Un ansiolítico llamado valentía

El Leganés apuntaló la salvación virtual en el estreno de Carlos Martínez como entrenador local con un mutante triunfo ante el Villarreal B. Los pepineros abandonaron el discurso gris de Idiakez y con un juego valiente (en ocasiones demasiado) tumbaron al filial, rival digno hasta que en la segunda mitad se le cayó la persiana. Karrikaburu con un golazo desde fuera del área, certificó una victoria que pudo tener más goles. Los pepineros se sitúan ya diez puntos por encima del descenso y vuelven a ganar en su estadio desde el 4 de febrero.

Atardecía en Butarque para inaugurar el partido y al inicio se le puso cara de lienzo bucólico. Así en la tierra como en el cielo. Así en las nubes como en el césped. Aleluya, suspiraron en las tribunas de un estadio acostumbrado en las últimas jornadas a vivir colgados de un bostezo infinito. Ya no. Carlos Martínez decidió vestir a su Leganés de equipo valiente, anidando en el alambre de una línea adelantada, presionando arriba y potenciando un once de jugadores a pulmón pleno, sin taras físicas. El resultado fue una apuesta atractiva que Miguel Álvarez igualó. Ambos técnicos economizaron en hormigón para invertir en riesgo. Bueno para el espectáculo. Sólo la lesión de Ibáñez por problemas musculares (11′) fue borrón para un comienzo eléctrico.

Narváez y Rubén Pardo estrenaron las hostilidades. Clarísima la del riojano, al que Martínez adelantó en su pizarra para ejercer de mediapunta. Pisó más área, pero se bloqueó en según qué acciones. Aun así, la presión adelantada del Leganés le permitió gozar de ocasiones. También las taladró Karrikaburu, despojado de la piel gris que lo embutía cuando Idiakez lo arrinconaba al banquillo. Fresco, vivaz, el navarro ejerció como culebra feroz que mordía a la mínima escabulléndose entre centrales. Suya fue otra clara, un voleón que se fue alto (19′).

Riesgo, el otro héroe

Para entonces Collado ya había forzado a Riesgo (espectacular) a salir a sus pies en una arrancada por velocidad al espacio. El portero tuvo que acampar en las orillas del área y desde ahí tapó a Millán la ocasión más clara del Submarino. Un mano a mano ariete-portero que terminó en vaselina de 20 metros desviada por poco (26′). Para entonces el partido ya era una botella cargada de agua en el asiento trasero de un coche de rallies: un bello caos de vaivenes. Hasta que la anarquía se desenredó de las piernas de Karrikaburu, que con bella violencia se inventó el 1-0. Un zarpazo de zurda (es diestro), raso y preciso que se coló ajustado al palo izquierdo de Álvarez (45′). Golazo fabricado por un autónomo del riesgo que se reivindicaba a sí mismo y, de paso, la apuesta de su nuevo entrenador, ése que miraba la reanudación con un banquillo enrejado de fieras rugiendo gol. Arnáiz, Raba, Gaku o Franquesa eran garantías de optimismo.

La tendencia geológica confirmó el pálpito. Se abrió la segunda parte como si el césped de Butarque estuviera volcado sólo hacia el fondo norte, espacio en el que atacó un Leganés que rozó el segundo cuando Narváez restalló con violencia en el palo una buena asistencia de Vico (56′). El mismo Vico antes y Karrikaburu después, rozaron también el gol, consecuencia de un dominio que el Villarreal B sólo se sacudía en la lejanía de zambombazos con intención, pero sin tino. Para cuando los amarillos trataron de lucir colmillo Martínez ya había dado entrada a sus pesos pesados. Arnaiz, Gaku, Raba y Jorge (éste por la lesión de Sergio) dieron poso a un Lega que volvió a lucir su vis más madura, ésa que le hizo soñar con el playoff. Sólo el arreón final del Submarino, liderado por Ontiveros, amagó con tragedia. Un zapatazo del mediapunta al larguero previa parada felina de Riesgo (91′) amagó con el empate. El Leganés volvía a ganar dos partidos seguidos por primera vez desde el 6 de enero.