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Finalizado

PARÍS 2024 | HOCKEY HIERBA (M)

Gesta de los RedSticks ante la gran favorita: ¡a semifinales!

La Selección masculina derrota a la vigente campeona y primera del mundo, Bélgica, en un tramo final épico, con goles de Basterra, Reyné y Miralles, para situarse a un paso de las medallas.

París
Lavandeira JrEFE

En el estadio en que Eric Liddell y Harold Abrahams dirimieron sus ‘Carros de Fuego’ en los Juegos de París 1924, el que inspiró a John Huston en su épica ‘Evasión o Victoria’, el encantador Yves du Manoir de la parisina villa de Colombes, se clasificaba la Selección española masculina de hockey hierba para las semifinales de los Juegos Olímpicos, contra todo pronóstico, tras derrotar en una actuación memorable a la favoritísima para el oro. A Bélgica, campeona en Tokio 2020, subcampeona en Rio, vigente subcampeona del mundo y de Europa, y primera del ránking mundial. Pero eliminada por los de Max Caldas, que remaron para avanzarse, resistieron tras el rápido empate, llegaron al 1-3 a falta de tres minutos y sufrieron hasta el final con el segundo tanto de los Red Lions. Que regresan a unas semifinales 16 años después de la plata en Pekín 2008.

Solvente a más no poder fue la primera mitad de los RedSticks, que no solo contuvieron a Bélgica sino que la pusieron en aprietos. Entregaron dos penalti córner a los tres minutos, el segundo de los cuales resolvió Luis Calzado ante Alexander Hendrickx, pero a partir de ahí cerraron el grifo de las concesiones en una suerte en a que el conjunto rival contaba con un especialista tan sumamente consumado.

De hecho, y salvo un tiro de Tom Boon que se marchó alto, en el primer cuarto la posesión y el control corría más a cuenta de los españoles, que eso sí no supieron traducirlo en goles. Y eso que lo tuvo Marc Vizcaíno, el sustituto un partido más del lesionado Álvaro Iglesias, en una gran acción individual que no pudo culminar.

Se mostraban profundos los de Max Caldas en sus ataques por las bandas, con bolas que se paseaban ante la portería de Vincent Vanasch o que desembocaban en remates como el de Rafa Villalonga desarmado por el guardameta, y muy atentos atrás, frenando a los belgas como en el tiro interceptado por Marc Miralles antes del descanso.

AHMAD GHARABLIAFP

A falta de superioridad de sus Red Lions, se hacía notar la mayoritaria afición belga que poblaba la histórica grada del Yves du Manoir, y también los módulos supletorios, al límite de su capacidad de 12.000 espectadores, que incluso gritó a los tres minutos de la reanudación un gol fantasma de los suyos. Pura ilusión óptica.

Aunque, para espejismo, lo que ocurrió a falta de 20 minutos. Encontraba la llave del tesoro España, tras una formidable acción grupal, para que José María Basterra anotara el 0-1 a pase de Jordi Bonastre, premio a la insistencia y el coraje. Pero tan solo 37 segundos después, sin tiempo casi ni para celebrarlo, igualaba Arthur de Sloover. Crueldad máxima. Y, aun así, el jarro de agua fría no solo no asustó a los RedSticks sino que Marc Reyné se coló hasta el final para merodear el segundo gol, que evitó ‘in extremis’ Vanasch.

Iba en aumento la tensión. Tanto, que la afición belga celebraba casi como un gol el penalti córner favorable a sus intereses que se producía a 41 segundos para el final del tercer tiempo, que sin embargo el Video Umpire anuló, al no estar el Red Lion a la distancia mínima en el momento de la infracción. Sí gozaron de otro ya en el último periodo, en el 50′, pero resultó intrascendente. Mérito enorme el del entramado defensivo español.

Una vez más, quien tuvo en su stick el tanto del triunfo fue Basterra, que envió su disparo rozando el palo izquierdo de la meta de Vanasch cuando quedaban ocho minutos. Bien es cierto que tuvo la selección de Michel van den Heuvel la réplica en un remate que se paseo ante Calzado. Y así fue como se llegó al momento culminante del mediodía, al éxtasis, a la vez en que se multiplicaron los decibelios de la afición española.

Anushree FadnavisREUTERS

“¡Este partido lo vamos a ganar!”, coreaban. Y a fe que así era. Gracias a la asistencia de Gerard Clapés para que Marc Reyné reventara la banca, en un deporte donde los ránkings normalmente son sagrados. Y quedaban ya solo cinco minutos para el final. Que no solo no fueron de sufrimiento sino que le sirvieron a España para convertir, con la propia medicina de su adversario, el penalti córner de la supuesta tranquilidad. Del 1-3, convertido por el capitán, Marc Miralles.

Y sí, era supuesta porque se la devolvió Hendrickx en esa estrategia que no falla, por eso se había tratado de evitar a toda cosa. Quedaban tres minutos. Bélgica quitó al portero. Y España no ganó no una, sino dos veces. Porque se había acabado el tiempo reglamentario, la Selección lo celebraba y el árbitro tiró de moviola para conceder un penalti córner a favor de los belgas. No pasó nada. Así que de nuevo abrazos y festejos. No era para menos.

Tras su gesta de este domingo, que se une al triunfo en la fase de grupos ante Alemania -vigentes campeones del mundo-, los RedSticks irán a por la final. A asegurar medalla. Y quién sabe si a por el oro, porque este equipo ha demostrado que es capaz de ganar a cualquiera. Será el martes, y ante Países Bajos o Australia, que este domingo se cruzan en los cuartos. En el bendito Yves du Manoir.

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