LAS PALMAS
Moleiro, fósforos y yesca
Aunque Las Palmas no consiguió puntuar, el joven canterano fue el gran agitador durante la segunda parte ante el Albacete y culminó su mejor partido en meses.
Llevaba un tiempo que Alberto no conseguía ser Moleiro. Y no se puede decir que el joven canterano no hiciera todo lo que estaba en la lista para seguir siendo Moleiro, encaraba regateaba, chutaba, tiraba paredes, buscaba el espacio, bajaba a defender, se relacionaba muy bien con Viera. Todo. Salvo una cosa.
A su inicial fulgor de la temporada le siguió una onda expansiva mediática. Y lo que trae la exposición: subida del listón de las expectativa, mayor reconocimiento de su nombre que le empieza a colocar en listas mainstream, mayor atención en las vigilancias rivales y las secuelas de la convocatoria con la Sub-21 que le sacó de la titularidad en una plantilla que cuando vacía la enfermería, se rifa un puesto once inicial junto a los euromillones.
Tras aquella convocatoria Moleiro, solía cumplir con nota. Era un incordio para los rivales, no daba un balón por perdido y mil tópicos más futboleros. Sin embargo, no se relacionaba con el gol. Sí con la apariencia del peligro —que puede ser suficiente para generar la inestabilidad por la que se quiebren las defensas rivales—, distrayendo atenciones como ocurrió ante el Tenerife.
Se notaba el peso mental de la ausencia de relación directa con el gol en sus ganas por volver a conectar con la chispa para que todo prendiera. El domingo lo consiguió. Se puso la capa y regateó al distrito central del Albacete mientras volaba hacia la frontal del área, allí cedió a Pejiño y a partir de ahí la explosión.
Moleiro cuajó uno de esos partidos que sirven de poco para la clasificación pero pueden ser puntos de inflexión. Rompió el partido y lo descontroló, como hiciera ante el Málaga. Aunque en esta ocasión el sistema defensivo no fue el que brilló en La Rosaleda. Pero se demostró que puede ser quien eche a arder los partidos en caso de necesitarlo, solo necesita unos fósforos y yesca.