuador de la carrera. No le importó. De forma salvaje, remontó para convertirse en el segundo ciclista con dos oros olímpicos, junto al francés Julien Absalon. Su actuación, para la historia, privó del primer puesto a otro local, Victor Koretzky, y marcó muchas diferencias con los españoles, David Valero (10º) y Jofre Cullel (24º), que se fueron al suelo. Contra un Tom así, que volverá a competir en la prueba en ruta (el 3 de agosto), nadie tenía nada que hacer.
La locura se desarrolló bajo un sol abrasador. Estos días, en París, la lluvia, que no se quiso perder la ceremonia de inauguración alrededor del Sena, ha dejado paso a un tiempo más veraniego. Los paraguas seguían presentes, pero para proteger a los corredores durante el calentamiento, antes de afrontar un circuito de 4,4 kilómetros con caminos de grava, varios jardines de piedras y subidas explosivas, con 150 metros de desnivel en total. El diseño, al que se le daban ocho vueltas, no era del gusto de Pidcock, que lo calificó de “soso”. “Cuando simplemente recorres una bonita ladera con grava, no estás haciendo realmente ciclismo de montaña”, criticó antes de su exhibición. Sí agradaba más a Valero, que lo reconoció dos veces. “Me gusta. Tienes zonas artificiales, de fuerza, y me beneficia”, decía a AS antes de su debut. Para el espectador, fue un deleite visual.
Valero, que después de su bronce en Tokio también fue plata mundial y número uno del ranking UCI, venía de un año muy alejado de esos estándares. “Hemos perjudicado toda la temporada para apuntar al máximo a los Juegos”, aseguraba. Costaba confiar en ese plan, pero, tras el espíritu olímpico mostrado tanto por él como por su patrón, Carlos Coloma, bronce en Río, no se podía descartar. En Elancourt, lo demostró a medias, frenado por la mala fortuna. “Intenté no volverme loco al inicio, pero he pagado algunos errores. Pese a ello, contento con el ritmo y las sensaciones. Me he resbalado y he perdido unos 30 segundos, pero, con piernas, no eran un problema”, analizó con los medios españoles presentes. Tras una salida complicada, en la que ni él ni Cullell encontraron las primeras posiciones, todo se empezó a torcer en la segunda vuelta, cuando tuvo el percance. Luego, de menos a más, fue progresando, en modo diésel, como le gusta. Su avance fue notable, pero el de Pidcock, que aún agolpó más contratiempos, fue de época.
Una remontada olímpica
Con el pinchazo, que se produjo en la cuarta vuelta, Pidcock se dejó 38 segundos respectó a Koretzky. Mientras los mecánicos cambiaban su rueda delantera, sin embargo, el británico se mostró tranquilo, consciente de sus capacidades. Una vez con todo listo, salió de caza. Vuelta a vuelta, fue adelantando corredores como si de aficionados se tratara. Entre ellos, a todo un Nino Schurter (9º), diez veces campeón mundial y oro en Río, con el que compartió grupo de perseguidores... durante unos segundos. Su ritmo no le valía. Sólo encontró un aliado en el sudafricano Alan Hatherly, finalmente bronce, que aguantó en cabeza hasta la última vuelta, cuando Pidcock y Koretzky se batieron cuerpo a cuerpo. Primero, en una de las últimas colinas, atacó el francés, que se marchó. Luego, el británico hizo el resto. Recuperó el terreno perdido en bajada y, entre árboles, con choque de bicis incluido, remató su obra de arte.