REAL ZARAGOZA

La suerte abandona al Zaragoza

El equipo de Escribá juega básicamente igual, pero la fortuna con los postes -cinco- y autogoles -dos- de los rivales en las primeras cinco jornadas ahora se ha vuelto en contra.

Zaragoza
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La buena estrella que había acompañado al Real Zaragoza en el inicio del campeonato, donde, además de un aprovechamiento altísimo de los errores del rival, le salía todo, le ha dado la espalda hasta el punto de que la derrota frente al Mirandés, que no tiró una sola vez entre los tres palos, fue producto de un autogol de Jair, su puntal más sólido en la defensa.

Es verdad que el fútbol del Zaragoza ha ido involucionando con tanto cambio en las alineaciones, pero la propuesta de Escribá, más allá de alguna variante táctica, no ha cambiado. El Zaragoza juega básicamente igual, a no arriesgar y a forzar el fallo del contrario, pero antes los postes o el larguero rechazaban los remates de los rivales, o sus defensas se metían goles en propia puerta, y ahora es el equipo aragonés el que cabecea al larguero, como sucedió con Iván Azón, y el que se equivoca contra su propia portería. Porque el azar o la fortuna, como en cualquier juego, van y vienen, y ahora al Zaragoza la fortuna que tuvo de cara le ha abandonado.

Hagamos un repaso a la suerte, a la buena y a la mala, en estas ocho primeras jornadas. Por ejemplo, en la segunda fecha, Iván Sánchez, del Valladolid, estrelló un balón en el larguero de Cristian Álvarez a veinte minutos del final, lo que hubiera puesto en peligro la victoria, al igual que cuando en el Heliodoro un Tenerife con diez disparó al palo en los últimos instantes del partido. En la cuarta jornada, Íñigo Piña, central del Eldense, se marcó en propia puerta el gol que cerraba el partido. Y en Cartagena, el equipo local llegó a estrellar hasta tres disparos en los palos y se marcó un autogol que decantó el triunfo del Zaragoza. Así que al menos en esos cuatro partidos el equipo de Escribá, sin restarle un solo mérito a su eficacia en el área rival, tuvo todo a su favor, una circunstancia que para nadie es eterna y menos en el fútbol.

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