Suicidio con olor a pánico y azufre

El Leganés prolongó su martirio infinito para caer por quinto partido consecutivo, esta vez a manos de un Cartagena famélico al que la propia endeblez de los pepinerios dio vida cuando parecía que sus errores cavarían su tumba al sur de la capital. Un gol de penalti tonto por manos de Calero abrió la esperanza blanquiazul, ésa que acabó empotrada en la portería de Riesgo pese al tanto de Arnaiz desde los once metros. Carrión y sus cambios agitaron el partido hasta conseguir que dos de los recambios, Ortuño y Franchu, mutaran el resultado y dieran el triunfo a los visitantes. Nyom en propia cerró el dislate. Precisamente la indecisión de Idiakez desde el banquillo maniató más todavía a los madrileños, ya asomados al abismo. El partido acabó entre cánticos que reclamaban la dimisión del técnico guipuzcoano.

Arrancó el partido embutido en ese déjà vu que convierte Butarque en agujero negro de fútbol. La enésima vez en este 2023 de bostezo reiterado. Tostón continuo al sur de la capital. Toda una tentación para liberar tópicos de Semana Santa. Porque aquello era de penitencia. Procesión de castigo para los casi 6.500 fieles (entradaza) que acudieron al calor del pecado que es amar a su equipo por encima de todas las cosas. En las buenas. También en las malas.

Suyo fue el único espectáculo del inicio, cuando la grada de animación cumplió su promesa y entró al recinto a los 11 minutos como señal de enfado. La protesta previa en la explanada de la puerta cero quedó en fuegos de artificios. Ni para eso había ganas. Pulsación baja que también transmitió un Leganés igualado esta vez por su enemigo. El Cartagena no fue un equipo. Fue espejo que doblaba la apuesta pepinera.

Un Cartagena dormido

Si bajo era el ritmo local (blindado por un once más hormigonado que nunca) más aún lo fue el visitante. Si apenas nada tiró el Lega (sólo un remate de Karrikaburu antes del penalti), menos aún ejecutaron los de Carrión, que necesitaron ir perdiendo para animarse torpemente hacia la meta de Riesgo. La culpa de la reacción la tuvo un casi pornográfico fallo de Calero. El central hizo una recepción de voleibol cuando Cissé falló una chilena en una de las escasas excursiones locales al área de Aarón.

El no remate despistó al defensa que, torpe en exceso, la tocó con las manos. Penalti claro que marcó Arnáiz (39′) para poner fin a 601 minutos de racha del Lega sin ver puerta. El último gol también lo había marcado él. Fue el 13 de febrero, ante el Racing en Santander. Siete jornadas después, llegaba la redención con su octavo tanto. La mejor campaña goleadora del capitán pepinero en Leganés. Butarque lo echará de menos cuando el curso que viene juege en Osasuna. Amagó con cierta reacción el Cartagena tras el tanto. Pura fachada.

Triunfo de banquillo

Reacción de cartón piedra que Franchu prolongó de cabeza apenas salió del banquillo. No fue hasta que Carrión puso a Ortuño y Ferreiro que el Cartagena no se vistió de verdadero asediador. Para entonces el Leganés ya vivía en el alambre de sus propios pánicos, empotrado en el balcón de Riesgo y con las lesiones castigándole de nuevo. Gaku suplió a Undabarrena, tocado, mientras Omeruo y Neyou sobrevivían entre calambres. Franchu avisó mandando un testarazo al larguero (75′) poco antes de que Ortuño (77′) de nuevo de cabeza empatase el choque.

Famélico de fuerzas y de ánimos, el Leganés murió en una contra en la que Franchu y Ortuño pillaron al Lega desarmado y desguarnecido. El remate del primero dio en Arnáiz antes de meterse en la meta de un Leganés que sigue en caída libre, acongojado ante la visita a la Ponferradina del próximo domingo y con un clamor pidiendo la salida de un Idiakez sin crédito. Nyon, en propia meta, certificó la goleada.