El gran cambio del Zaragoza
El equipo aragonés ha pasado en un año de estar hundido en la tabla a un liderato perfecto. Cordero ha pilotado junto a Escribá y Sanllehí la reconstrucción masiva de una plantilla muy bien estructurada y con gran variedad de recursos futbolísticos.
El Real Zaragoza es el líder perfecto. Un líder inmaculado. Invicto e imbatido, ha igualado su mejor inicio histórico en Segunda División, el de la temporada 1955-56, con pleno de victorias, ha batido su récord de abonados en la categoría –más de 28.600, a punto de cerrarse el cupo de admisión- y ha disparado el entusiasmo entre su numerosísima y sufrida parroquia, su fiel infantería, que está disfrutando del decretado estado de ilusión.
Pero, ¿qué ha cambiado en el Zaragoza para pasar de pelear por la permanencia a hacerlo por el ascenso? Hace justo un año el equipo aragonés era cuarto por la cola, con apenas dos puntos en las cuatro primeras jornadas, un pésimo balance que se acabó llevando por delante al entrenador Juan Carlos Carcedo y al renovado director deportivo Miguel Torrecilla, dos apuestas fallidas del director general Raúl Sanllehí, que se enmendó enseguida con las contrataciones de Fran Escribá y Juan Carlos Cordero.
Y con ese volantazo a tiempo de Sanllehí comenzó a cambiar la suerte del Real Zaragoza. La suerte y el acierto, porque Cordero, el gran arquitecto del cambio, le ha dado este verano la vuelta como un calcetín a la calamitosa ejecutoria de Torrecilla, que pasó por el club como una plaga bíblica. Cordero, en sintonía siempre con Escribá, ha acometido una reconstrucción masiva de la plantilla que le ha cambiado la cara por completo al Zaragoza. Dentro de un plantel muy bien estructurado, han llegado once futbolistas, entre libres y cedidos (a saber: el portero Poussin, los defensas Mouriño y Lecoeuche, los centrocampistas Marc Aguado, Toni Moya y Maikel Mesa y los delanteros Valera, Mollejo, Bakis, Sergi Enrich y Manu Vallejo), y se han marchado hasta 17, la mayoría de ellos a los que la exigencia de un club como el Zaragoza les venía grande. O enorme. Toda una revolución controlada, similar a la que capitaneó Víctor Fernández en la temporada 2019-20, cuando sólo la pandemia de COVID-19 evitó el regreso del equipo a Primera División.
Pese a su pleno de victorias, el fútbol del Zaragoza no es brillante, pero sí eficaz. Muy eficaz. No encaja y siempre marca. El equipo de Escribá, un técnico de Primera en Segunda, es serio, tiene orden y concierto, oficio y, lo que es fundamental, una gran variedad de recursos para cambiar de sistema y poder alterar el orden de los partidos a su beneficio. No enamora, pero convence. Y tiene a todo el zaragocismo detrás como un solo hombre.
El campeonato 2023-24 acaba de empezar y como dice Escribá, su equipo aún no ha hecho nada, salvo ofrecer fortaleza y buenas sensaciones, pero después de una década terrible en Segunda, repleta de decepciones, penurias, frustraciones y sinsabores, el Zaragoza, pleno de ánimo y confianza, se ha encaramado al liderato y parece que va muy en serio.