La hora maldita del Málaga

El paso del Málaga CF por Castalia dejó un poso amargo y la sensación de haber dejado escapar algo más que tres puntos. El equipo volvió a caer fuera de casa en un encuentro que parecía encaminado a acabar bien, pero que terminó torciéndose de manera dolorosa. Más que por el marcador, la decepción llegó por la forma en que se repitieron errores ya conocidos: la falta de contundencia en las áreas, la pérdida de claridad en los minutos finales y la dificultad para cerrar partidos que estaban bajo control.

El Málaga es el equipo que más goles ha encajado en el descuento de toda la categoría (4), y que además han costado cuatro puntos: el punto que se perdió ante el Huesca en El Alcoraz, y los tres en Castalia. Estaría el Málaga a un punto del play off si se hubiesen manejado ambos escenarios (tiene ahora 14). De los 15 goles que ha encajado el equipo, 11 han llegado en la segunda parte. Evidencia ese debe y cómo el equipo se vuelve más vulnerable cuando el partido avanza.

En el club se reconoce que el golpe fue duro. Después de una semana de buenas sensaciones y trabajo constante, el resultado final dejó un aire de frustración. Aun así, la lectura interna apunta a que el equipo sigue en un proceso de crecimiento, sabiendo los defectos de contar con un núcleo de canteranos que aún se está cociendo (varios mensajes de Pellicer públicos). La plantilla es consciente de que los pasos adelante no siempre se traducen en puntos, pero que el camino debe mantenerse.

La debilidad lejos de La Rosaleda continúa siendo un lastre. Desde agosto de 2024, el Málaga solo ha conseguido tres victorias como visitante y, en el presente curso, apenas suma tres puntos de dieciocho posibles, en Las Palmas el pasado 30 de agosto con gol de Rafa Rodríguez, una raya en el agua dentro de un balance demasiado pobre. El equipo baja su nivel fuera, pierde chispa y carece de la dureza necesaria para resistir momentos de presión. Esa es una de las grandes asignaturas pendientes del cuerpo técnico. "Nos faltó ser más precisos y tener más calma con el balón. Ya marcan el gol, luego sacamos un córner, un saque de banda… Cosas que duelen. Tragar veneno. Decir a nuestra gente que es una situación dolorosa y que esto es fútbol. Hace dos años en la última jugada subimos a Segunda. Ahora hay que pensar en otra cosa. Tendremos que seguir trabajando, y hacer lo que ha hecho el Castellón hoy. No estamos ajustando en esos pequeños matices. Y a trabajar, así se arregla esto”, decía el técnico tras caer en Castalia. Un discurso demasiado repetido.

El duelo en Castellón reflejó esas carencias. El Málaga compitió, se adelantó y tuvo opciones para ampliar la ventaja, pero volvió a fallar en los metros finales; esa jugada de Joaquín, con Lobete preparando la caña para empujar en el 80′, situaciones imperdonables bajo el contexto actual. Las lesiones de Niño y Chupete condicionaron las rotaciones ofensivas y obligaron a Pellicer a exprimir a Jauregi, que terminó fundido. La salida de Dani Lorenzo, por cansancio y amonestación, obligó a reordenar la defensa, pero los goles llegaron por los costados que se buscaban proteger. Una historia repetida. Se ha instaurado una seguridad donde tampoco resultó chocante esa remontada del Castellón en el descuento.

En el vestuario hay decepción, pero también autocrítica y compromiso. Nadie duda de la implicación del grupo ni de la dirección que se sigue. La sensación general es que el trabajo está, pero falta convertirlo en resultados. El calendario aprieta y no da respiro, con otro reto inmediato ante el Córdoba (13 puntos de 15 el bólido de Iván Ania), un duelo que se presenta con aires similares a los vividos frente a Andorra o Deportivo en las últimas semanas, partidos en los que el equipo supo responder y competir con solvencia. Pero es peligroso ese hábito del all in en La Rosaleda

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