Los secretos de la Villa: 200 chefs, 40.000 comidas al día, guardería, salón de belleza...

El viento sopla y las banderas de los 206 países que participan en los Juegos ondean. Están situadas a lado y lado del camino hasta el comedor de la Villa Olímpica, con ‘París 2024′ y su mascota, Phryge, presidiendo en lo más alto del edificio. Son las 14:30 de la tarde y centenares de deportistas desfilan por delante de AS, que recorre las instalaciones. De repente, todo cobra otra dimensión. Los rostros de la gente, y sus móviles, que pronto activan la cámara, anticipan lo que está pasando. Simone Biles, rodeada por varias de sus compañeras de equipo, sale de comer. “¡Que vaya bien estos días!”, le desea este periódico. “¡Eso espero!”, responde la gimnasta estadounidense.

Biles, pese a sus estatus, el de una gimnasta con siete medallas olímpicas, es una de las 14.500 personas (entre deportistas, voluntarios y trabajadores) que, durante las próximas tres semanas, convivirán al norte de París, entre Saint-Denis, Saint-Ouen-sur-Seine y la Île Saint-Denis, de igual a igual. Esa es la magia de los Juegos. “Esto es un sueño. He venido expresamente, aunque me quedo en París cinco semanas en total. Aquí, se genera una atmósfera muy bonita entre todo el mundo. Los deportistas tienen muchos espacios para desconectar, están muy cuidados, y nos tratan muy bien”, dice una de las voluntarias españolas presentes. En total, la cifra de voluntarios asciende a 45.000, aunque solo unos pocos privilegiados están las 24 horas en la Villa.

Durante el recorrido, también hacen acto de presencia varios representantes españoles. El equipo de gimnasia artística, con Ray Zapata al frente, Elia Canales y Pablo Acha (tiro con arco), los primeros españoles en competir individualmente (este jueves, a partir de las 9:30), o Pau Cubarsí, Eric García y Adrián Bernabé, que se animan al ver compatriotas por la zona. “¡Vamos!”, gritan mientras se suben a unas bicicletas disponibles para todos los deportistas. Con ellas, pueden recorrer las más de seis hectáreas verdes (el conjunto de las instalaciones tiene 54) de las que dispone la Villa, que pretende ser un ejemplo en cuanto a sostenibilidad (parte de los 2.800 pisos disponibles se alimentan a través de una central solar de 400 m² situada en el Sena).

“Ha sido un gran desafío, porque parte de los espacios ya existían y los hemos reconvertido, pero lo hemos conseguido”, explica el director de la Villa, Laurent Michaud, en conversación con los medios presentes. Ese comedor del que salía Biles, por ejemplo, fue en su día un estudio de cine (Cité du Cinéma). Ahora, es la joya de la corona del complejo, con sitio para 3.200 comensales y capacidad para servir 40.000 cubiertos al día. “Es el más grande del mundo”, no duda en bromear Michaud, que se apoya en los 200 chefs contratados y las 500 recetas ideadas para promover la gastronomía local. El 80% de los productos, de hecho, proceden de Francia; algunos de ellos, sin ir más lejos, de una granja situada a menos de 30 kilómetros de la ubicación descrita.

No es el único rincón especial. Por primera vez en la historia, los deportistas cuentan con una guardería a su disposición, siendo la igualdad y la conciliación otros de los objetivos de la Villa, con un salón de belleza, totalmente gratuito para los deportistas, con salas de juegos, o con zonas de relax cerca de sus residencias, perfectamente identificadas con sus respectivas banderas en cada balcón (los 382 españoles presentes en los Juegos son vecinos de Italia, Argelia y Hungría). También, como no, con los cinco aros olímpicos, que se levantan, enormes, en el corazón de la pequeña ciudad. Por ellos, mientras AS los fotografía, pasan multitud de deportistas. Entre otros, las chicas de la selección francesa de balonmano. También un grupo de atletas en el que cada uno es de un país y una disciplina distinta. El espíritu de la Villa.

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