NATACIÓN | PARÍS 2024

Dressel, de robot a humano para aspirar a más gloria olímpica

El quintúple campeón en Tokio vuelve a lo grande tras sus diversos parones por salud mental: con triunfos en los 50 libres y 100 mariposa en los Trials USA, que lo llevan en volandas a París.

MADDIE MEYERAFP

Con la espuma aún efervescente tras completar la carrera más rápida de todas, los 50 metros libres, emergía Caeleb Dressel de la piscina instalada en mitad del Lucas Oil Stadium, un estadio de fútbol americano convertido en sede de los Trials USA, y se marchaba hacia la grada. Allí le esperaba, emocionada, su pareja, Meghan. Y abrazaba también a un pequeño de cinco meses con cascos en los oídos, para protegerle del ensordecedor ruido que despertaban ovaciones como la dedicada a su padre, aunque August aún no lo sepa. El nadador al que sólo Michael Phelps y Mark Spitz superan en número de medallas de oro en unos mismos Juegos, las cinco que él se colgó en Tokio 2020, ha vuelto. Y a lo grande: para convertirse en uno de los favoritos a la gloria olímpica en París 2024.

“Sé que a todos les gusta ver esa sonrisa y estoy trabajando en ello. Estoy tratando de encontrar esos momentos y realmente disfrutarlos”, se sinceraba en el corazón de Indianápolis tras triunfar en 21.41 segundos, la cuarta mejor marca mundial del año, en esos 50 libres. Su primer pasaporte individual, tras haber quedado tercero (sólo pueden ir dos por país) en los 100 (47.53) detrás de Chris Giuliano y Jack Alexy, lo que sí le daba un billete para el relevo 4x100 libres. Y aún repitió victoria, la más esperada: en los 100 mariposa (50.19) del que sigue siendo plusmarquista mundial (49.45), récord que consiguió en esos imperiales Juegos de Tokio en los que parecía invulnerable cuando en realidad era sumamente frágil.

Porque Dressel ya se había tomado un tiempo de descanso durante el anterior ciclo olímpico, coincidiendo con una pandemia que atrasó un año la cita. Pero, después de colgarse el oro en 50, 100 libres, 100 mariposa, 4x100 libres y 4x100 estilos (con otro récord mundial que aún perdura), en lugar de crecerse descendió a los infiernos. Se encerraba en su cuarto, cerraba las persianas, se negaba a comer y no quería saber nada de nadie. Una depresión de manual.

“Me sentí muy perdido. Quería dejar el agua para siempre pero sabía que el agua era una de mis zonas de confort. Estaba entre la espada y la pared. Me sentí miserablemente mal durante un par de meses”, reconocería tiempo después el norteamericano, quien lejos de disfrutar de sus cinco oros y dos récords del mundo se frustró porque no había sido capaz de superar sus marcas personales en 50 y 100 libres.

Pero regresó. Se clasificó para los Mundiales de Budapest 2022, un año después de los Juegos, y todo parecía ir rodado. Contribuyó al oro de su país con su veloz relevo (47.67) en el 4x100 libres y ganó otro oro en los 50 mariposa (22.57). Pero, tras completar los preliminares de los 100 libres, de repente se retiró de la competición. “Razones médicas”, alegó el equipo de Estados Unidos. Se especuló con que había contraído COVID. Pero la salud mental nuevamente le había golpeado.

Lo desvelaría él mismo apenas dos meses después, en septiembre: “No he nadado desde los Mundiales y puedo decir honestamente que he sido feliz sin nadar. Sin embargo, lo echo de menos”, declaraba, en otra de esas contradicciones que tanto le dañaban por dentro. En ese tiempo, Dressel había aprovechado para celebrar su luna de miel en Islandia, para recorrer una sección del Sendero de los Apalaches, para nadar entre manatíes y para comprar un tractor. No en vano, vive en Gainesville, en su Florida natal, en un rancho, donde cría pollos y vacas.

Ocho meses le duró ese nuevo parón, el último hasta la fecha, si bien su regreso ha sido muy paulatino. Hace un año, al ganador de 15 oros mundiales en piscina olímpica, que se dice pronto, sus tiempos esta vez no le dieron para acceder a Fukuoka 2023. De hecho, no ganó su primera carrera hasta el 1 de diciembre, en el US Open en Greensboro, y cómo no, en los 100 mariposa (51.31). La semilla del regreso de verdad estaba sembrada.

Hace un mes, reflexionaba Dressel sobre su cambio de mentalidad tras su parón: “Sabía que estaba en una situación que no era saludable. Llegué a ese punto en el que pensaba que si no rompía un récord mundial, mi carrera en ese evento había sido un desperdicio”. “Era bastante ridículo”, añadía. “Cuando volví al agua la gente vio que era humano, que yo no era un robot”, apostilló. La gente, y seguramente él mismo. Y por eso vuelve a estar entre los mejores. Camino de París 2024.

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