PARÍS 2024 | REMO

Agonía sin premio: Aleix García y Rodrigo Conde, quintos

El doble scull español se queda en diploma y no se puede sumar a la fista de la marcha. Este viernes, oportunidad para Jaime Canalejo y Javier García.

París
ALI HAIDEREFE

La segunda medalla olímpica en la historia del remo español, que no caza metal desde hace 40 años, tendrá que esperar, como mínimo, un día más. Este jueves, Aleix García y Rodrigo Conde, subcampeones del mundo en 2022 y doble plata europea en este ciclo, no pudieron sumarse al primer gran día de España en los Juegos Olímpicos de París. El doble scull nacional, que llegaba a la final con el mejor cuarto tiempo, terminó quinto, con 06:20.59 minutos, en una regata de nivel altísimo, en la que salieron bravos, fieles a su carácter, pero que les devoró. El remo, el deporte más duro que existe según varios estudios, no perdona. Su apuesta fue ganadora, con un inicio fulgurante, a la par de los posteriores campeones olímpicos, Rumanía (06:12.58), pero su cuerpo dijo basta antes de lo deseado. Otro diploma. Este viernes, nueva oportunidad con Jaime Canalejo y Javier García (dos sin timonel). Otra vez, contra casi medio siglo de sequía.

Mientras Aleix y Rodrigo se preparaban en la salida del campo de regatas de Vaires-sur-Marne, en el complejo náutico de Vaires-Torcy, bajo un sol abrasador, a 40 kilómetros de distancia, a los pies de la Torre Eiffel, Álvaro Martín y María Pérez aún celebraban sus éxitos en las pruebas de marcha. Energía extra para encarar una final carísima, con seis exclusivas calles disponibles, y en la que sólo estaba la crème de la crème. Tal era el nivel que los vigentes campeones olímpicos, los franceses Hugo Boucheron y Matthieu Androdias, pese a competir en casa, se habían quedado relegados a la lucha por los dos diplomas restantes. Allí estaban, como cabezas de cartel, los holandeses, Melvin Twellaar y Stefan Broenink, campeones del mundo y plata en Tokio, favoritos en las apuestas; los irlandeses, Daire Lynch y Philip Doyle, bronce planetario; y los rumanos, Andrei Sebastian Cornea y Marian Florian Enache, un bote creado en este ciclo y diseñado para ganar. Como hicieron.

Aleix y Rodrigo, que la noche anterior se habían acostado viendo Gladiator, se pegaron a ellos para despegar. Su doble scull navegaba por la segunda calle, y les escoltaban Rumanía e Irlanda, que terminaría colgándose el bronce (06:15.17). El inicio, como se anticipaba, fue prometedor. El ritmo de las paladas, que lo mantuvieron hasta el final (casi siempre más de 40 por minuto), estaba a la par del de Cornea y Florian Enache; su fuerza, sin embargo, fue cayendo en picado. Al paso por los 400 metros, la pareja española estaba en cabeza, con la imagen de Álvaro y María en mente, la que querían imitar. Cien metros después, en el primer punto de control, se mantenían fuertes. A partir de ese momento, sin embargo, el oxígeno y el ácido láctico se empezaron a acabar.

Un diploma con mucha historia

En el ecuador de la regata, el paso por el kilómetro, las opciones del doble scull español ya se habían esfumado. Esa Rumanía a la que se había mirado a los ojos, cuya estela llevaba a la gloria, estaba a más de 12 metros de distancia. Un mundo. Estados Unidos, que en ese momento marcaba las posiciones de medallas, se encontraba a seis. Un milagro. Conde y García, pese a ello, y con el final como su punto fuerte, como demostraron en los pasados Europeos, lo siguieron dando todo. El primero, a cinco meses de Tokio, renunció a su plaza olímpica porque ya no podía aguantar más los cortes de peso (antes competía en ligero); en el segundo, que se definía como un remero “patoso” en sus inicios, encontró el partenaire perfecto. Reman a muerte porque saben que, en ese momento, el otro también está muriendo, dicen. Su agonía, esta vez, no tuvo premio.

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