Nadal llega a Djokovic
El español, que sopesó no jugar por sus problemas en el muslo derecho, sufre ante Fucsovics y jugará mañana (13:30) en segunda ronda contra el serbio.
“Yo ya he hecho mi trabajo”, advertía el sábado Novak Djokovic tras arrasar a Matthew Ebden por 6-0 y 6-1. Y Rafa Nadal hizo el suyo hoy contra Marton Fucsovics (6-1, 4-6 y 6-4 en 2h:32) para plantarse mañana (13:30 horas) delante del serbio en un partido que podría llenar no sólo la Chatrier, sino el Parque de los Príncipes. Un duelo repetido 59 veces (30-29 para el serbio), el que más en la historia. Un “último baile para los dos”, como lo definió Nole, con aroma a final de Roland Garros. No en vano, en la Chatrier se han jugado el título en tres finales. Y la última vez que se enfrentaron fue también aquí, en los cuartos de final de 2022, el año del último milagro de Rafa cuando acabó campeón.
En un particular ‘Todo por la patria’, Nadal decidió jugar ante el húngaro pese a que el sábado lo dejó en el aire tras debutar en el dobles con Carlos Alcaraz. “A veces, más es menos”, advirtió críptico sobre lo que sería meter más carga cuando su muslo derecho está tocado, lo que le obligó a descansar el jueves, haciendo sonar las alarmas. Se probó por la mañana y decidió tirar hacia adelante en “una decisión de equipo”. Nada de reservarse para el dobles. A por todas.
Y con esa idea salió ante el Fucsovics, número 83º del mundo. Una versión salvaje de Nadal, como si no hubiese mañana, de bolas altas, profundas y ardientes que acularon al húngaro en el fondo de pista para ponerse 3-0. Y otro break para 5-1, bajando un poco ya la intensidad, sintiendo que el trabajo estaba bien encaminado. En media hora ya lucía el 6-1.
Y la Chatrier entonaba ‘Les Champs-Elysées’ de Joe Dassin, feliz. Y Nadal parecía quitarse alguno de los 38 años que ya soporta. Y no importaba el vendaje en el muslo derecho. Pero llegó Fucsovics, y un bajón de energía de Nadal, para recordarnos que el rey de la tierra venía de perder en Bastad, un ATP 250, contra el portugués Nuno Borges. Que había sufrido allí durante cuatro horas contra el argentino Mariano Navone. Que esa es la realidad. Break para 0-2, un atisbo de esperanza recuperando la rotura para 4-5 y la entrega del set al servicio con doble falta y una volea que se quedó en la red. El desenlace no iba a ser rápido.
Una vez más, Nadal se situaba en el escenario de la épica en el Bosque de Bolonia. Algo conocido, aunque otras veces vivido en situaciones de lucha por el título. No en una primera ronda. Pero su espíritu está ahí. Siguió peleando, aunque sus tiros no hiciesen el daño de antaño. Se procuró un break para 3-2, recibió asistencia médica en su mano derecha, levantó una bola de rotura el siguiente juego (ofreció diez oportunidades al frío magiar) y aún tuvo que sufrir para el cerrar el partido, porque desperdició dos bolas de partido, una de ellas con una doble falta.
Lo que llega ahora es Djokovic, por un sorteo caprichoso debido a la posición del español (161º), que está aquí con ranking protegido. Ya lo sufrió en mayo, cuando en primera ronda le cayó Alexander Zverev, con quien perdió en tres sets. “No sé si va a ser la última vez que esté aquí enfrente de todos vosotros, no estoy al 100% seguro. Si lo es, la he disfrutado. Intentaré volver para los Juegos”, dijo entonces. Y ha cumplido.
Nadal se interpone entre Djokovic y su obsesión por el oro, que no ha ganado en cinco participaciones y que le haría reunir el ‘Career Golden Slam’ junto con los cuatro grandes, algo que sólo tienen Nadal, Steffi Graf, Andre Agassi y Serena Williams. Eso en un año extraño para el campeón de 24 Slams, en el que no ha logrado ningún título y en el que pasó por el quirófano tras retirarse de Roland Garros por una lesión en el menisco de su rodilla derecha.
Djokovic, que viene de perder ante Alcaraz en la final de Wimbledon, es objetivamente favorito. Pero esto es París. Y París es Nadal. Todo es posible.