LEGANÉS

Jon Karrikaburu, el reencuentro

El delantero del Leganés ha abandonado el semblante triste tras no contar para Idiakez. Con Carlos Martínez ha recuperado alegría y mordiente. Golazo ante el Villarreal B.

Juan AguadoDIARIO AS

Jon Karrikaburu giró sobre sí mismo en un movimiento abrupto. Rápido y ágil. Como si en su cintura se escondiera la clave de su futuro. Como si en ese danzar sobre el verde pretendiera no sólo abalanzarse sobre la meta rival. También alcanzar cuanto antes un destino que en Leganés había perseguido hasta entonces como en una pesadilla: corriendo, pero sin moverse del sitio. Así que cuando su zurda conectó con el esférico y la bola salió eyectada desde 20 metros rumbo a la meta de Iker Álvarez, tras ella no sólo se escondía un anhelo de gol. También un resoplido de esperanza.

La pelota entró. Vaya que si entró. Golazo más si cabe teniendo en cuenta que su autor es diestro cerrado. Apenas la bola besó la red, este navarro cedido por la Real Sociedad transformó la jugada en un festejo de euforia juvenil. Pura y limpia. Reivindicativa de sí mismo, no contra nadie. Porque aquel era el primero de los muchos tantos que de él se esperaban (aún se esperan) al sur de la capital, pero que un enredo ajeno a su voluntad había bloqueado en el limbo de las expectativas. Hasta ahora.

Enredo Idiakez

Sin querer, su figura fue uno de los ingredientes que salpimentó la salida de Imanol Idiakez. El técnico guipuzcoano se implicó en su fichaje, una compleja operación en la que la dirección deportiva puso la maña para convencer a las partes y la nueva propiedad, el dinero que pedía la Real para traer al muchacho a Madrid frente al ejército de equipos que llamaban una y otra vez a su puerta. La incorporación se celebró en Butarque como un movimiento estratégico que elevaba la calidad de la plantilla. Sin ser el Bálsamo de Fierabrás, sí se intuía como el salto de calidad requerido para un puesto, el de delantero, sin apenas recambios que llenaran el ojo al entrenador.

Pero fue ahí cuando todo se enmarañó. Idiakez se empeñó en su deseo de no darle bola al chico, sobreprotegió a Juan Muñoz, le negó al equipo la opción de alternar a ambos o incluso combinarlos y el resultado fue un ambiente turbio en el seno de la entidad, de molestia silenciosa por ver como ese fichaje que tanto había costado cogía polvo en el banquillo aún incluso cuando las bajas animaban a darle minutos. Para cuando Idiakez intentó tirar del chico, su nivel de confianza había bajado hasta niveles preocupantes.

Adiós a la tristeza

Porque Karrikaburu, lejos de estar molesto o enrabietado, estaba triste. Muy triste. No sabía qué estaba haciendo mal para no tener presencia regular. Respuesta melancólica que Carlos Martínez trató de borrar apenas llegó al cargo. Primero, reactivando su confianza con un discurso sencillo pero directo: “Eres bueno. Juega como sabes y no te preocupes que las cosas saldrán”, vino a decirle. El resto lo hizo la pizarra del extremeño.

Tanto en Ponferrada como ante el Villarreal B en Butarque, el Leganés modificó el juego con respecto a jornadas anteriores, se lanzó más al frente en busca del gol y rodeó a sus hombres de ataque de mayores recursos para que se lucieran más. El resultado han sido dos buenos partidos de Karrikaburu. En El Toralín, rozó el gol (se lo anularon por un fuera de juego causa del ansia por ver puerta) y trató de trabajárselo para sus compañeros. La ocasión más clara del partido (más allá del 0-1) se la inventó el propio Karrikaburu. Amir desbarató el remate de Miramón.

Karrikaburu y Cissé celebran el gol del 1-0 al Villarreal B. Juan AguadoDIARIO AS

Ya contra el Villarreal B, Karrika siguió en la misma línea y sin que su juego fuera un derroche de ocasiones para el Leganés, casi todo lo que hizo lo hizo bien. Con el descaro y virtudes que se le presuponían cuando llegó a Butarque: chispa, velocidad, hambre, presión, descaro y sobre todo gol. Buena prueba que de los cuatro tiros que hizo, el único que enfiló portería terminó dentro de las metas. Dos acabaron rechazados y uno se marchó alto.

Con Olabe, director deportivo de la Real, viéndole in situ, su partido se ganó la ovación de Butarque, recinto que le dedicó cariños y piropos de quien reconoce el esfuerzo y la calidad. En las seis jornadas que quedan, apenas dos más serán en el feudo del Leganés. Es lo que le queda al muchacho para resarcirse y demostrar ante la parroquia pepinera que el esfuerzo que hicieron por él no fue en vano. Palabra de gol.

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