Otro drama para Niko
El español, que en Tokio cayó de forma muy dura, se queda a una victoria del bronce. Tercera medalla que se escapa en judo en su último día.
“Ahora mismo, no quiero ni ver un tatami”, fueron las últimas palabras de Niko Shera en los Juegos Olímpicos de Tokio, en los que iba a por el oro y terminó inconsciente en el suelo del Nippon Budokan, el mayor templo de las artes marciales, camino de la lucha por el bronce. Una cicatriz olvidada, decía, pero que, en realidad, aún guardaba en algún rincón de su alma. Este jueves, en París, el español estuvo cerca de liberarse de todas las magulladuras. Tuvo que disputar esa misma repesca que tanto dolor le infligió y superó el primer combate. En el segundo, el de la medalla, sin embargo, se topó con su pasado, en forma del uzbeko Muzaffarbek Turoboyev (4º del mundo), para terminar quinto, como Ai Tsunoda y ‘Tato’ Mosakhlishvili el día anterior, como Laura Martínez en el bronce de Fran Garrigós, el único metal que el judo español se llevará de París, el que rompió una sequía de 24 años.
“Puede tener relación con Tokio”, admitió Niko ante los medios presentes, después de su derrota. “Aquí he estado mejor, pero no lo suficiente. No he sido yo al 100%”, decía de forma autocrítica el español, que en 2022 se rompió el cruzado mientras completaba una transición de los -90 kilos hasta los -100. “Estoy un poco triste. No saco mi mejor versión. Entrenando soy muy bueno y en otras competiciones, también, pero aquí me pueden la presión y los nervios. Esto me importa mucho y lo quiero conseguir. No consigo sacar esa versión mía. Soy muy perfeccionista, pero no lo puedo controlar todo. Cuando piso el tatami, ya lo noto. Hasta entonces, las sensaciones son muy buenas. Había disfrutado del trayecto”, añadió Shera, que en mayo fue bronce planetario.
Hasta el drama, ese trayecto fue emocionante. “¡Niko, Niko, Niko!”, gritaba el Champ de Mars Arena, que vibra con el judo como si fuera el deporte rey, cuando Niko se lo dejaba todo para terminar venciendo, gracias a un ippon, mediante un espectacular Uchi-mata (un tipo de lanzamiento), al japonés Aaron Wolf, 13º del mundo, en su primer combate de la repesca, durísimo. En ese momento, Shera, abreviatura de Sherazadishvili, gritó y miró a su maestro, Quino Ruiz, que en este tiempo había sufrido tanto o más que su pupilo. En la derrota contra Turoboyev, volvieron a hacerlo, aunque de forma distinta. Su relación es casi paternofilial. Su alegría es compartida. Y su dolor, también.
Sufrimiento desde el inicio
En el Dojo Quino de Brunete, el mismo gimnasio de Garrigós, el sensei madrileño acogió a Niko cuando este tenía 13 años. El judoca, de sangre georgiana, buscaba un sitio en el que se entrenara todos los días. Era su lugar. Desde entonces, han vivido de todo. Este jueves, sufrieron desde el inicio. El primer rival de Niko, Zsombor Veg (25º), un cachorro (22 años) peleón, no puso las cosas fáciles. Shera buscaba el agarre, pero el húngaro, que venía de derrotar al medallista mundial Kukolj, se lo negaba. Y golpeaba primero con una proyección Sumi-gaeshi que le valió un wazari. Ante el precipicio por primera vez. En ese momento, sin embargo, Niko igualó gracias a una inmovilización y, finalmente, remontó con un lanzamiento Sumi-otoshi. A la repesca, cayó después de ceder contra el suizo Daniel Eich (14º), que hasta casi le deja sin judogi. Se recuperó para dar un pasito más que en Tokio, pero el pasado le terminó atrapando.