LUGO

El Lugo firma la crónica de un descenso anunciado

Con errores de gestión y planificación desde la misma pretemporada, no se acertó en nada. El fracaso deportivo se une a la fractura social y la incertidumbre empresarial.

DAVID GONZALEZ ARENASDiarioAS

El descenso del CD Lugo se hizo matemático el domingo, pero lo cierto es que era algo que la afición llevaba ya largo tiempo esperando. Viendo como la distancia con la salvación crecía tras cada jornada y desde el equipo no se atisbaba ningún tipo de mejoría, la parroquia albivermella tenía más que asumida la pérdida de categoría. Una pérdida que se entiende perfectamente a poco que se analice lo que ha sido una temporada torcida desde el mismo inicio y donde ninguno de los estamentos del club (propiedad, dirección deportiva y plantilla) estuvo a la altura de representar y salvaguardar la categoría de un club que comenzó el curso siendo el decano de Segunda y termina siendo el primer descendido, cuando aún no ha terminado abril.

Deportivamente, la gestión ha sido una calamidad. Una gestión que sólo ha sido un tiro tras otro en el pie. Para esta temporada el club apostó por una bicefalia en la dirección deportiva entre Carlos Pita y Wagner Molina. Sobre el papel sería el excapitán el que tendría la voz cantante, pero la realidad es que hubo desencuentros entre ambos y que el propio presidente tuvo que ser quien decidiese entre las posiciones de ambos más de una vez, como él mismo reconoció hablando de su “voto de calidad”. Carlos Pita terminaría presentando su dimisión al cierre del mercado de invierno.

La propia confección de la plantilla, quien sabe si lastrada por todo lo anterior, fue más que deficiente. Una serie de arriesgadas apuestas por jugadores que llegaban tras larga lesión o prolongada inactividad (Neyder Lozano, El Hacen, Bruno Pirri…), la incapacidad para fichar un delantero que supliese la salida de Carrillo (pichichi del equipo la pasada temporada) o un mercado de invierno en el que salió Chris Ramos pero que se erró en su sustituto con incorporaciones que resultaron un fiasco como Joselu o Scepovic, enterraron las posibilidades reales del equipo.

Tampoco los entrenadores resultaron este año. Con hasta cuatro inquilinos en el banquillo, ninguno fue capaz de enderezar una situación que empezó a torcerse con Hernán Pérez, empeoró con Fran Justo, rozó el ridículo con Joan Carrillo y no mejoró tampoco con Iñigo Vélez, quizás el menos culpable de todos ya que cuando llegó al Anxo Carro la situación ya era límite. Esta vez el cambio de entrenador no dio los frutos de otros años.

Socialmente, el trato al aficionado ha sido manifiestamente mejorable. El sólo caso de la charanga, contratada por el club para “amenizar” un partido justo cuando se habían programado protestas contra la propiedad, ya sería digno de estudio. Además, la masa social ha dado la espalda al proyecto con unas cifras de asistencia que no han dejado de caer y solo maquilladas a final de campaña con el regalo masivo de entradas a los colegios de la provincia.

Un descenso, en fin, que se veía venir y que ha cristalizado de la peor forma posible. Ahora, con el futuro del club envuelto en interrogantes (el propio presidente afirmó en una rueda de prensa que se planteaba vender cuanto antes para desdecirse solo un mes después), se espera una comparecencia de la propiedad que ayude a aclarar el devenir de la SAD en una categoría deficitaria y de la que cuesta mucho salir.

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